Víctor Obando Sancho |
“En un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron
y por golosas murieron
presas de patas en él”.
Antes de cruzar
la acera del Palacio Municipal vi a un hombre delgado con gafas, de mediana
estatura, cubría con una boina negra una trenza larga de cabello medio gris y
sostenía una libreta en sus manos. El hombre caminaba en círculos bajo la
sombra de un centenario árbol de Caoba y volvía su mirada en varias direcciones
confirmando la hora en su reloj de pulsera. “Es el”, pensé. En diversas
ocasiones estuvimos en contacto por correo electrónico, pero hace un año, en
ocasión del día de la Autonomía en Bluefields, nos vimos. Llamé a su número
telefónico y quedamos de encontrarnos al día siguiente en el parque Reyes,
cerca de la glorieta. Sin conocernos personalmente, me vio cuando agité las
manos. “¿Dónde platicamos?”, preguntó Víctor Obando Sancho luego de estrecharlas.
“Allá, en aquella banca que queda al lado del monumento en honor a los policías
asesinados en su cuartel, bajo la sombra del árbol de Caoba”, respondí y
caminamos hacia el sitio.
— Cuéntenos sobre sus inicios en la poesía.
Contar estas
experiencias es parte de mi historia, de mi infancia, porque aún recuerdo
cuando la abuela me subía en una mesa; apenas tenía yo a lo mejor cuatro o
cinco años. En el campo, mientras los campesinos subían de haber vendido su
producto, su banano, hacían una parada en la casa, en Kukra River, donde vivían
mis abuelos, se tomaban una tacita de café, mi abuela hacía pan, empanada y
aprovechaba para subirme a una mesa y yo les recitaba una que otra poesía.
Siempre me acuerdo de una que inicia así: En un panal de rica miel/dos mil
moscas acudieron/y por golosas murieron/presas de patas en él. Allí me inició
en la poesía, ya después bajo a la ciudad, al San José; leer poesía de Rubén y
otros autores me ayudó. En secundaria, en el Colón, en una ocasión se nos
invitó a interpretar el “Brindis del Bohemio” y formamos un grupo que lo
escenificamos. Yo escribía pero, como suele suceder, o no tenés oportunidad o
el material no es de alguna calidad, jamás publicamos, hasta en los años 70,
cuando cae Carlos Fonseca en Zinica; en el año 1976 yo escribo mi primer poema
que es representativo, titulado “Yo Campesino” y allí digo que yo no puedo
cultivar en esos campos donde hay cadáveres desconocidos, amontonados. El padre Justiniano, que era párroco de aquí, me
preguntó que si yo le daba permiso para publicar ese poema en La Vida Parroquial pero que tuviera
cuidado porque la guardia tenía sus medios de seguridad y yo le dije que lo
publicara, que asumía las consecuencias.
— ¿Yo Campesino?
Yo Campesino.
Para mí éste fue, digamos, como el primer golpe que le di a la poesía porque ha
prevalecido el poema. Un amigo de Cataluña que conoció el poema dice que le
gustó mucho, que le impactó, fue en aquellos años en que tenía juventud.
Después seguí escribiendo y conseguí una beca para estudiar lingüística en
México donde continúe haciendo borrones. Al regresar, trabajando en la
universidad URACCAN, es cuando comienzo a ordenar ya algún material,
sistematizado y corregido. En el año
2010 publico mi primer poemario personal. Pero antes de eso, en 1998, contribuí
en el equipo que organizó la Primera Antología de Poesía de la Costa Caribe,
con el finado Ronald Brooks y Eddy Alemán que todavía está allí en el barrio.
Organizamos el material y con un financiamiento que gestionó la URACCAN
publicamos esa primera antología. En el 2000 participé en un certamen nacional
y gané en ensayo y poesía. Me entusiasmé tanto que pensé, “bueno, aquí hay algo
que seguir fortaleciendo”. En el año 2003, cuando Bluefields estaba celebrando
el primer centenario de ser elevada a ciudad, participé en un certamen
financiado por el Banco Mundial a través de la alcaldía, cuando era Moisés
Arana el alcalde; gané un segundo premio en leyendas de la Costa Atlántica con
el tema El Otro, la Leyenda, donde abordé aspectos sociológicos. El tribunal
consideró que lo merecía. En Antologías Nacionales he tenido oportunidad de
publicar algunos poemas. En el año 2011, en diciembre, organizamos la Segunda
Antología de la Poesía Caribeña. Esa ha sido someramente parte de la historia
de Víctor Obando en la poesía.
— El poeta se inspira en el mundo que tiene a
su alrededor, lo siente, corre por sus venas, lo procesa y manifiesta a través
de la poesía. ¿Qué influencia ha tenido el proceso autonómico que se vive en la
Costa Caribe en su quehacer poético?
Mucho, porque es
el aspecto social, político y cultural que forma parte del entorno para
escribir y por ello la poesía debe reflejarlo obligatoriamente. Como cualquier
poeta o escritor, hay un motivo, una frase, una palabra, una imagen, y uno
corre a anotarlo para luego desarrollarlo. Pero sobre todo la poesía conduce al
ser humano a una mayor sensibilidad, a una mayor calidad humana. El lenguaje
que se cultiva. Por allí decía uno que mi poemario tenía un lenguaje rebuscado,
pero no, yo estudie lingüística, di clases en primaria, en secundaria y
universidades; y todo lo que he leído, bueno yo manejo términos que son parte
de mi mundo cotidiano. A uno el lenguaje lo vuelve más sensible y, como decía
este filósofo alemán, Wittgenstein, “los límites de mi lenguaje son los límites
de mi mundo”.
— ¿Cree usted que con veinticinco años de
autonomía se ha dado un florecimiento cultural alrededor de la creación
literaria, del verso y la prosa?
Yo diría que con
salvedades. No se ha institucionalizado lo suficiente.
— ¿Se refiere a falta de apoyo?
No sólo de apoyo
sino también falta de visión. Cada quien que ha publicado ha sido un esfuerzo
duro, un esfuerzo personal. Yo he tenido que sacar de mis ahorritos para
publicar mi poemario que la gente lo ha valorado bien, a los estudiantes les ha
gustado bastante, pero no hay una institución, o sea la visión autonómica
todavía no ve claramente cómo la creación literaria, la prosa y el verso, la literatura, puede contribuir a
formar una personalidad autonómica, a fortalecer la propia autonomía. De tal
manera que los pocos esfuerzos se ven opacados por el contexto social que son
los estudiantes, los obreros, que no conocen porque este producto literario no
fluye de manera sistemática a la juventud, a la niñez, a la adolescencia y yo
sostendría que si lo hiciésemos así, en términos de unos cinco o diez años,
estamos viendo ese florecimiento literario cultural en la Regiones Autónomas.
Se nos está muriendo la gente y no estamos conociendo todo ese saber. Por
ejemplo, Mango Ghost se murió este año. Le hice un poema porque, ¡caramba!, un
personaje como ese no se puede morir sin quedar plasmado en las letras, en la
poesía. Tantos otros que se están muriendo, se nos están yendo con toda esa
riqueza y nuestro deber, nuestro compromiso, es rescatarlos para que sean parte
de la simbología autonómica local.
— Entonces, ¿hay poco apoyo al quehacer
literario por parte de las autoridades regionales?
Casi ninguno.
Hace poco en la universidad BICU se realizó una semana literaria. A mí me invitó
Pedro Chavarría. Yo dije que ojalá no pasen otros 25 años para que se realice
otro evento como ese. Porque allí estuvieron Abelino Cox, que es un misquito de
Bilwi, Fabio Ramón de El Rama y Allan Budier de aquí. Estuvieron versando sobre
sus enfoques alrededor de la poesía, participaron en poesía coral los niños,
escribieron poesía que yo leí los textos, algunas están bien, muy bien, muy
críticas y también declamaron. Eso debe hacerse con frecuencia, cada seis
meses, cada año y llevar un historial, sistematizar para no caer en el viejo
refrán de “coyol quebrado, coyol comido”, porque cómo vamos a hablar de
historia autonómica si no hacemos esos eventos de manera organizada para
mejorarlos. Pero no existe esa visión institucional.
— ¿Existe alguna dependencia en el Gobierno
Regional que debería apoyar y promover la cultura, incluida la creación
literaria?
Sí, tanto en el
Consejo Regional, gobierno Regional, e inclusive en la alcaldía. A lo mejor
tienen planes y suficientes recursos, pero este aspecto específico de lo
literario y poético y de cómo trabajar este aspecto de lo humano en el quehacer
cultural general no está bien claro. En la práctica se nota porque yo llego a
un aula y le pregunto a los alumnos “¿conocen a tal persona y su obra?” La
respuesta es no y tal vez ellos son parte de la antología poética caribeña que
ya se ha publicado. No existe promoción, no es tangible porque no se dan cuenta
de este patrimonio cultural existente.
— ¿Cuáles son sus planes en el corto plazo?
Antes que me
suceda cualquier cosa, tengo preparado un poemario y me han prometido cierto
financiamiento para publicarlo quizás a finales de este año, seguramente será
en el 2013. Pero tengo un compromiso muy familiar, mi abuelo, mi abuela y mi
padre, mis raíces, el terruño que fue mi entorno, el escenario donde pasé mis
primeros años. También publicar La Leyenda del Castaño: donde yo nací, en el
patio de la casa había un enorme Castaño que servía de refugio a los pájaros,
daba fruta, daba sombra, daba frescura y alimento. Estamos organizando una
antología ya mayor que incluya poetas del norte y del sur de la Costa Caribe,
para lo cual estamos haciendo gestiones con el poeta David Mcfield, un gran
personaje para nosotros, para obtener algún financiamiento.