Siempre acudía a
su carnicería, una de las cuatro que existen en el pueblo, pero repentinamente
la cerró y despareció por varios años. Era insistente, al pasar arriando las
vacas que iba a destazar, me ofrecía los lomos, el mondongo, el hígado, los
riñones y la lengua.
Por eso acudía a su carnicería, era un buen vendedor, sabía su negocio. Y allí, en su carnicería, la que abrió después que entró nuevamente en el negocio, hace unos dos años, admiraba su destreza con el cuchillo, un cuchillo que brillaba por el filo que tenía, rebanando los distintos cortes que pedía. Nunca lo vi hacer medios cortes, nunca se equivocaba en la cantidad, la pesa lo confirmaba con exactitud. Sabía su negocio y, en el de carnicero, la experiencia en los cortes apoyada con un buen cuchillo, no dejaba dudas de ello.
Desde la última vez que estuve en su carnicería lo noté cansado, medio triste, ya no era el mismo hablador y chilero. Pensé que las cosas no le iban tan bien en su negocio porque meses atrás la policía se lo cerró por andar comprando carne de vacas robadas y perdió la clientela.
Hasta ayer tuve noticias de él. Por la radio me di cuenta y luego lo vi por la televisión local. Se cansó de destazar vacas y chanchos, con el cuchillo que yo lo admiraba haciendo los cortes, destazó a su mujer. Lo vi casi todo, lo que resultó después, por la televisión. La mujer quedó viva pero con las vísceras expuestas, colgadas. Debió usar el mismo cuchillo, pensé. La destazó por celos. “Yo se lo dije”, declaró a los periodistas, “Sí seguís, ese va a ser el último”. “Ni siquiera quería untarme zepol en las rodillas”.
Clemente se pasó del límite. Se convirtió en destazador de mujeres. “Sí, porque no voy a decirte que sí, estoy arrepentido”, “que me lleve el diablo”, dijo a los periodistas camino a la celda, con las manos esposadas. Como la gente es habladora, ya sabes como es, pueblo chiquito infierno grande, andan comentando que él fue el que envenenó a su exmujer y que deberían de procesarlo también por eso.
Por la noche me puse a ver las noticias en los noticieros televisivos nacionales. Mejor no te sigo contando, de diez noticias que pasaron, sin considerar la del temblor en Costa Rica, ocho de ellas fueron sobre maltrato y asesinato de mujeres. Una cosa es que lo diga, pero verlo es otra, te da rabia, al menos a mí, me hierve la sangre de ver a tantos cobardes que se ensañan con las mujeres, lo mismo que esos noticieros champú que pagan para que los llamen y tomar esas escenas “en primicia” que después motivan a otros a seguir haciéndolo. Debería de cerrarlos de por vida al igual que a los cobardes que cachimbean a las mujeres.
Por eso acudía a su carnicería, era un buen vendedor, sabía su negocio. Y allí, en su carnicería, la que abrió después que entró nuevamente en el negocio, hace unos dos años, admiraba su destreza con el cuchillo, un cuchillo que brillaba por el filo que tenía, rebanando los distintos cortes que pedía. Nunca lo vi hacer medios cortes, nunca se equivocaba en la cantidad, la pesa lo confirmaba con exactitud. Sabía su negocio y, en el de carnicero, la experiencia en los cortes apoyada con un buen cuchillo, no dejaba dudas de ello.
Desde la última vez que estuve en su carnicería lo noté cansado, medio triste, ya no era el mismo hablador y chilero. Pensé que las cosas no le iban tan bien en su negocio porque meses atrás la policía se lo cerró por andar comprando carne de vacas robadas y perdió la clientela.
Hasta ayer tuve noticias de él. Por la radio me di cuenta y luego lo vi por la televisión local. Se cansó de destazar vacas y chanchos, con el cuchillo que yo lo admiraba haciendo los cortes, destazó a su mujer. Lo vi casi todo, lo que resultó después, por la televisión. La mujer quedó viva pero con las vísceras expuestas, colgadas. Debió usar el mismo cuchillo, pensé. La destazó por celos. “Yo se lo dije”, declaró a los periodistas, “Sí seguís, ese va a ser el último”. “Ni siquiera quería untarme zepol en las rodillas”.
Clemente se pasó del límite. Se convirtió en destazador de mujeres. “Sí, porque no voy a decirte que sí, estoy arrepentido”, “que me lleve el diablo”, dijo a los periodistas camino a la celda, con las manos esposadas. Como la gente es habladora, ya sabes como es, pueblo chiquito infierno grande, andan comentando que él fue el que envenenó a su exmujer y que deberían de procesarlo también por eso.
Por la noche me puse a ver las noticias en los noticieros televisivos nacionales. Mejor no te sigo contando, de diez noticias que pasaron, sin considerar la del temblor en Costa Rica, ocho de ellas fueron sobre maltrato y asesinato de mujeres. Una cosa es que lo diga, pero verlo es otra, te da rabia, al menos a mí, me hierve la sangre de ver a tantos cobardes que se ensañan con las mujeres, lo mismo que esos noticieros champú que pagan para que los llamen y tomar esas escenas “en primicia” que después motivan a otros a seguir haciéndolo. Debería de cerrarlos de por vida al igual que a los cobardes que cachimbean a las mujeres.
Miércoles, 24 de octubre de 2012