miércoles, 28 de diciembre de 2011

EL PICAPEDRERO

Un día estaba escribiendo una historia de esas que a muchos de ustedes les gustan, con todas las cositas necesarias para embrujarlos desde la entrada: una buena trama con los personajes idóneos, con sus debilidades y fortalezas, enfrentados en una lucha feroz donde solamente uno de ellos podía ganar. Llegó un momento en que cobraron vida, me quedé sorprendido: no encontraba el final. Trataba de concluirla de diferentes maneras, empujando las palabras, girándolas, volteándolas para encontrar esa chispa que provoca la magia para conseguir un cierre digno y me di cuenta que no acertaba. Se rebelaron en mi contra. Me di cuenta en ese momento que debía dejar de escribir. Y lo hice.
           
Con calculadora en mano, me doy cuenta que he contado muchas historias, algunas buenas, otras regulares y muchas malas. Es normal, escribir no es fácil. De un pasatiempo se ha convertido en una adicción. No puedo dejar de escribir en este blog, pero voy a hacer el intento. No crean que escriba de gratis, no. Tiene un costo y muy alto. Ahora que llegamos a diciembre, un mes mágico, voy a tomar unas vacaciones. No voy a Cancún ni a Nueva York, no voy a ningún lado, pero me voy de vacaciones. Me voy contento, hago una pausa para meditar cómo voy a hacer para lograr lo que me propongo el próximo año.

Algunos dirán qué diablos importa lo que hagas con tu vida, pero debo comunicárselos, porque de eso se trata esto: mantener el hilo de la nuestra. Tengo planes y son maravillosos. No, trabajar ya no, trabajé desde los 18 años y a esta edad, aunque no lo crean, me ofrecieron un trabajo de jefe a nivel nacional de un proyecto financiado por una organización de las Naciones Unidas y, aunque la paga era súper tentadora, lo rechacé desde la entrada. Problemas, envidias, cizañas, puñaladas por la espalda, serruchaderas de piso, enemigos gratis, ya no. Suficiente, ¿verdad?

Siempre he sido maestro y volveré a serlo, creo que al final ese es mi mejor perfil. Fíjense que en estos días unos clientes hicieron un taller de tres días y se hospedaron en mi negocio; para que no se durmieran en el taller, inventé la dinámica de leerles mis historias, mis mentiritas casi ciertas y diario les leía, una en la mañana y otra por la tarde. Se fueron encantados y por la atención que brindo. Pero mayor fue la satisfacción que yo tuve. Es increíble, escribir las historias y que ustedes las lean es genial, pero que yo lea las historias que escribo es otra cosa, no tiene precio, es inspirador, revelador. Me dedicaré un parte del año a provocar, a entusiasmar, a contagiar a otros a que cuenten sus historias.
           
También voy a seleccionar, mejorar y editar las más de 170 entradas que tengo en este blog, agregando unas chispeantes, para regalarles en el próximo año un librito. Sí, ya lo sé, voy a necesitar reales para ello, pero los reales al final salen sobrando. ¿Qué difícil? Ya lo sé, pero si necesito la ayuda de ustedes se los comunicaré. Dicen que todos debemos hacer tres cosas importantes en la vida: formar una familia, construir una casa y escribir un libro. Ya tengo las dos primeras, intentaré lograr la tercera.
           
Estaré bastante ocupado, espero que la tentación de escribir en este blog no supere lo que me propongo porque tengo un plan grande; y me voy a focalizar en ello. Como dijo Juan Carlos Onetti… “Cuando un escritor pide a la literatura algo más que los elogios de honrados ciudadanos que son sus amigos, podrá verse obligado por la vida a hacer cualquier cosa, pero seguirá escribiendo. No porque tenga un deber a cumplir consigo mismo, ni una urgente defensa cultural que hacer, ni un premio para cobrar. Escribirá porque sí, porque no tendrá más remedio que hacerlo, porque es su vicio, su pasión y su desgracia”. Si la nostalgia me invade hasta enloquecerme como el encadenado que pica piedras, siempre los buscaré.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Miércoles, 28 de diciembre de 2011