sábado, 10 de junio de 2017

AL RITMO DE LAS VACAS


Camina sin prisa porque sabe que va a llegar y nadie desespera en su espera. Deja que las vacas se desplacen al paso que desean mientras observa lo alto de las ramas en busca de un pájaro aguador.

¿Cuántas ordeñan? Son poquitas, unas cinco, suficiente para las cuajadas de la casa y la leche de mis hermanitos.

¿La ponen a cocer? Sí, cocida y con un poco de canela, así nos encanta.

¿Y antes? Sólo nos daban un poquito, un vasito nada más porque toda la vendían. Ahora nos dan hasta arroz de leche, siempre con las rajitas de canela que me mandan a cortar al fondo del patio.

¿A quién se la vendían? A los vecinos y en el pueblo, pero ahora mi papá dice que no vale la pena, está botada y la quieren regalada, sale mejor que nos empachemos nosotros y que se mamen los terneros.

¿Por qué está botada? Dice mi papá que por lo de siempre, aunque unos dicen que es por la lluvia tempranera que provoca el golpe de la leche. Yo no entiendo cómo nos puede golpear la leche si es una bendición de Dios. Mi papá dice que son mañas de los dueños de las planta de acopio porque siempre nos hacen lo mismo como si no fuéramos nosotros los que les entregamos leche, nos tratan como si fuéramos sus enemigos. Pero también dice que el gobierno tiene culpa porque deja que hagan lo que quieren con nosotros como si no fuéramos de este país, no nos defiende para nada.

¿No vas a la escuela? Si voy, pero hoy es sábado.

¿Y vas a pasar mañana? Siempre, todos los días paso por la mañana.

¿Qué quieres ser cuando seas grande? Cualquier cosa, tal vez maestro porque no quiero vivir como mi papá, el pobre vive de la esperanza y siempre sale mal en sus negocios, nada le sale bien, ni los frijoles, ni la yuca, ni la leche. Así no quiero vivir. ¡Miré, se metieron en aquel callejón!

El niño corrió detrás de ellas, las arreó nuevamente por el centro de la carretera y me dijo adiós de manos al seguir el camino hacia su casa, sin prisa, al ritmo de las vacas.