lunes, 29 de agosto de 2011

“NUNCA VOY A OLVIDARLO”


Nunca necesité una secretaria típica: la que elabora cartas, memorándum, hace esperar a la gente que te busca invitándola a sentarse en una silla de la sala de espera, les ofrece un café o les invita a leer una revista o el periódico, mientras con cierto aire de importancia decide el momento en que debes atender a esa persona, entonces te llama, toca la puerta para anunciarlo o simplemente le dice que regrese otro día porque estás ocupado en una reunión. Cuando la tuve, no fue de esas.

Los papeles regados por los rincones en un desorden infernal; ampos incompletos; la pizarra acrílica llena de garabatos y símbolos mágicos de diferentes colores; las tazas de café y vasos olvidados en los estantes, escritorio y mesa de trabajo; carpetas con cheques por firmar; correspondencia de las comunidades, organizaciones socias y líderes comunitarios, así como los correos electrónicos impresos. Todo desaparecía en un orden que habíamos acordado, manteniendo la oficina con su propio estilo. “Aquí hacen falta plantas”, dijo una vez y, al regresar de una gira de trabajo, encontré varias maceteras llenas de vida.

Con el tiempo, al ver que mostraba interés, la involucré en el mundo fascinante de la planificación, el seguimiento, la evaluación y negociación con las organizaciones y comunidades donde trabajábamos. Participaba activamente en las reuniones alrededor de la mesa de trabajo, tomaba notas en una computadora portátil y, al finalizar, presentaba varias copias de la memoria para ser firmada por los participantes. De allí surgía una parte del trabajo del mes siguiente y, con base en ello y el plan anual, presentaba los cálculos de los requerimientos financieros a solicitar para continuar nuestra labor. “Me gusta su estilo, usted no le miente a la gente, está más pendiente de los problemas que de los logros”, dijo una vez. “Es por eso que estamos aquí, para identificarlos y ayudar a resolverlos”, contesté.
           
Esas reuniones consumían gran parte del tiempo, unidas a las visitas a los proyectos en el territorio. Siempre estaba atenta a que no coincidieran actividades y, cuando era inevitable, sin pedírselo se ofreció a cubrirlas. “No se preocupe, estaré pendiente de los problemas”, dijo con firmeza. Y lo hacía, porque al regresar era lo primero que señalaba. Aprendió la lección, pero luego comprendió que se deben reconocer los logros. Hay que estimular a la gente, “a todos nos gusta que reconozcan nuestro esfuerzo”, dije. Logró alcanzar el equilibrio, establecer el balance entre problemas y avances. Siempre concluía diciendo: “A pesar de… se ha avanzado en…”.
           
Al separamos, cuando cerramos el programa de Ayuda en Acción, era otra. Nunca intentó copiar mis recetas al pie de la letra, las moldeaba a su manera con ese toque sutil que los hombres no poseemos: la sonrisa, la mirada, los gestos, el tono de decir las cosas, eran diferentes; era una mujer que le gustaba su trabajo. Nunca dominó la destreza en la pizarra frente a un auditorio, convencer escribiendo, reflejando las ideas en ese espacio en blanco. Cuando lo intentó, la atención de los participantes se perdía en otros lados y no avanzábamos.
           
Hicimos más de cuarenta despedidas. En cada comunidad, con socios locales, instituciones del Estado y el gobierno local donde presentamos un informe de cierre con los resultados de catorce años de trabajo en cada una de ellas, con fotos y la inversión realizada. Fue la despedida más larga que he tenido: duró casi nueve meses. Todas ellas fueron emotivas por las palabras de los líderes comunitarios, las madres, los campesinos, los poemas de niñas y niños, reconocimientos de las comunidades, actos culturales en las escuelas, canciones con guitarras campesinas, discursos y las inevitables pachangas con los más fiesteros, acompañadas por grandes calderos de sopa de gallina y el infaltable ron o cususa.
           
En el momento de nuestra despedida, igual que con las otras cinco mujeres que formábamos el equipo, recordamos los mejores momentos que pasamos juntos en esa larga lucha contra la pobreza y exclusión social, la sonrisa de los niños, la cara de la gente cuando descubría que podía salir adelante con su esfuerzo y un pequeño impulso. “Nunca voy a olvidarlo”, dijo. Me abrazó con lágrimas en sus ojos y se fue. Siguió trabajando en la misma organización y ahora dirige un proyecto. Hace poco hablé con un amigo que trabajó como coordinador en otro lugar de Nicaragua y al recordarle esos tiempos dijo: “Ni lo menciones, fueron los años más horribles que tuve”. 
           
Un día de estos apareció Ana, mi nuera. “Le tengo una propuesta, voy a arreglar su oficina que está hecha un desastre”, dijo. “¿Y?”, le pregunté. “En la universidad me dejaron de tarea presentar un proyecto, quiero que me ayude a hacerlo”, respondió. Tardó toda una tarde, sacamos varios sacos de papeles viejos que juntos revisamos, igual que cientos de fotos de esos años inolvidables. Ahora todo está en orden.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Domingo, 28 de agosto de 2011

viernes, 26 de agosto de 2011

MENSAJES SEDUCTORES

Entró en su vida como destello de luz inesperado: sacudiendo cimientos, revolviendo su conciencia, despertando pasiones y sentimientos que creía olvidados por el paso de los años. “Lo confieso, la ilusión se apoderó de mis sentidos”, dijo con tono de melancolía en la mesa. “Me enamoré de su juventud, de su voz infantil, de sus ocurrencias de niña; su inseguridad, su fresca piel, sus labios rosa y su pasión desenfrenada colmaron mi vida”, agregó. El cabello gris ralo, las ojeras bajo sus ojos negros, las pecas de sus manos y su voz pausada reflejaban penas de corazón herido. “Qué dicha, a tu edad deberías festejarlo”, respondí para darle ánimos. Vació de un trago su vaso, ordené dos cervezas y, sin interrumpirlo, escuché con curiosidad su relato.

Me sedujo a través de mensajes de texto, nunca dijo cómo obtuvo mi número y con los días perdí interés en saberlo. El primero nunca lo podré olvidar. “Hola señor, usted no me conoce, pero yo sí, quiero ser su amiga”. Desde el inicio pensé que era alguna broma de mis amigos, ya sabes cómo son, siempre inventan cosas para luego comentarlo a carcajadas entre ellos. No respondí al instante, pero en el transcurso del día recibí otros mensajes en cascada. Respondí preguntando quién era y me dijo su nombre. Recorrí con el pensamiento los nombres de las amigas de mis amigas y no encontré ninguno parecido. Tomé mi otro teléfono y marqué su número, siempre con la duda de que se tratara de una broma, nunca se sabe. “Hola, ¿quién habla?, respondió una voz dulce; dije mi nombre, Simón. “Usted es bandido, ¿por qué me llama de ese número?”, contestó. Para cerciorarme que esto no es una broma, respondí. “Es que no cree lo que le digo, usted me gusta, lo he visto por las calles y siento una atracción fuerte por conocerlo”, agregó.

Me desborde en la aventura. Dos días después, al anochecer, la busqué por dónde me dijo que estaba. Estacioné la camioneta y me di cuenta que era ella al verla contestar mi llamada. “Lo estoy viendo, dé la vuelta y sígame hasta la parte más oscura”, dijo y caminó por el andén. Al verla, mi corazón palpitaba como el de un niño emocionado y al estacionarme subió a la camioneta. “Al fin decidió conocerme”, dijo. Vieras la preciosura de mujer: joven de veinte años, cabello castaño, delgada, bien formada, su voz dulce y tierna, sus ojos color miel, sus labios frescos y, lo mejor, decidida a todo. Nunca la había visto, no la conocía, hasta esa noche que me perdí en sus brazos. Me amó con ternura, como a un niño.
           
Con el tiempo insistía en verme y volvimos a amarnos una y otra vez. Luego comenzó a mostrarse extraña y hablaba de sus problemas con su madre, de su exmarido, su hijo y de las carencias que pasaba. Sospeché que la atracción que sentía era por mis posibilidades económicas y ahora me doy cuenta que por ello me envío esos mensajes. ¿Cómo lo sabes?, ¿hablaste con ella sobre el asunto?, pregunté. Meditando, tras una larga pausa, contestó: “Es ella, la que está en aquella mesa, con aquel tipo”. Al volver la mirada la vi de espalda. Con disimuló me dirigí al baño y, al regresar, descubrí la causa de sus penas, la herida abierta en el corazón de Simón. “No te preocupes, ella se lo pierde, no te merece”, dije. “¿No te ha visto?”, pregunté. “No, llegué después de ella”, contestó. Al verlo dolido pedí la cuenta y pagué las cervezas. “Vámonos, busquemos otro sitio donde estén más heladas”, le dije. “Sí, vámonos, de seguro un día de estos te llegan sus mensajes”, me contestó riendo a carcajadas. “Los estaré esperando, hombre precavido vale por dos”, le contesté y dejó de sonreír.

Meses después, recibí el mismo mensaje. Se lo mostré a Simón y volvimos a la misma mesa donde escuché sus consejos: “No te atrevas, no cometas el mismo error”, dijo. “No lo haré, prefiero los del chat de Facebook, aunque a veces me dan ganas de reventar el mecate”, respondí ante su mirada incrédula.


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Jueves, 25 de agosto de 2011

martes, 23 de agosto de 2011

ENTRE EL FUEGO DE DOS JUEGOS: EL DESARROLLO DEL TURISMO EN NUEVA GUINEA

La carta de invitación estaba firmada por el alcalde. El objetivo era dar a conocer el Diagnóstico Turístico del municipio de Nueva Guinea, elaborado por estudiantes de turismo de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en el año 2010 y conformar el gabinete o comisión municipal de turismo.

Anteriormente había participado en una reunión donde los estudiantes, en conjunto con funcionarios de la alcaldía y el Instituto Nicaragüense de Turismo (INTUR), presentaron el diagnóstico. En esa ocasión participaron más de veinte personas entre funcionarios de la alcaldía, universidades y prestadores locales de servicios turísticos (hospedajes, hoteles, restaurantes). Días después, motivado por el tema, escribí Nueva Guinea y Bluefields: Unidos por sus encantos donde expongo las riquezas de ambos pueblos por ser descubiertas, la necesidad de una vía terrestre que los una definitivamente y los retos que enfrentan para que ambos se den la mano y logren beneficiarse del turismo mediante la generación de empleo, ingresos y crecimiento social.

La reunión comenzó una hora después de la indicada. Los participantes éramos tres funcionarios de la alcaldía, dos promotoras de INTUR, dos de Radio Manantial, la representante de la Universidad Martín Lutero y dos prestadores de servicios turísticos, donde me incluyo. El alcalde no participó, aun cuando firmaba la invitación. Nos presentaron el diagnóstico y acto seguido los objetivos, organización y funcionamiento del gabinete municipal de turismo. Al concluir, porque la agenda y sus objetivos institucionales lo demandan, insistieron en conformar el gabinete municipal de turismo.

Las críticas no se hicieron esperar: “Conformar el gabinete sin la representación debida de los diferentes actores no es indicado, es preciso que todos estén presenten para hacer una elección de consenso”, indicó uno de los participantes. “Tenemos problemas con la participación de las instituciones del Estado, nunca acuden a nuestras invitaciones”, señaló uno de los representantes de la alcaldía. “Cómo podemos hablar de promover el turismo si la calle que conduce a mi hotel es un permanente desastre, no hay andenes, constantemente se forman grandes charcos, aunque hagamos inversiones si no tenemos apoyo es como que nada hayamos hecho”, dijo uno de los dueños de hotel.

Tres grandes problemas planteados que tienen un peso significativo para promover el desarrollo local que hacen referencia a los bajos niveles de participación de la población en los procesos de desarrollo territorial, al divorcio existente entre las instituciones estatales en los espacios de concertación local convocados por el gobierno local y la casi nula gestión en la mejora de condiciones mínimas que favorezcan e incentiven la inversión en el sector turístico.

El papel de los gobiernos locales en el desarrollo territorial rural no es arbitrario. Los procesos de descentralización impulsados en los últimos años, con el traslado de competencias y recursos a los gobiernos locales, son una oportunidad para fortalecer su capacidad de gestión, promover el asociacionismo municipal, colocarlos en posición de responder a las demandas del desarrollo territorial y fortalecer los procesos de democracia local. Aspectos tales como planificación local participativa, ordenamiento territorial, gestión ambiental, gestión de riesgos y la apertura de espacios de participación efectiva de los habitantes en el impulso de los procesos de desarrollo económico local, son elementos relevantes para fortalecerlos y contribuir a crear una condición básica que impulse procesos de desarrollo territorial rural. Al ser vitales en la conformación de los territorios y la proximidad que tienen con los fenómenos que ocurren en él, ofrecen la posibilidad de responder con mayor efectividad a las demandas y necesidades del desarrollo local. Pero para ello requieren de una vinculación estrecha con los actores sociales locales y de los acuerdos que les permitan articular proyectos de desarrollo territorial con la participación de organizaciones sociales, empresas, instituciones del Estado con presencia local y otros actores relevantes según la particularidad del territorio.

La competitividad de un territorio depende no solamente de las empresas, de los equilibrios macroeconómicos y de políticas nacionales activas, sino de cada localidad para encarar su propio desarrollo a través de procesos de concertación público-social-privada. El gran reto a superar es el divorcio existente entre las instituciones del Estado, con presencia local y el gobierno local, marcados por la ceguera partidista que dividen a los ciudadanos entre el fuego de sus dos juegos. Por un lado, tenemos un gobierno local con sello liberal constitucionalista que logra con sus bases la hegemonía en los espacios de participación local y, por el otro, institucionales estatales del poder ciudadano que ejecutan programas sin vincularse en los espacios de concertación local al escapar de sus lineamientos concebidos desde “arriba”.

Las organizaciones sociales locales, los empresarios y los ciudadanos del municipio debemos apropiarnos de la iniciativa para desarrollar el potencial turístico de Nueva Guinea, asumiendo la dirección del proceso y evitando que recaiga en equipos técnicos con presencia temporal. De lo contrario, el esfuerzo y el desarrollo del proceso impedirían lograr transformaciones económicas, productivas, institucionales y sociales para promover desarrollo y bienestar. Es por ello que los pequeños empresarios del sector turístico, al concluir la reunión, asumimos el reto de liderar el proceso para abolirle, desde un inicio, el dañino sello partidista que termina con las posibilidades reales del desarrollo local. Ese es el reto que enfrentamos.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Domingo, 21 de agosto de 2011

viernes, 19 de agosto de 2011

IMÁGENES EN EL ESPEJO


Maybel se levantó temprano, las labores del día lo exigen. La alarma del reloj despertador suena diez minutos antes de las cinco de la mañana. Despierta con la primera llamada, sin reproches. Aún cansada por las labores del día anterior, regresa a su casa de Nueva Guinea, a los días en familia cuando despertaba a sus dos hijos, preparaba el desayuno y los alistaba para ir a la escuelita. Extraña sus juegos, gritos, sonrisas y abrazos. Se levanta y, frente al espejo de la pequeña habitación destinada a la empleada domestica, se inmuta ante al reflejo de su imagen.

Atrás quedaron sus años inocentes, los engaños y la vida festiva de su exmarido, sus hermanas, su padre sepultado en ausencia y su madre. Lágrimas de nostalgia recorren sus mejillas. Imagina a sus hijos en el comedor con su madre sirviéndoles el almuerzo después de su llegada de la escuela. Han transcurrido cinco largos años desde el día que decidió partir hacia España. Se quedó sin empleo, abandonó a José por sus infidelidades, maltrato e interminables borracheras, vendió su casa para pagar deudas y comprar el boleto de ida y vuelta.
           
En periplo desesperado, recorrió varios lugares apoyada por otras amigas que emprendieron el viaje antes que ella. De San José, luego de varias semanas, partió hacia Barcelona con visa de turista, reservaciones de hotel, ochocientos euros y deseos de no regresar. Compartió piso con su amiga Elena quien le ayudó a emplearse por las noches en un “chiringuito” como ayudante de cocina. Manolo, el jefe de cocina, la trató con dulzura y elogios, pero con el paso de los meses, al terminar de lavar los platos, trató de meter manos bajo la falda. La mejilla derecha de Manolo, marcada por el honor de Maybel, fue motivo de risas entre los compañeros de trabajo y la echó a la calle.
           
Recorrió calles, avenidas, parques y plazas hasta el día que contactó a su amiga Soledad de Nueva Guinea. Partió en tren hacia Valencia donde Soledad la esperaba y, luego de dos días, tras leer un anuncio en el periódico, viajó a la Ribera Baja, cerca del mar, donde la contrataron por seis meses como cortadora de naranjas. El verdor del campo, la brisa fresca, el olor a tierra y las relaciones de camaradería que estableció con otras mujeres y hombres latinos en los cortes le permitieron, el los momentos de ocio, vaciar las penas de su corazón. Originarios de países similares, con riquezas en abundancia, malogradas por conflictos sin fin entre grupos políticos que acceden al poder mientras la mayoría de la población se esfuerza en el diario vivir para sostener a sus familias en un medio cada vez más hostil que los expulsa fuera de sus fronteras. Un mismo sueño, las mismas esperanzas truncadas, las mismas causas.
           
La alarma del reloj se detiene. Entra a la ducha, de prisa se asea, se viste con el uniforme verde claro y besa las fotos de sus hijos que mantiene en un pequeño armario. El día anterior fue de paga, saca cuentas y separa de su cartera los doscientos cincuenta euros que enviara a su madre para el cuido de sus hijos. Regresa al espejo, peina su cabello corto y se despide con una sonrisa llena de esperanzas. Afuera la esperan una pareja de octogenarios madrileños y se dirige a la cocina a prepararles el desayuno con su preferido jugo de naranjas valencianas.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Jueves, 18 de agosto de 2011

lunes, 15 de agosto de 2011

FESTIVAL DE BLOGS: A REFLEXIONAR SOBRE MIGRACIÓN

En el mes de febrero recibí la propuesta para unirme al Festival de Blogs de Nicaragua, parte de la iniciativa que impulsa Global Voices en español para incentivar el blogueo y las redes de blogueros mediante el “Festival de Blogs”. Desde ese instante respondí entusiasmado que sí, que cuenten con mi participación.
           
Con el paso de las semanas y meses, volví a ponerme en contacto porque la propuesta se fue enfriando. El tema escogido para el Festival de Blogs es sobre migración y diáspora desde la perspectiva nicaragüense. “Una oportunidad única para escribir sobre este tema”, pensé y, dándole vueltas y vueltas al proyecto, surgieron dos entradas en mi blog desde la realidad caribeña.
           
Una de las entradas se llama Travesía de Sueños, en ella recupero mis viajes diarios al colegio cruzando la bahía de Bluefields en bote desde El Bluff, mi puerto querido, junto a mis amigos de juventud y que hoy, siempre en travesía, muchos han tenido que emigrar en búsqueda de oportunidades. La otra se llama Resplandor de Perlas, un encuentro amoroso que un caribeño migrante sostiene con la diosa negra de sus fantasías de adolescencia; recurre desesperado a ella siempre que regresa a su ciudad de origen, la ciudad embrujada frente al mar caribe.
           
Ahora la cosa va en serio, ya tiene fecha definida. Se ha organizado con el trabajo de otros amigos blogueros, jóvenes entusiastas que han sacado tiempo extra para ello sin ánimo de lucro. Se realizará a partir del 29 de agosto. “La dinámica consiste en que todas las personas que cuenten con un blog activo, publiquen notas, textos, videos, audio, fotos y/o cualquier dato referente a la temática elegida, para luego compartirlo en el blog oficial del evento http://festivalblogsnica.wordpress.com/. El sitio Web del festival fue creado a manera de directorio y contiene enlaces a los blogs participantes.  Para inscribirse pueden escribir al correo electrónico festivalblogsnica@gmail.com, con su nombre y dirección de su blog. De igual forma, se distribuirá la información recolectada mediante redes sociales como Twitter y Facebook, para fomentar la retroalimentación y divulgación de estos espacios alternativos de comunicación”.
           
Muchos se han apuntado, pero miles hacen falta. Desde este espacio los invito a formar parte de esta iniciativa. Reflexionar sobre la migración desde diversas perspectivas, personal, familiar, comunitaria, económica, jurídica, social y con diversos géneros, poesía, cuento, relato, video y fotografía es una oportunidad única para crear conciencia sobre la realidad que se vive con la migración de nuestros hermanos nicaragüenses que, con su esfuerzo, sostienen la economía: más de 800 millones de dólares entraron el año pasado al país como “remesas familiares”, equivalentes al 44% del valor de las exportaciones realizadas en el mismo periodo.
           
Si usted que lee este escrito no tiene un blog, lo invito a crearlo, es sencillo. Visite las paginas de Blogger o WordPress, allí le indicarán los pasos a seguir y podrá unirse. Para no aburrirlos, los dejo con esa idea y me pondré a escribir mi próxima entrada al Blog sobre el tema de migración, para luego compartirlo con ustedes en la página del Festival.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Lunes, 15 de agosto de 2011

sábado, 13 de agosto de 2011

UN DÍA FESTIVO

Esa mañana y el día eran festivos. Detrás del patio de la casa, entre el pozo y el árbol de mango de rosa, junto a un tumulto de inmensas piedras, se elevaban cohetes y reventaban triquitraques que nos hacían despertar y salir disparados de la cama. Desde la ventana de la habitación compartida del segundo piso nos asomábamos, bajábamos corriendo para salir al patio por la puerta de la cocina y unirnos al festejo de pólvora china que el abuelo Felipe y la abuela Manuela acumulaban para la ocasión. Así comenzaba la celebración de nuestros cumpleaños. Hoy, 14 de agosto, llego a los 54 años y ese recuerdo perdura.

Ha sido un largo camino recorrido, con aciertos y errores, con penas y alegrías pero siempre con la mirada puesta en el futuro, en el porvenir. Cuando escuchó a mi mujer hablar de la niñez de mis hijos me quedo en silencio, viajo en cada uno de los detalles perdidos con el corazón entristecido. Recuerdo mis primeros años de alejamiento, de semanas y a veces meses, con sus fotos en una repisa cerca de la cama añorándolos con lágrimas en soledad. Siempre el trabajo se interpuso, con la mochila en la espalda recorriendo diferentes lugares en un ir y venir desesperado, tratando de construir un mundo mejor para otros, se llevaron esos preciosos momentos. Si pudiera retroceder en el tiempo lo evitaría, tomaría otros caminos, pero es imposible.

En el tiempo que me queda tratare que cada día sea festivo, rodeado de mis hijos y nietos. Siempre habrán obstáculos por su superar, pero el recorrido se trata de eso, aun cuando caigamos en el intento, debemos volver a levantarnos con la seguridad de que lo lograremos. Con la lección aprendida, trato de reconstruir cada día esos momentos. Llegaron mis hijos y ahora es el turno de los nietos, una nueva oportunidad. !Salud!

La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
13 de agosto de 2011.

jueves, 11 de agosto de 2011

ESE ENCUENTRO CAMBIÓ SUS VIDAS PARA SIEMPRE


Llegaba los jueves al mercado de la Unión desde la profundidad de la montaña con varias bestias cargadas de quesos, frijoles, maíz, yuca y raicilla. Era buen cliente, siempre acudía a mi puesto a entregarme la raicilla. Fue a inicios de los años de 1990, después de la guerra, cuando me trasladaba con mi marido en los camiones IFA para ganarme la vida y poder mantener a mis dos hijas que estaban chavalitas. La raicilla se la vendíamos a Antonio Obando, un cliente de Managua. Vendíamos de todo: pasta de dientes, desodorante, pastillas de cuajo, baterías, ropita, botas de hule y lo que nos pidieran, porque después de entregar los productos en el mercado oriental, agarrábamos un bus hacia Cholutequita, en la frontera con Honduras. Un gentío llegaba a comprar, eran miles de personas que se habían quedado sin trabajo, doctores, ingenieros, maestros y enfermeras; compraban para luego revender por la falta de trabajo y, metidos en el negocio, lograban sobrevivir. 

    Octavio, ¿cómo se llama el campesino?
    ¿Cuál campesino? —respondió tras el mostrador donde atendía a un cliente.
    Amor, el que nos vendía la raicilla en la Unión.
    No recuerdo, eso fue hace muchos años.
    Cómo se te va a olvidar. Es chaparro, patilludo, con un bigotito fino, un diente de oro le brillaban cuando sonreía y tenía una mirada triste que ocultaba con la visera de la gorra.
    Ya recuerdo, Hilda, se llama Estanislao. No me preguntes por el apellido porque no lo sé —respondió al salir del tramo, se agachó para introducir unos billetes en la bolsa del delantal de Hilda, tomó una silla y se sentó a su lado.

Le confiscaron los quesos que traía a vender a Nueva Guinea, allí donde antes era el mercado, frente a la Policía. Estaba entregándole a un comerciante que tenía el camión parqueado y, de pronto, lo dejaron con las manos vacías. Además de eso —interrumpió Hilda— nos dijo que a toda su familia, sus padres, hermanos y a él, los sacaron de la finca que tenían en San José de Punta Gorda, llegaron los militares y, sin poder evitarlo, los obligaron a salir a pie hasta La Fonseca, montándolos en un camión para trasladarlos a un lugar que llamaban asentamiento. Allí pasaron varios meses en desesperación y una noche, cubiertos por la oscuridad, Estanislao se fugó con dos campesinos hacia un cerro donde los contras esperaban por ellos. “Se hizo combatiente de la contra”, agregó Octavio. Se unió a ARDE y, como conocía estas montañas y era aguerrido, con el tiempo fue ganándose el respeto de los jefes. Cuando se desmovilizaron, le llamaban “comandante”.
           
Antonio Obando vendía la raicilla a unos clientes de Costa Rica. En su casa la seleccionaba, secaba y empacaba para trasladarla a Peñas Blancas, donde la entregaba. En ese negocio le iba muy bien, siempre nos pedía más. Estanislao nos decía que solamente adentrándose en la montaña podía sacar mayor cantidad o cultivándola, pero que carecía del dinero necesario para invertir en eso. Se lo comunicamos a Antonio y, como buen comerciante, vio la oportunidad de invertir.

“Cuando regresen de Cholutequita, me voy con ustedes para Nueva Guinea”, nos dijo entusiasmado. Siempre nos atendió bien. “Es un hombre chelote, alto, ojos claros, con una barba casi roja y usa botas vaqueras”, lo describió Hilda. “Es Estiliano”, agregó Octavio. Se encariño con nosotros porque su hermano gemelo, un teniente del ejército, cayó combatiendo a la contra en estas montañas de Nueva Guinea. “Ustedes son como hermanos para mí, nos dijo después de los primeros viajes que hicimos llevándole la raíz”, dijo Hilda al levantarse para atender a un cliente.
           
El día que salimos con él hacia la Unión llovía desde la madrugada. El camión iba repleto de gente, hasta en la capota iban montados, abriéndose lugar entre la carga por esa carretera en mal estado. Llegamos temprano, acomodamos nuestros productos en el tramito de madera cubierto con zinc, colgamos la pesa y Antonio, luego de ayudarnos, salió a caminar para conocer la colonia. A las siete de la mañana comenzaron a desfilar los primeros campesinos, encapotados, cansados pero alegres y las bestias amarradas en fila, cargadas detrás de ellos con el lodo hasta la panza. Cada uno acudía a entregar los productos a sus clientes y comprar o intercambiarlos por otros de su necesidad. Antonio regresó a las nueve de la mañana, entusiasmado por el espectáculo que descubría y, minutos después, entre las quinientas bestias que se movían, vimos a Estanislao.

    Lo recuerdo como si lo estuviera viendo —dijo Hilda al regresar.

Se acercaba sin prisa, con el diente de oro brillando en su sonrisa. El capote cubría su gorra, su mirada triste. Al acercarse al tramo enmudeció, tomó las alforjas llenas de raicilla, las tiró al suelo y se retiró de prisa con un arriendo fuerte y desesperado que casi desboca al caballo. Quedé sorprendida, nunca se había comportado de esa manera. Antonio preguntó qué pasaba, por qué se había ido de esa manera sin hablar del negocio, y sin poder darle respuesta, convenció a Octavio para ir en su búsqueda.

    Lo encontramos en la cantina que quedaba al salir de la colonia hacia San Ramón —continúo hablando Octavio.

Estaba solitario, bebía ron y la mirada la tenía clavada en el piso de tierra. Antonio pidió dos cervezas, nos acercamos a él con dos bancos de madera y, al sentarnos a su lado, los presenté. Levantó la cabeza, fijamente miraba a Antonio con los ojos cubiertos de miedo como quien ve a un fantasma, sus manos temblaban y, sin poder sostener la botella, la dejó caer en el piso. Se quedó en silencio por unos minutos y de pronto comenzó a hablar.
           
Fue en una emboscada, era de tarde, dijo Estanislao después de levantar la botella y tomarse un largo trago. Teníamos más de cuatro horas de estar escondidos en el cerro, cubiertos detrás de unas piedras. La tropa de cachorros avanzaba a paso guerrillero y, al entrar en la hondonada, se entabló el combate que duró poco. Ellos eran unos treinta y nosotros más de cien. Las balas que les llovía provocaron su desbandada, corrían desesperados en distintas direcciones. Al terminar la balacera ya nos retirábamos y, al bajar del cerro, escuché los lamentos de uno con grados de teniente que sangraba del estómago y del hombro izquierdo. A los pocos minutos dejó de respirar. Los postas ubicados en distintos puntos de la montaña no observaron refuerzos y decidimos retirarnos sin prisa. Avanzamos unos doscientos metros y, sin motivo, detuve la marcha. Regresé con diez hombres a sepultarlos en el pie del cerro, junto a unas piedras. El herido que encontré sangrando era igualito a vos, así, alto, chele, ojos claros, barba rojiza, idéntico. Al verte, clarito escuché sus lamentos.
           
Antonio se levantó, su rostro emocionado resplandecía en aquella cantinita oscurecida por la intensa lluvia. Salió como sonámbulo, pensé que no regresaría y, al despedirme de Estanislao, ya saliendo hacia el tramito donde esperaba Hilda, vi que regresaba con otro semblante en su rostro. Ese era mi hermano, dijo de pie frente a Estanislao. Nunca supimos de su cuerpo, solamente nos dijeron que había muerto en combate en las montañas de Nueva Guinea. Yo estaba inquieta porque nunca regresaban, agregó Hilda. Los miré caminar sobre el lodazal a paso lento, no conversaban y, al llegar al tramo, Antonio se había olvidado del negocio de la raicilla, mientras Estanislao esperaba inquieto sus palabras. Necesito que me lleves a ese cerro, dijo Antonio.
           
Regresó a Nueva Guinea la siguiente semana. Estanislao lo esperaba en la parada con nosotros. Al bajarse del bus, caminó de prisa a nuestro encuentro y se abalanzó sobre Estanislao con un fuerte y largo abrazo. En el lugar que Estanislao enterró a su hermano gemelo hay una linda cruz que bajó del bus y tenía escrito: “Gracias, Estanislao por reencontrarme con mi familia”. Se hicieron amigos muy cercanos y emprendieron el negocio de la raicilla que, por sacos, llevábamos al puesto de Antonio en el mercado oriental. Siguen trabajando juntos, comercializan queso y han comprado varias fincas en las que engordan novillos.
           
La mirada de Estanislao se transformó, desapareció lo sombrío y triste —agregó Hilda—. La última vez que lo vi, hace varios años, sus ojos brillaban y caminaba alegre, con pasos seguros. El encuentro que tuvieron en la cantinita de La Unión cambió sus vidas para siempre.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Lunes, 01 de agosto de 2011.

martes, 9 de agosto de 2011

JUIGALPA ES MÁS QUE UNA FIESTA DE TOROS

Barrera de Juigalpa. Foto: F. Belén S. Abaunza
Desde el Jueves 11 hasta el lunes 15 de agosto, el propio día de su Santa Patrona, la virgen de la Asunción, los juigalpinos en particular y todos los Chontaleños en general, celebran las esperadas fiestas patronales. Es una tradición que data de muchos años y orgullo de Nicaragua entera. Los mejores montadores y campistos, los hacendados dueños de toros y la inmensa mayoría de la población tiran “la casa por la barrera”.

Es una fiesta pagana y a la vez sacra, en la que conviven lo religioso y lo mundano. Todo se da a la perfección. El comité de fiestas, que en los últimos años es convocado por la Alcaldía Municipal, se encarga de organizar los diferentes eventos que le dan el esplendoroso colorido a estas fiestas que, para orgullo chontaleño, son las mejores del país. Historia sobre ellas y sus protagonistas hay muchas: de sorteadores, de montados, de toros indomables, formando parte de la cultura chontaleña que se va transmitiendo de generación en generación. Esta riqueza ha sido plasmada en cuadros de pintura y libros de ilustres escritores chontaleños.

Una semana antes, por lo general, se comienza a visualizar la alegría de los juigalpinos; alrededor del parque central se instalan puestos de ventas de artesanías, calzado, vestuario, de todo y dos ferias se desarrollan para el disfrute de la población que busca adquirir artículos de consumo personal al mejor precio. El desfile de los hípicos es uno de los mejores del país, acuden diestros jinetes que muestran caballos de raza y sus habilidades para el disfrute de la población, acompañados por la magia de carrozas y música al son de chicheros. Desde que sale la primer “diana”, a las cuatro de la mañana desde el parque central, se rompen las fiestas con un tumulto de juigalpinos que recorren las principales calles de la ciudad bailando al son de chicheros y bebiendo el abundante “morir soñando” que, almacenado en pichingas, reparte de manera generosa el comité de fiestas. Luego la gigantona y el toro huaco salen de la casa del presidente de las fiestas y se realiza el tope de los toros, saliendo junto a la virgen que entra en la Catedral y los toros a la barrera. Todos buscan el programa “clandestino” de las fiestas, en el que de manera satírica y a veces ofensiva se plasman acontecimientos oscuros que en lo cotidiano se murmura de ciertos ciudadanos y ciudadanas, desde el más borracho hasta el más ilustre, pero en las fiestas se da la oportunidad de sacarlo a luz pública.

La añoranza de estas fiestas palpita en el corazón del chontaleño que se encuentra fuera de su natal Juigalpa, ya sea en otra zona del país o en el extranjero. Son miles de chontaleños los que celebran aun fuera de Juigalpa, reuniéndose con sus coterráneos para alimentar ese espíritu fiestero. Familias enteras regresan con sus ahorros a festejar y retornan con el orgullo ampliado de ser chontaleño, haciendo realidad las frases “Chontales es bello” y “los ríos son de leche y las piedras son cuajada”.

Amerrisque. Foto: Alcaldía de Juigalpa
Luego de las fiestas, la ciudad queda desolada, con difuntos que fueron embestidos por los furiosos toros, pero con su chontaleneidad acrecentada. El orgullo del éxito y el esplendor, así como de los dividendos que ha dejado para hacer obras de beneficio social, también queda. Es una gran capacidad organizativa que debería ser permanente en la ciudad que admira y a la vez es protegida por la inmensa cordillera de Amerrisque.

Ese empeño de montar tan exitosas fiestas debe ser rescatado y creciente para atacar los males que aquejan a la ciudad: la inseguridad, el combate a la delincuencia que en los últimos años se ha manifestado en grupos de pandilleros que deambulan por las calles realizando actos delincuenciales, así como la proliferación del consumo de drogas, son algunos de los males que aquejan a la bella ciudad y a sus ciudadanos. Esa alta disposición de juntarse y soñar juntos la ciudad, que se va en el corazón con el son de chicheros al terminar las fiestas, debe ser capitalizada para construir cada vez más una mejor Juigalpa.


Ronald Hill Álvarez
La Colina
Nueva Guinea, RAAS. Nicaragua
hillron@hotmail.com

sábado, 6 de agosto de 2011

POLLUELOS DE SARGENTO EN SU NIDO

Entre ramas y hojas descubrimos este nido de polluelos del pájaro Sargento de color negro y parte del dorso y la cola rojo. Estaban hambrientos y sus padres enojados revoloteando alrededor en estado agresivo.





La Colina
06 de agosto de 2011

miércoles, 3 de agosto de 2011

LOS RONCOS TAMBORES DE LA AUTONOMÍA

Más de dos décadas han transcurrido desde la aprobación del Estatuto de la Autonomía para las Regiones Autónomas de la Costa Atlántica de Nicaragua. Su logro fue un proceso largo, rico, lleno de voces de diferentes grupos étnicos y líderes comunitarios cansados del abandono, la miseria y explotación foránea de sus recursos naturales, de las luchas interétnicas y de una guerra devastadora que desarticuló el tejido social comunitario, nublando el horizonte del porvenir y los sueños ancestrales de una vida en paz, libertad y armonía.

La Autonomía es real, no es un susurro que recorre la costa caribeña; es un proceso que día a día se construye con aciertos y errores. Muchos fundamentan sus argumentos en los errores con prosas marcadas por el desprecio, con eufemismos y descalificativos, llamando traidores a los que han jugado un rol protagónico, tanto ayer como hoy, en el proceso que marcha en el marco de la Ley; sueñan los mismos sueños, pero desde perspectivas distintas, en mundos diferentes, paralelos, adjudicándose la verdad y la visión iluminada que devela el camino en sus manifiestos.

Mejorar, enriquecer, cambiar el curso de la historia autonómica, solamente se logrará con la participación directa, asumiendo una actitud positiva, creadora, innovadora. Muchos sueñan que los diferentes pueblos de la costa caribe se levanten en hordas de exterminio al ritmo de roncos tambores, cortando cabezas a su paso, manchando los colores de la autonomía con sangre de hermanos, recuperando y confiscando tierras en uso productivo para vivir del usufructo ajeno, declarándole la guerra al Estado Nacional, aboliendo las instituciones autonómicas, expulsando a los partidos políticos para convocar a una asamblea de líderes y emprender un autogobierno que recupere la autonomía económica y administrativa, poniendo fin al “colonialismo nacional”. Suena alarmante, sombrío, pero en sus mentes, tras sus manifiestos con lenguaje sutil, es el escenario que desean: regresar a las primeras tribus que poblaron las Regiones Autónomas, donde se erigirán como los nuevos chamanes, sanadores de los males que aquejan a los pueblos caribeños.

Con la participación activa, inmersos en el proceso autonómico, haciendo valer las leyes, mejorándolas, inventándolas, construyendo los peldaños necesarios, se podrán alcanzar los sueños de la Autonomía. La juventud de la costa caribeña tiene en sus manos la oportunidad de hacerlos realidad, son el relevo histórico de aquellos primeros hombres y mujeres que se involucraron decididamente en ese viaje que no llega a su final.

El pueblo caribeño merece un futuro mejor. Los caminos para lograrlo están llenos de obstáculos, de contradicciones propias de un proceso complejo que busca alcanzar la unidad en la diversidad donde la demarcación de las tierras es clave para el desarrollo económico de las Regiones Autónomas. En un territorio demarcado y titulado, diferentes grupos viven en armonía, reconocen que el otro tiene iguales derechos sobre la tierra y conviven bajo distintas formas de propiedad, desde la comunal hasta la individual, respetando sus raíces culturales. Ese territorio se construye únicamente a través del dialogo entre pueblos hermanos y vecinos para llegar a acuerdos. El problema de las tierras y su demarcación debe dejar de verse como una responsabilidad del Estado, es un problema de todos y debe ser asumido como tal en mesas del dialogo y entendimiento donde no hay perdedores. Con límites y territorios impuestos no hay Autonomía, no hay estabilidad duradera.

Mejorar y profundizar la Autonomía solamente se logrará participando en el proceso; mezclándose en sus caudales, empapándose de sus aguas y, emergiendo desde sus profundidades con cambios de actitud, se podrá avanzar hasta alcanzar lo deseado por todos, sin exclusiones, sin la ceguera partidista que obstruye el porvenir. En el camino de la autonomía muchos desesperan, pero en ellos, hasta los nuevos chamanes tiene su lugar; sentados alrededor de la fogata autonómica, entre sus destellos, que levanten la voz al ritmo de sus roncos tambores para lograr el desarrollo en armonía de los pueblos caribeños.



Ronald Hill A.
La Colina
http://hillron.blogspot.com
Nueva Guinea, RAAS
Viernes, 29 de julio de 2011.