martes, 12 de febrero de 2013

ENJABONARSE SIN HACER ESPUMA


Los días lluviosos, nublados, ventosos, no son mis preferidos. Doy vueltas y vueltas siguiendo las cuatro paredes porque ni a los corredores puedo salir. Todo se torna húmedo; la tierra está embebida, las hojas de los árboles abatidas, el piso helado, el agua fría, los perros acurrucados en nudo, la lora no habla ni silba, los pájaros no cantan y las gotas de lluvia sobre el techo de zinc ahogan todo alrededor.

    ¿¡Ya te bañaste!? —pregunta ella con la toalla en mano como que descubriera lo que pienso.
    No, hay mucho frío —respondo.
    Apúrate, pareces chavalito —exclama, dando la vuelta.

No voy a ningún lado, por qué dice que me apure. Te imaginas el baño con la ducha caliente inservible y el agua fría en la pana cayéndote encima. Enjabonarte sin hacer espuma es como jugar sin ganas de hacerlo, sólo por compromiso, porque te vean, por parecerte a otros, por sacar ventaja de algo o de un lugar que no es el tuyo.

 Veo su figura que pasa por el pasillo y no dice nada más.

    Regálame un cafecito —le digo.

No contesta, sale y cierra la puerta. Enjabonarme sin hacer espuma no me gusta. Es raro, es como jurar lealtad hasta entregar tu propia vida por una causa que no es justa, a una bandera diferente, a un país ajeno. Enjabonarme sin hacer espuma es como vivir sin vivir.

    Tomá tu cafecito —dice poniendo la taza humeante en la mesa, a la orilla del teclado.
    Gracias, qué haría sin vos.
    Pasar todo el día sin bañarte —responde mostrando la calentadora de agua en sus manos.
    Y eso, le pregunto.
    Que estás escribiendo, pregunta.
    Sobre la lluvia, respondo.
    No te creo —dice y se aleja.

Enjabonarme sin hacer espuma es como mirar los toros desde el palco de la barrera, ver correr la sangre, pegar gritos y sólo hacer bulla. Cuando te enjabonas sin hacer espuma no quedas limpio, sos culpable de tu propia mezquindad convertida en necesidad para aparentar lo que al final te engaña.

    ¡El agua está hirviendo!, ¡ya está en la tina!, grita desde el baño.
    Gracias, me salvaste una vez más, respondo.

Camino al baño, veo la toalla colgada en la cortina, el jabón y el shampoo sobre el banquillo y la tina que humea agua caliente. Me enjabonaré una vez más haciendo espuma gracias a ella.