domingo, 12 de septiembre de 2010

REENCUENTRO CON UN BLOFEÑO

Fue una visita por invitación después de varios meses de estar en contacto por Internet. No dudé en ningún momento en aceptarla. Hoy llego, le dije, como a las seis de la tarde. El tiempo ha sido el responsable de cambiar su figura, son 53 años los que tengo, me dijo. Yo 47 pronto, contesté. Su casa es agradable; en su oficina y en la sala el ambiente es caribeño y se refleja en casi todo: los cuadros, los planos, las fotos de familia y, principalmente, en sus añoranzas y planes de futuro para el caribe nicaragüense. Su cabello está canoso y lo lleva cortado por la peineta numero tres de una máquina para ello. Desde el primer instante fuimos al grano, comenzamos a hablar sobre el Bluff y la pesca porque conoce mucho de este tema, no por ser marino, sino por haber estado vinculado con personas que contribuyeron mucho en el desarrollo del sector pesquero, tanto en el país como en el exterior.

Su imagen grabada en mi mente, desde los años de juventud, fue borrada con este encuentro. Nunca olvidaba la travesía que hacíamos entre Bluefields y El Bluff, en el barco de su padre, llamado Lesbia en honor a su hermana menor. Este era uno de los más rápidos en hacer la travesía en la bahía y todos tratábamos de estar puntual a la hora de su salida para retornar a nuestras casas. Los amigos y compañeros de clases, varones principalmente, preferíamos viajar sobre la caseta a unos dos metros de la proa para apreciar la naturaleza y disfrutar de la fresca brisa de la bahía. En uno de tantos recorridos, con la bahía calma, con sus aguas azules en la que nos acompañaban delfines y “aguas malas”, como le llamábamos a las medusas de mar, él con su novia viajaban en la popa; ella sentada sobre la caseta del barco haciendo piruetas de amor en la travesía, besos, caricias y todo lo que una pareja de enamorados, como ellos, puede hacer. Nuestra mirada era de reojo sin que sospecharan que, como todos los chavalos, estábamos atentos a su romance. Esa ha sido una de las imágenes que me quedaron grabadas. Pero existen otras no tan agradables.

Su padre fue Coronel de la Guardia Nacional, originario de Masaya y de apellido Brenes. El coronel Brenes, querido y apreciado por todos los habitantes, mestizos, negros, misquitos y extranjeros, de El Bluff. Por muchos años ocupó el cargo de jefe de la guardia y de los guardacostas. Cuando fue retirado de las filas de la guardia nacional sucedió un incidente que devino en un gran escándalo en la vida de todos. Realmente no sé a profundidad cuál fue la razón, pero tuve la oportunidad de ver a una familia entera desafiando a la mismísima guardia nacional. Desde su padre y sus hermanos, todos contra la guardia, en su misma base, aquella en que el coronel Brenes por muchos años fue el máximo jefe.

Nunca fue parte del círculo de mis amigos por la diferencia de edad. Su hermano Juan fue mas cercano por la edad y porque juntos practicábamos y participamos en la liga de béisbol amateur en Bluefields con el equipo San José, del Cristóbal Colon, y de el Bluff, los Capitanes y los Diablos. A pesar de ello nos hemos reencontrado nuevamente. El encuentro ha sido provocado por la situación caótica que se vive en la Costa Caribe, ese pedazo de tierra que nos vio nacer y crecer.

Oscar y Brenda
Todo en él gira alrededor de los problemas de la Costa. Su esposa, Brenda, es la misma que iba en aquella travesía en el barco haciendo piruetas de amor al vaivén de las olas, en aquellos años de juventud. Por deseos de hacer mucho por la costa ambos se han involucrado en la vida tormentosa de la política nacional. De ideología liberal, tienen grandes ambiciones por hacer cosas en beneficio del pueblo costeño. Su proyecto personal es construir un hotel en el puerto de El Bluff que brinde facilidades a los turistas nacionales y extranjeros aprovechando la belleza natural del lugar. Él es Oscar Brenes, conocido por todos los blofeños como “el zorro”.

Al terminar la visita me presentó a amigos de su esposa, liberales constitucionalistas de Chontales, que la esperaban. Fue el mismo día en que la Juez Juana Méndez envió a la cárcel modelo a Arnoldo Alemán.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.

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