sábado, 16 de abril de 2011

HAMBRE DE LIBERTAD

Cayos Perlas. Foto Atlantic Tours. 
La pizarra acrílica colgada en la pared del fondo mostraba esquemas, gráficos, matrices y trazos coloreados en azul, verde y negro; resplandecía por los últimos rayos de sol en la blanca habitación, impregnando de luz los papelógrafos colgados en las paredes laterales con cinta adhesiva. Sillas desordenadas alrededor de la mesa, tazas de café vacías, ceniceros llenos, papeleras repletas de hojas arrugadas y escritorios apiñados en un extremo eran testigos de lo ocurrido. Al entrar inhale el aroma denso, mezclado de tabaco, café y alcohol de tinta; la riqueza de las pláticas aún se percibía en el pequeño espacio, ahogado por los deseos.

Dije buenas tardes y no tuve respuesta. Atraído por la pizarra caminé hacia el fondo y observé con detenimiento la riqueza de los detalles. Nombres de comunidades que había olvidado —Halouver, Brown Bank, Raitipura, Kakabila, Orinoco, Marshall Point, Tasbapounie— ordenadas numéricamente, combinadas con fechas, actividades, personal y presupuesto garantizado. Hipnotizado volví la mirada a las paredes descubriendo el orden correspondiente de los papelógrafos con las comunidades indicadas en la pizarra y el desglose a nivel de detalles; siembra de piña, construcción de preescolares, pozos, puentes peatonales, letrinas, reparación de muelles, talleres de capacitación y reuniones comunitarias. ¡Que exquisitez! pensé y la incertidumbre desapareció, el plan estaba elaborado. Tuve la sensación de estar invadiendo espacio ajeno, salí de prisa y, al bajar las gradas, escuche mi nombre desde el fondo del patio.

    ¡Llegaste justo a tiempo, hermano! —dijo Carlos—. ¡Te estamos esperando!
    Ya sabes como es el viaje, primero por tierra y luego tuve que tomar dos pangas —respondí al estrecharnos las manos.
    Vamos, nos esperan. La reunión con los líderes comunitarios está por empezar —dijo y caminamos hacia la escuela.

Antes de entrar a la reunión fui presentado al equipo de campo, volvía a encontrarme con Johnny y Dolene después de muchos años. De inmediato fui acogido con calor caribeño ante las miradas expectantes de Carlos y Chepe León. Los comunitarios estaban sentados en los pupitres alrededor del aula y, mientras Carlos explicaba el trabajo de la organización, — trabajamos por construir un mundo justo a través de la solidaridad, los niños y las niñas son los principales sujetos, promovemos el desarrollo comunitario integral, nuestro compromiso es de largo plazo, no inventamos nuestro trabajo porque surge de las necesidades que ustedes prioricen en sus comunidades, el compromiso debe ser mutuo— Johnny traducía al idioma inglés facilitando la comunicación, agregando palabras propias al medio.

    Es la primera vez que escucho esas palabras alentadoras, me gusta como trabaja su organización —dijo uno de los líderes en inglés.

El ambiente tenso se transformó, las sonrisas afloraron en los rostros, la ebullición de los ánimos se convirtió en deseos por iniciar de inmediato el trabajo en las comunidades y, al concluir la sesión, se despidieron con la esperanza de convertir sus sueños en realidad.

Luego de alojarnos en Lodge Green me cautivó el calor humano de Wesley y su esposa, el sabor anhelado de la comida caribeña hecha en casa, el trato abierto y sincero como amigos de siempre que se reencuentran. Después de cenar salimos al patio, nos acomodamos en las bancas ubicadas en la arena bajo los frondosos árboles de aguacate y conversamos hasta altas horas de la noche.

A las siete de la mañana partimos con Ray hacia los Cayos Perlas. Salimos por Set Net Point al mar Caribe y una hora después estábamos en los paradisíacos cayos, un archipiélago majestuoso, aún virgen, refugio de pescadores que recibe en sus arenas blancas a miles de tortugas que desovan en ellos. Igual a los cayos de Utila, pensé. Aguas mansas color turquesa invitaban a sumergirse en ellas. Los termos y la comida para la ocasión fueron acomodados bajo la sombra de cocoteros y los tragos de ron con agua de coco no se hicieron esperar.

Con el agua cálida arriba de la cintura hicimos un círculo donde los planes de la pizarra y los papelógrafos fueron expuestos, la mejor forma de compartirlos, dialogarlos e intercambiar ideas a futuro para renovar compromisos. Cañal, el panguero, se transformó en un mesero de playa que atentamente rellenaba los vasos vacíos.

    ¿Y el problema de la desnutrición infantil? —preguntó Carlos en su condición de médico.
    Desnutrición infantil aquí no hay —respondió Ray mientras con Carlos y Chepe León intercambiamos miradas, sorprendidos.
    Explíquenos —dijo Carlos.
    Mira, la gente de las comunidades siembra yuca, plátano, arroz y comen pescado —dijo Ray saboreando su trago y agregó — Esa es la mejor comida, la más nutritiva.
    ¿Estas seguro? —insistió Carlos.
    Sí hombre, los peces comen chacalines y camarones. Las familias consumen bastante pescado —razonó Ray y agregó — Aquí hay otro tipo de hambre.
    ¿De que tipo? —preguntó Chepe León.
    Hombre, la gente tiene hambre de libertad —respondió Ray con seguridad.
    ¿Pero como podemos eliminarlo? —preguntó Carlos.
    Trabajando por los derechos de los pueblos de la Costa, apoyando la Autonomía —respondió Ray.

Esa conversación sostenida en las aguas de los Cayos Perlas marcó para siempre nuestra relación y me permitió descubrir, luego de visitar en diversas ocasiones cada una de las comunidades, los anhelos de libertad de los habitantes de la cuenca de Laguna de Perlas.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
hillron@hotmail.com
Viernes, 15 de abril de 2011