Nuestra vida es
a la vez común y mítica. Vivimos y morimos, maravillosamente bellos por la edad
y llenos de arrugas. Despertamos en las mañanas, compramos pan y esperamos
tener dinero suficiente para seguir haciéndolo. En ese mismo instante, nuestros magníficos
corazones bombean sin importar toda la tristeza, los días grises y lluviosos
que vivimos. Somos importantes, nuestras vidas son verdaderamente magníficas; por
ello vale la pena grabar todos sus detalles. Aquí estamos, somos seres humanos,
así es como vivimos. Démoslo a conocer,
nuestros detalles son importantes.
Un día soleado
visité la tumba de mis abuelos, Manuela y Felipe, en El Bluff, iba acompañado
por Javier Benavidez. Luego de conversar en silencio con ellos y con la brisa
del mar golpeándome el rostro, caminamos por el cementerio identificando a
todos los conocidos del puerto. Al llegar al precipicio que da a la bahía,
Javier me mostró las tumbas de unos pescadores coreanos, sus nombres estaban escritos
en su idioma “hangueo”, frente a las lápidas hay una pequeña loza de concreto
en la que sus compañeros se arrodillan haciéndoles reverencia. Ver esos nombres
escritos en su idioma es algo único, diferente al resto de las tumbas, pero
siempre serán reconocidos y recordados por sus amigos, así como yo lo hice al
leer el de mis abuelos y otros blufeños del pasado. Un nombre es algo que
llevamos por toda la vida, respondemos a él cuándo es llamado en el aula, a su
pronunciación en una graduación, al ser susurrado en la noche.
Aunque parezca
irrelevante es importante decir los nombres de quienes somos, los nombres de
los lugares en los que hemos vivido, escribir los detalles de nuestras
vidas. “Vivo en Nueva Guinea, cerca de
la ciudad, buscando la salida hacia Los Ángeles, rodeado de árboles, frente a
una trocha que siempre se encuentra en mal estado porque los camiones volquetes
de la alcaldía transitan por ella todo el año, de día y de noche, cargados de
material para construir otros caminos y no hacen nada por repararla”.
Estamos vivos,
nuestros momentos son importantes. Debemos ser portadores de los detalles que
conforman nuestra historia, preocuparnos por las cosas sencillas. Registrar los detalles de
nuestras vidas es una postura contra la capacidad destructiva de una bomba,
contra su excesiva velocidad y eficiencia, contra los que son capaces de activarla.
Hay que decirle
sí a la vida en todas sus formas: el chorro de agua que se precipita por el
canal y llena de alegría a los niños, la mirada esquiva, el venadito de viruta
que acompaña el adorno navideño. No hay que decir “soy un tonto que vive en un
pueblo pequeño y cena todos los días en una fritanga con nombre Nacionalista”.
No. Hay que decirle un sí alegre a las cosas reales que existen en nuestras
vidas, la verdad real de quiénes somos con nuestras libras de más, lo gris y frío
de las calles, el poeta caribeño que sonríe junto a su compañera rubia que está
pendiente de unos niños negros.
Escribo
aceptando las cosas, amando los detalles, avanzando con un sí en los labios
para que dejen de existir los no en este mundo, el no que invalida la vida y
detiene los detalles de su continuidad.
16/12/2013