jueves, 26 de agosto de 2010

LA ECONOMIA CAMPESINA Y EL PROBLEMA GENERACIONAL (RURAL ECONOMY AND THE GENERATIONAL PROBLEM)

Hace unos nueve mil años surge la agricultura como un proceso constante de prueba y error. Se hace arte y ciencia, permite el desarrollo y la evolución de las civilizaciones. Los principales sujetos que se decidan a ella se encuentran dispersos a lo largo del planeta y tienen algo en común: viven de los frutos de la tierra.

Se le ha llamado economía campesina a la práctica que realizan millones de unidades de producción familiares que a través de la misma logran el sustento de la familia, en contraposición a la llamada economía empresarial debido a la lógica de producción diferente. Para unos lo principal es alcanzar el sustento de la familia y para otros la tasa máxima de ganancia al hacer el cálculo económico entre egresos e ingresos. Por todas partes se escucha decir que la base de la producción agropecuaria en nuestro país descansa en los pequeños y medianos productores. Se nos ilustra con ejemplos en cuanto a su aporte de la producción de maíz, frijol, arroz, café, ganado de carne y producción de leche, producción de cerdos, etc. Es una realidad innegable.

Estos agricultores, los pequeños productores y medianos, tienen un espacio físico bien demarcado que muchos le llaman finca o parcela. En ese espacio de tierra, variable según las diferentes zonas del país, combinan sus activos. Entre ellos el más importante es la mano de obra, principalmente la familiar, así como la tierra, los implementos y los conocimientos prácticos adquiridos. En esa combinación, se prioriza aquello que le permita obtener los productos necesarios para satisfacer la necesidad básica más importante: la alimentación de la familia.

En el campo la media de miembros por unidad familiar es alta y popularmente se escucha decir que el campesino tiene “una chorrera de cipotes”. Entre mayor es la cantidad de miembros de la familia mayores esfuerzos debe dedicar (mayor área o diversificar los cultivos) para poder producir lo necesario para alimentarlos así como la intensificación del trabajo aplicado a los cultivos o labores. Cada vez es mayor esta tendencia debido al factor limitante del avance de la frontera agrícola en nuestro país.


Los hijos y las hijas aún siendo niños se incorporan en edad temprana al trabajo en la unidad familiar. En el campo se constituyen familias a edad temprana y es común encontrar a jóvenes en edades que oscilan entre los 17 y 20 años, ya casados y con hijos.


Dependen de la voluntad autoritaria del padre y en la inmensa mayoría de los casos no tienen remuneración por el trabajo que realizan. Deben buscar trabajo fuera de la unidad familiar y en la mayor parte de los casos emigran hacia los centros urbanos en busca de alternativas de empleo o hacia otro país. Esta situación es catastrófica debido a que los jóvenes hoy en día tienen un nivel educativo dos veces mayor que el de sus padres y rápidamente podrían incorporar nuevas tecnologías para la producción, al tener mayores habilidades y destrezas, incrementándose los niveles de producción y productividad en el agro.

El relevo generacional en la unidad de producción familiar se realiza de manera tardía porque existe la tradición en los padres de heredar hasta la muerte, lo que orgullosamente queda plasmado en el dicho popular “hasta que el chancho se muere suelta la manteca”.


En estos tiempos, el relevo generacional, sucesión o herencia de la unidad de producción se está realizando entre hombres de la tercera edad y entre adultos mayores, lo que no permite que los jóvenes puedan tener acceso a la tierra y mucho menos a emprender actividades económicas porque no son sujetos de crédito, no acceden a servicios de asistencia técnica porque no son los responsables de la parcela, etc. situación que es más agravante aún en el caso de las jóvenes.

En la mayoría de los casos, cuando el padre muere y hereda, los hijos se encuentran lejos de la finca desarrollando otras actividades, han creado diferentes redes, hábitos y costumbres y otras formas de capital social, lo que hace que al final vendan la finca a “afuerinos” con otras condiciones socioeconómicas, lo que va desfigurando el entramado social y la comunidad.


Los planes, programas y proyectos de desarrollo dirigidos al sector rural deben considerar esta realidad porque de lo contrario se seguirá perdiendo todo el esfuerzo que los jóvenes han hecho para alcanzar un nivel de educación mayor al de sus padres, el esfuerzo de la propia familia y del propio Estado. Se debe promover e incentivar el relevo generacional como un proceso gradual, de tal forma que los jóvenes, con mayor nivel educativo, contribuyan al enriquecimiento del agro y del país.


Ronald Hill
La Colina
Nueva Guinea, RAAS