Ayer vi a Julio, también lo vi
hace ocho meses y hace un año. La amistad entre nosotros se ha forjado con el
tiempo a través de su arte, siempre lo he buscado para que repare o construya
muebles de madera que se han necesitado en mi casa a lo largo de los años.
Hace un año, después de cotizar
el valor de un mueble de cocina con sus gavetas y armarios con varios
carpinteros, Julio me hizo la mejor oferta y nos arreglamos. Julio siempre ha
sido conversador, en esa ocasión, dijo que antes, cuando promovía el béisbol
infantil, todo mundo lo buscaba y visitaba. Ahora son pocos los que se acuerdan
de uno, dijo y noté que renqueaba de su pie izquierdo. Es el azúcar, respondió
cuando le pregunté. Cuídate, le dije y dijo que sí, que se cuidaba pero hermano
vieras lo difícil que es estar alimentándose a base de verduritas, cosas
simples, poca sal, poco dulce, uno no se aguanta las ganas de comer lo que más
le gusta. Me mostró la pierna y la vi de reojo, un golpe que se transformó en
una llaga y luego en un dolor de cabeza permanente para Julio.
Con él anduve en el jeep dando a
hacer las piezas de vidrio para el mueble en una vidriería. Noté que renqueaba
cada vez más y que era poco el tiempo en que se podía mantener de pie. Cuando
terminó de construir el mueble mandó a su hijo a instalarlo y el chavalo me
dijo que su papá se sentía mal por lo del pie.
Hace ocho meses me di cuenta que a Julio le habían amputado la pierna. La llaga, el azúcar, me dije
y lo visité. Estaba sentado en una silla en el corredor de su casa, viendo
hacia la calle, hacia el extremo oriental de lo que fue la antigua pista de
aterrizaje de Nueva Guinea. Julio estaba allí sin una pierna, sin su pierna
izquierda, incompleto, casi postrado pero al verme sonrió, su cara se iluminó y
me ofreció un asiento. Aquí estoy, ya no aguantaba ese dolor de todos los días,
dijo.
Lo llevaron al hospital a una
curación de la llaga pero ya no se podía, estaba en estado de descomposición,
con gangrena. Lo trasladaron al hospital de Juigalpa y de allí salió sin una
pierna, era necesaria la amputación porque si no perdería la vida. Mientras
estuvo hospitalizado, se organizó un hablatón en Radio Manantial para apoyarlo.
La gente de Nueva Guinea, siempre solidaria, aportó 15,000 córdobas para su
recuperación.
Hasta los niños llegaban a dejar
monedas, dijo Julio sonriente. Tenés que cuidarte más que antes, le dije y
traté de animarlo.
Por unos instantes me puse en su
lugar y me di cuenta de lo doloroso, física y emocionalmente, que es dejar de
tener una pierna, una pierna que te ha apoyado todos los días de tu vida y que
de pronto deja de estar allí, deja de apoyarte pero la seguís sintiendo en su
lugar, sentís picazón, seguís sintiendo dolor, está presente como un fantasma
que siempre llega a visitarte. Me di cuenta que Julio, a pesar de su sonrisa,
tenía una gran angustia y desesperación.
Tenés que ponerte una prótesis,
tenés que volver a caminar, no te desanimes Julio, le dije, pero Julio me
miraba sonriente como si estuviera pensando: “sí hermano, todos me dicen lo mismo, no quisiera verte en mi lugar,
estarías llorando de rabia por lo sucedido, sin poder salir a la calle como lo
hacías todos los días, sin poder barrer la acera, sin poder cepillar una tabla,
sin poder sacar a los perros ni a cagar, y me das consejos, si supieras cómo es
esto que me está pasando, estoy desbaratado, ya no soy el mismo, ahora dependo
de otros hasta para poder levantarme de la cama, para ponerme el pantalón, esos
a los que les he cortado la pierna izquierda como a mí me lo hicieron, estoy
jodido, antes, hace mucho tiempo, corría de home a primera en segundos, sí, es
cierto, pero con el paso de los años apenas trotaba porque te vas haciendo
viejo, el cuerpo te abandona, y de aquí al mercado me llevaba un mundo para
llegar y regresar, saludando al que me encontraba en la calle”.
Aquí estoy, así me vas encontrar
en este corredor viendo a los que pasan para saludarlos sin poder trabajar,
ahora es mi hijo el que mira el taller, ya sabes, cualquier cosa que necesites
nos buscas. Por supuesto, claro que si Julio, pero busca la prótesis, en estos
tiempos es menos complicado conseguir una, le dije al despedirme.
Ayer vi a Julio y me sorprendió. Llegué
a cancelarle un par me muebles de cocina que me hicieron en su taller y, al
entrar lo vi de pie, lijando una tabla. Vi, siempre de reojo, su pierna
izquierda y calzaba tenis. Su rostro me pareció más joven, lo vi más
corpulento, con su estado de ánimo de siempre, hablador, risueño. Hace unos cinco
meses la hice de madera con mis propias manos, solamente el cuchumbo, donde
engarza en el muñón es de fibra de vidrio, dijo con orgullo.
Julio es un campeón, me dije y lo
imaginé haciendo su pierna de palo, de madera, tomándose las medidas,
ideándola, buscando cómo, haciendo pruebas, cometiendo errores hasta tenerla
lista y ponérsela, probarla, ajustándola, dar el primer paso con una gran
sonrisa aunque el fantasma siga allí pero ahora tiene compañía. Hasta hoy no he
tenido problemas, dijo y quedamos en que me va a componer el comedor que usamos
en mi casa desde hace más de veinte años para que esté como nuevo para la
navidad. Luego nos despedimos.
Julio Amador es un luchador, no se
da por vencido, su prótesis no le ha chimado ni ha sangrado, pero es necesario
que use una profesional con todas las de ley, porque una mala prótesis es como
una llanta ponchada, no llegará muy lejos a menos que la cambie, y una de esas cuesta
como unos dos mil dólares. Ahora me doy cuenta que en nuestro país es difícil
conseguir una prótesis, pero también estoy más convencido que una persona como
Julio merece una nueva oportunidad de vivir y vale la pena ayudarle.
Foto: Internet.