He transitado caminos diferentes: por caminos secos, cubiertos de polvo y pétalos de flores rojas y amarillas de árboles sembrados a sus lados; por caminos húmedos, chirres y fríos con el sol parpadeando sobre la copa de los árboles en su intento por calentarlos; por caminos cortos e inclinados; por caminos llanos en zigzag. Si en el caminar hubiese anotado los kilómetros recorridos, hoy estaría compartiendo la cifra alcanzada. Pero no, no lo hice, la vida en el caminar no lo permitió.
He caminado
encorvado por la pendiente de la cordillera de Yolaina, tratando de avanzar hasta vomitar
para no desmayar. También lo he hecho sin parpadear por el andén de El Bluff para ver a la mujer
sin cabeza vestida de blanco diciendo adiós en noches de luna llena, desde el
último peldaño del parque de la loma donde el coronel Peters volvía la mirada sonriendo
hacia la aduana como un niño y festejando la alegría creole bajo el sol caribeño
en las calles asfaltadas de Bluefields. He caminado atento al desplaye del lodo
en las piedras de las calles de Nueva Guinea donde las damas caminan con
zapatos de tacones altos como garzas erguidas sin inmutarse en el fango,
inhalando el aroma del campisto en las calles de Juigalpa con el rugir del león
hambriento y recolectando nácar en las calles de arena y grava de Corn Island
bajo el cielo estrellado.
De casi todos los
caminos guardo gratos recuerdos, lo que persiste bajo la piel. Muchos de esos caminos no los volveré a recorrer, el paso del tiempo no lo permitirá. Trato de
no volver la mirada, de olvidar las piedras, las vallas y espinas
encontradas en el trayecto de algunos de ellos. Si tuviera la posibilidad de atrapar un momento
fugaz del pasado y retenerlo para volver a recorrer el mismo camino escogería
sin dudas el camino al mar.
Por el camino al
mar florecen los recuerdos, la emoción del brinco sin resbalar sobre piedras dispersas
entre las aguas sucias del manglar, personas de ayer que ahora añoro y voces
vivas que alientan mi paso con los hombros cargados hasta salir en las dunas de
arena, cubiertas de grama de playa, recibiendo la brisa húmeda en el rostro y la
espuma explotando de alegría en mis pies descalzos. Camino al mar y no me
detendré en el andar.
30/12/2013