Con vos, él, ella y aquellos
me identifico
por varios motivos.
Venimos de las mismas tribus,
los mismos héroes de épicas batallas,
las mismas luchas, los mismos pioneros,
los mismos mártires que día a día se multiplican.
Hablamos inglés creole
y un español impuesto
que pretende dominar
nuestro ancestral espíritu guerrero.
Sin importar color o religión,
jugamos los mismos juegos de niños,
reventamos piñatas el día de cumpleaños,
nos escapamos juntos al pool, al río,
cortejamos en los mismos espacios nuestros amores.
Comemos riquezas del mar,
rondón, rice and beans con coco y patti,
aroma y sabor de chile de cabro.
Bebemos Ginger beer,
fresco de Ibo y ron.
Usamos la misma vestimenta.
Elogiamos la vida al llegar la lluvia,
fertilidad de la madre tierra,
bailando con alegría
al sonoro ritmo de tambores
alrededor de un árbol cortado
y con cintas multicolores adornado.
Vivimos y gozamos de un mismo territorio,
historia, leyendas y lógica que nos explican la vida.
Sabemos cuando la faena de pesca será buena,
cuándo es tiempo de siembra y cuándo tiempo de cosecha.
Un mismo mar,
un mismo sol,
un mismo cielo,
las mismas estrellas,
la misma luna.
Me identificó porque, para celebrar,
nos emborrachamos,
deambulamos abrazados por la playa;
rezamos al mismo Dios,
ponemos velas a los mismos santos.
Sufrimos las mismas derrotas,
las mismas penas que se reiteran día a día;
la guerra acabó con nuestros padres,
tíos, tías, hermanos, hermanas,
primos y primas.
El huracán se llevó nuestras casas,
la lluvia inundó los sembradíos,
los poderosos pretenden quitarnos autonomía.
Me identifico porque un día me dieron la mano,
para pescar, me dieron cuerda y anzuelo.
Me enseñaron a navegar en la mar,
me prestaron el arado,
ayudaron a levantar mi casa.
Me identifico con vos, él, ella y aquellos;
fuimos, somos, seguiremos siendo
lo mismo.
Ronald Hill A.
Bluefields, RAAS.
Lunes, 23 de enero de 2012