Bajo
el manto gris de un cielo que promete,
el
campesino se arrodilla ante la tierra,
sus
manos callosas como raíces que se hunden
en
el suelo fértil de su esperanza.
Cada
surco que abre, cada semilla que siembra,
es
un susurro al futuro, un canto silencioso de fe en el mañana.
Las
primeras gotas de mayo, cargadas de vida,
caen
sobre su rostro curtido, lavando el polvo del pasado
y
anunciando la promesa de una cosecha abundante.
Su
labor, tejida con hilos de sudor y perseverancia,
es
el latido de un corazón que nunca se rinde.
En
cada amanecer, cuando el sol apenas se asoma
tímido
sobre el horizonte, él se levanta con una sonrisa
que
desafía la adversidad. Su mirada, fija en el horizonte,
ve
más allá del presente, ve campos verdes y frutos maduros,
ve
la recompensa de su esfuerzo.
A
su lado, el profesional agropecuario, guía y aliado,
camina
los mismos senderos.
Conocimiento
en mano, comparte su sabiduría,
brindando
orientaciones que iluminan
el
camino del campesino.
Juntos,
forman un dúo invencible,
uniendo
la ciencia y la tradición
en
un abrazo que fortalece la tierra.
El
15 de mayo, Nicaragua celebra a estos héroes del campo.
A
los profesionales agropecuarios que, con su dedicación,
elevan
la labor del campesino, mejorando cada día su producción.
Su
trabajo es un puente que conecta
el
saber con la tierra, un faro de esperanza
que
brilla en cada hectárea cultivada.
En
cada grano de maíz,
en
cada hoja verde,
late
el esfuerzo conjunto de dos manos diferentes,
pero
con un mismo propósito.
Son
guardianes del futuro,
cultivadores
de sueños,
y
en cada semilla que brota,
florece
la promesa de una tierra más fértil
y
un mañana más próspero.
15 de mayo de 2024.
Foto: Propia.