“No dilatan ni cinco minutos. Se
aparecen los pirucas, escogen las mejores, las pelan y hacen rodajas para pasar el trago con ellas”,
dijo Moncho Jarquín desde la esquina de su tienda cuando vio que le tomé foto
al basurero lleno de piñas. “Se tiran su piñita colada”, le contesté.
“Varios piñeros (productores de piña variedad MD2, llamada piña dorada) las tiran al campo para que se
incorporen al suelo, otros las hacen en trozos y se las dan a las lombrices
para hacer lombrihumus (orín que desechan las lombrices en la descomposición de
la materia orgánica), pero la mayoría se las da a las vacas, no solo las
golpeadas sino que también las buenas, pequeñas y grandes, cuando el precio se les viene al suelo por la
abundancia, por la sobreproducción”, dijo Mauricio Mendoza cuando le conté el asunto.
Con ellas, aunque estén golpeadas, en
otros pueblos hacen arroz con piña, empanadas rellenas de piña, pastel de piña y hasta chicha. No se desperdician tanto
como en Nueva Guinea porque todos los productores cosechan en la misma época y
no existe capacidad de procesamiento, conservación y transformación para
elaborar con ellas productos como zumos, néctares, pulpa y jalea, mucho menos empacar rodajas en latas. Es lo mismo de siempre, quizás en el futuro las cosas cambien para mejorar.