Mar fue mi primer palabra,
después de mamá.
Crecí con nombres marinos
en la lengua: oleaje,
pelícano, macarela, estrellas, huracán;
el sonido de sus nombres,
nativos como yo.
Caminé descalzo por la playa del Tortuguero
con mi padre, donde un estrecho
arenoso me aferra a Nicaribe,
perdiendo la vista en la mar azul
donde las redes de pescadores
acompañan cantos de esperanza.
En el mapa una flecha roja dice
estás aquí; en el faro,
al pie del acantilado,
entre rocas azules donde los jóvenes
perforan corazones entrelazados con sus nombres.
Estás aquí; entre la brisa marina,
donde la historia es una capa fina de arena
que el viento desaparece si no la atrapas.
El mar tiene una lengua antigua,
su voz se expresa en distintos dialectos;
al explotar las olas en los troncos,
en las piedras, en la arena, en los barcos.
La línea de playa tiene dolor
en la médula de sus huesos.
Su cuerpo recuerda
cicatrices de exterminio,
como las familias que sufren
al ver marchar a sus hijos,
arrancados de sus raíces por la pobreza.
Y alguien sobrevivió para recordar,
más allá del peso de los barcos sarrosos,
y de miles de manos cortándolos con
profundas huellas de dolor.
Alguien sobrevivió para contar la historia
de esta tristeza, abandonando el mar,
su playa, sus casas, sus familias,
orando junto a su moribunda abuela,
enterrada junto a árboles que no volvieron a florecer,
donde la bahía lloró al zarpar,
donde el río cubrió su alma con neblina al pasar,
donde un niño creció preguntando para guardarlo
en la memoria, para tejer historias de viajes,
de viejas costumbres, de la vida de día, los cantos
y tradiciones de noche.
Estás aquí, dice la flecha roja,
donde la línea del mar y la playa se tejen.
Crucé la montaña, navegué el río,
hasta que se me olvidó mi nombre.
Y vine aquí, al mar azul,
a recordar la alegría más antigua que se,
bañarme en la playa desnudo,
acompañado por el oleaje, algas,
y el canto de aves marinas.
Estar vivo, y la playa diciendo:
estás aquí, has vuelto,
y el canto de aves marinas.
Estar vivo, y la playa diciendo:
estás aquí, has vuelto,
hijo del tiempo y arena.
Ronald Hill A.