El que escribe
necesitar con urgencia someter ante otros su trabajo. Yo lo hago aunque no esté
seguro si soy lo suficientemente bueno para que aparezcan publicados en las páginas
culturales de los periódicos. Siempre los envió aun cuando los publico en mi
blog porque estoy seguro que al hacerlo me desarrollo en el arte de escribir.
Sin embargo, cuando lo hago puedo oler el peligro, palpar el riesgo del fracaso
y me siento vulnerable. Tal vez me he convertido en un cínico por hacerlo muy seguido
o quizás me he quemado demasiado. ¿Cómo escribir de tal forma que no se agote
la creatividad, que no se apague la llama de la inspiración, que la escritura
sea un regalo y no una tarea más?
Escribo todos los
días. Siempre someto mis escritos. Escribo de la mejor manera posible pero de
ahora en adelante dejare de hacerlo dos veces a la semana. No más escritos, no
más cuentos, no más relatos, no más envíos ni publicaciones en mi blog. Mis envíos
serán para mí, para descansar, pasar
tiempo con mi familia, mis nietos. Comeré, beberé y disfrutare la vida que hasta
hoy he dado a través de mis envíos.
Vivo en el trópico
húmedo, en Nueva Guinea, uno de los municipios más fascinantes de Nicaragua.
Llueve nueve meses al año y tres son secos, sin una gota de agua. Me acompañan días
lluviosos, atardeceres soleados, las fases del ciclo agrícola con sus encantos
y desencantos como espejo de la vida misma.
Escribo todos
los días para publicar mis escritos y someterlos a otros. Lo hago porque soy
escritor y porque los escritores escriben para otros. Dos veces a la semana
dejare de hacerlo, de someter mis escritos y de preocuparme por la publicación de
ellos. En cambio me someteré a
descansar, no escribiré y si lo hago, no lo haré para otros. Lo haré para mí
mismo y por la salud de mi alma. Es una pausa y de ella cosechare abundancia para
seguir adelante.
Viernes, 10 de
mayo de 2013