Los fines de semana eran nuestros preferidos.
Dos días, sábados y domingos, para disfrutarlos.
Aunque mirábamos pocas películas de ciencia ficción,
para nosotros todo era posible.
Nuestras bicicletas, de freno trasero que llamábamos vacas,
eran nuestros cohetes espaciales.
Acostados en la grama del parque de la loma,
por las noches nos perdíamos en el cielo estrellado.
Estrellas fugaces y lluvias de dracónidas,
nos encontrábamos en nuestra travesía espacial.
Bicicletas que transformábamos en nuestros caballos heroicos,
Tornado, Trigger, Tuper, Diablo y Loco.
Con ellos cabalgábamos en el oeste de nuestra infancia,
íbamos a la loma del faro y alzábamos polvo por la carretera.
Nos llevaban a todos lados, laderas, lodazales y suampo,
competíamos en la playa hasta la segunda laguna.
Cansados nos tirábamos al suelo, grama, arena, piedra,
soñando siempre con nuestras aventuras.
Me di cuenta de que eran solo mis piernas y pulmones,
piernas y brazos dirigiendo, pequeños y poderosos pulmones
para gritar.
Esos gritos luego se convertirían en canción,
ya no eran caballos, mis piernas estaban cansadas.
Los gritos se calmaron y solo hablamos,
con las bicis nos sentábamos y encontrábamos en la plática.
Los tesoros que buscábamos y no lo sabíamos,
el oro estaba hecho de planes para el fin de semana.
Cada uno tenía ideas y pensamientos diferentes,
pero los teníamos y estábamos seguros como leones.
Con voz infantil y segura en la inmensa quietud de la península,
lo que nos sucedería después estaba muy lejos.
Allí, descansando acostados en la grama de playa, algo intuíamos,
atraparíamos el futuro sin importar lo rápido que ocurriera.
25 de Septiembre de 2023.
Foto: Internet.