Allí practicaba béisbol con el equipo de la UVA
y luego con el de la Booth, los Diablos. Como mi posición era de pitcher, el
entrenador y el manager, siempre me mandaban a correr mientras hacían prácticas
con el cuadro y el outfield. “¡A correr coño, a correr coño, muévete, muévete
para que tengas más fuerza en el brazo y en las piernas!”, decía Victorino
Castro, moviendo la boca como haciendo puchitos, su caminar altivo y con su
estampa de jugador de grandes ligas, fornido y ligero, al que nunca, nunca en
mi vida logré ponchar, tirándole lo que le tirara. Y tenía razón, correr me
daba más agilidad y fuerza, la pelota llegaba veloz al cátcher, a Mr. Frank Roe.
Después que terminaba la liga de béisbol en
Bluefields, en la que todos los años fuimos campeones, se organizaban equipos
de futbol y nuevamente debía correr. Corríamos no sólo en el campo, el mismo
donde jugábamos béisbol, sino que corríamos desde allí hacia la playa de El
Tortuguero, hoy llamada Bluff Beach, hasta llegar a la segunda laguna, frente a
Cayman Rock, un recorrido de 12 kilómetros. Al lograrlo, nos sumergíamos en las
aguas frescas de la laguna y regresamos también corriendo con la caída del sol
en la isla de El Venado. Era un grupo de unos 15 a 20 amigos entre ellos,
Rodolfo Gómez, alias Kalilita, Martín Montero, Alonzo Allen y Richard Allen,
Chapop, Denis Lacayo y otros más.
Después del bachillerato hasta finalizar mi
carrera en la UCA, hubo una pausa larga en el hábito de correr, “el amor, los estudios y el trabajo", el cual retomé al trasladarme a vivir a Juigalpa con mi mujer e
hijos por razones de trabajo. El Instituto Nacional de Chontales me quedaba a
unos 20 metros de la casa y allí, en el cuadro de béisbol, comencé a correr nuevamente por las mañanas. Cuesta mucho, muchísimo habituarse a la rutina.
Trabajando en Nueva Guinea y después radicado
definitivamente en esta ciudad, trotaba entre las 5 y 6 de la mañana en la
antigua pista de aterrizaje por una hora, haciendo unas cinco idas y vueltas en
el tramo de un poco más de un kilómetro. Allí, en esa época, 1992 a 1996, me
encontraba con otros, entre ellos militares y extranjeros. Otra ruta alternativa
del trote, ya no corría como años atrás, que continúa siendo una de las preferidas
de muchos caminantes y corredores, es la que existe entre la calle central y el puente sobre el río La Verbena, un recorrido de unos 4 kilómetros de
ida. Cuando viajaba por varios días a Managua por razones laborales, siempre lo seguía
haciendo, buscando un lugar propicio para ello y cercano al hotel donde
me alojaba.
Uno de los principales inconvenientes de las
caminatas en el trópico húmedo es la alta precipitación a lo largo del año (mayo
a enero), con un período corto de verano durante el cual también llueve. Por
ello a veces las rachas de correr, trotar o caminatas se ven interrumpidas
hasta por una semana y a veces más días.
Por tal razón adquirí una corredora eléctrica y
una banca con sus respectivas pesas para poder ejercitarme en casa. Hacía unos
45 minutos entre caminar y trotar, acelerando la banda, y luego me dedicaba a
las rutinas de pesas en la banca y en el piso. Recuerdo que Erick Jamil, mi
nieto, me imitaba con unas pesas que le prestaba de 2 y 3 libras. Eso lo hice después
del año 2003 hasta que el óxido terminó con ellos y comencé a hacer mis caminatas
mañaneras.
A inicios de la pandemia por el COVID-19, dejé de salir por ser consecuente con el #quedateencasa, pero no he dejado las
caminatas porque las he hecho en casa, aprovechando los corredores, los
pasillos, el patio de atrás y el del frente, hasta completar la meta que tengo
establecida de 10,000 pasos (7 km.) en 1 hora y 45 minutos, porque no me estoy
entrenando para una competencia y, al final del día alcanzo entre 14 y 17 mil
pasos después de moverme por aquí y por
allá, hasta que llega la hora de dormir.
Trato que la curva de distribución de mis pasos
sea positivamente asimétrica, es decir que la mayoría de los pasos realizados
se den durante las primeras horas de la mañana. Después del almuerzo tengo un
período inactivo debido a la practica de meditación y mi siesta de todos los días que va entre las 12:30 pm
y las 2 p.m. Luego son pocos los pasos que doy porque me dedico a leer acostado
en una hamaca y a escribir como lo hago en este momento.
Ahora, después de contarte sobre mis caminatas
mañaneras, llegó tu turno. Levantaté y moveté. Para ello tenés que definir una
meta (pasos, kilómetros o tiempo) a caminar con el fin de motivarte. En tiempos
de crisis es necesario tener una doble dosis de motivación para alcanzar las
metas que te has propuesto.
La motivación es un estado interno que activa,
dirige y mantiene la conducta de la persona hacia metas o fines determinados;
es el impulso que mueve a la persona a realizar determinadas acciones y
persistir en ellas para su culminación. La motivación es lo que le da energía y
dirección a la conducta, es la causa del comportamiento.
La motivación es un proceso que pasa por varias
fases. Inicialmente la persona anticipa que se va a sentir bien (o va a dejar
de sentirse mal) si consigue una meta. En un segundo tiempo, se activa y
empieza a hacer cosas para conseguir dicha meta. Mientras vaya caminado hacia
ella, evalúa si va por buen camino o no, es decir, hará una retroalimentación
del rendimiento. Y, por último, disfrutarás del resultado.
Y los resultados que vas a alcanzar con las caminatas son los siguientes:
2. Mejorar la circulación sanguínea.
3. Alejar problemas de tipo cardíaco.
16 de febrero de 2021.