En el patio de mi casa disfrutamos los aromas y vistosidad de las flores; hay de diversos tipos, la mayoría comunes en este ambiente de trópico húmedo. La florescencia es constante, puesto que unas plantas florecen en el periodo seco y otras en el lluvioso. Los pájaros y las mariposas las disfrutan igual que nosotros.
Por las mañanas, como en un concierto musical, el canto de los pájaros llena nuestro espacio. Cada especie canta con sus sonidos y ritmos característicos. Un pájaro llamado “pájaro gua” es insoportable en el periodo seco, porque canta alucinado pidiendo agua, de allí el nombre que le dan los campesinos; al caer las primeras lluvias se calma y su canto desaparece. Al oírlo cantar, gua, gua, gua dicen que “está pidiendo agua”.
De las flores hay una muy particular: crece todos los años al inicio del periodo lluvioso; emerge de la tierra y, posteriormente, alrededor de ella, surgen varios tallos de un arbusto que llamamos “boa” por el color parecido que tienen a ese reptil. Con el paso de los días, la flor crece y se abre. Al desprender las capas que la cubren deja al descubierto un tallo en el que crecen a su alrededor esporas, unos puntitos blancos.
Esa flor no es visitada por los pájaros ni por las mariposas. No desprende un aroma exquisito, sino un olor pestilente, un olor ha podrido que únicamente atrae a las moscas para que realicen la polinización. He tratado de buscar su nombre científico en Internet, bajo el criterio de búsqueda “la flor del mal olor”, y los resultados me llevan a varias páginas, pero ninguna parecida a esta: no es la flor gigante que aparece en los resultados de búsqueda.
Al notarla, mi mujer dijo: “ya viste, nuevamente está saliendo la flor de la boa”. “Sí, le respondí, también apesta”. No creía, hasta que un día de estos, cuando la flor había crecido, sintió el olor. Al día siguiente, el olor era insoportable, un olor a animal en estado de descomposición que inundaba todo el patio, la casa, las habitaciones y el restaurante. La cortó de un machetazo, la metió en una bolsa de plástico y la tiró en el fondo del patio. Después me dijo que buscara qué hacer con ella porque seguía sintiendo el olor apestoso.
Les dejo las fotos por si alguno de ustedes logra identificarla. Si quieren tenerla como curiosidad en su jardín o enviársela de regalo a alguna suegra mal portada les puedo guardar unos hijos de los tallos. Me avisan.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Martes, 12 de julio de 2011