jueves, 29 de septiembre de 2011

DEL CAMPO NO ME VOY

Un hombre con sombrero, camisa a cuadros y gafas para el sol entró por el portón. Lo reconocí hasta escuchar su saludo. Era don Víctor Ríos Obando. Hace meses habíamos quedado en platicar sobre los viejos tiempos, cuando vino a fundar la “luz en la selva” que, junto con otros dieciséis, soñó. Entre pláticas, mostró un poema. “Lo estoy puliendo, acompañado de guitarras para cantarlo en el 47 aniversario”, dijo entusiasmado. En ese poema habla de don José Miguel Torres, el pastor que los trajo en 1965 a estas montañas. “Siempre nos aconsejaba: hermanos, no vendan sus tierras. Las palabras de don Miguel fueron como de un profeta, muchos campesinos hoy estamos sin tierra”, dice en una de las estrofas.

Los medios materiales de producción se constituyen con base en los recursos generados por la naturaleza, en su infinita variedad de elementos y energías de los reinos vegetal, animal y mineral. La conversión de ellos en factores económicos se verifica mediante el conocimiento de la actividad humana a través de variados procesos culturales, sociales, científicos y económicos. Con la información que brindan las ciencias físicas, químicas y biológicas sobre la materia y la vida, la cantidad y variedad de energías que han sido puestas al servicio de los procesos de producción es inmensa. La computadora y la red que permite comunicarme con miles de aparatos similares son ejemplo del nivel de sofisticación al que ha llegado la elaboración de la materia mediante la tecnología y el trabajo humano.

Pero no se trata únicamente de conocimiento. La tierra, como factor económico utilizado en la producción agrícola es sin duda un medio material, pero tiene connotaciones humanas especiales, subjetivas, que inciden en la mejora y expansión de sus potencialidades productivas. Para el hombre que trabaja, que vive de la tierra, ella es también el lugar que habita y en el cual despliega todas sus actividades. Algunas comunidades indígenas de la costa Caribe viven en armonía con la naturaleza, cuya relación comunitaria con la tierra, a la que consideran su madre, la madre tierra, les permite obtener alimentos mediante cultivos, recolección de frutos, crianza y caza de animales.

El avance del conocimiento biológico y agronómico ha permitido un considerable incremento de la productividad de la tierra cultivada pero, a pesar de ello, se da un hecho que los economistas clásicos llaman “rendimientos marginales decrecientes de la tierra agrícola”, fenómeno que, junto a la deuda social con el campo, incide en el constante desplazamiento de la población de los territorios rurales hacia la ciudad.

La concentración de la población en las ciudades ha sido considerada como uno de los efectos y causas del desarrollo económico. También es la causa y el efecto del tipo de desarrollo que ha seguido la sociedad actual: un desarrollo parcial, unilateral, centrado en la producción y acumulación de capitales y cosas. Para una parte de la población, el urbanismo y la industrialización, han significado un mejoramiento en la calidad de vida que ha llevado a alargar las expectativas de vida de la gente. A pesar de ello, existen indicios y hechos que señalan que ese camino parece estar llegando a ciertos límites y, si continúan estas tendencias, se darán condiciones para un deterioro progresivo del bienestar, calidad y duración de la vida.

La congestión vehicular, la contaminación ambiental, la pérdida de tiempo en el transporte urbano, la dificultad para recolectar y tratar los desechos que genera la producción y el consumo urbano, el consumismo que nos lleva a acumular cosas muchas veces inútiles y a desecharlas y cambiarlas por otras nuevas antes de obtener de ellas su utilidad, la drogadicción, la masificación y despersonalización de los ciudadanos, la pérdida de los valores familiares y comunitarios, el incremento explosivo de la delincuencia y su secuela de inseguridad para todos, así como otros fenómenos que se experimentan a diario en la vida urbana, son evidencia de que es necesaria una dinámica de desarrollo distinta si queremos realmente expandir nuestras potencialidades, mejorar nuestro bienestar y calidad de vida. Todo esto sin considerar que en las grandes ciudades se concentran en la periferia masas de población empobrecida y sufriente, cuyas expectativas y aspiraciones han llegado a ser estrechas.

La toma de conciencia de estos problemas está llevando a muchos a considerar con nostalgia una relación más sana con la naturaleza y a buscar nuevos modos de interactuar con ella. Para quienes tienen recursos suficientes se manifiesta en la posesión de una segunda casa en el campo, en la playa o pequeños pueblos cercanos a la ciudad, lo que les brinda satisfacción a tal grado que muchos llegan a experimentan felicidad y bienestar sólo en las horas y días de descanso fuera de la ciudad, alejados de su vida ordinaria.

¿Seremos testigos de un movimiento migratorio inverso al que hasta hoy predomina, a través del cual proporciones crecientes de población urbana se desplace hacia zonas rurales propiciando una distribución más equitativa de la población? Hay motivos para ser optimistas. En primer lugar, por la aspiración de muchos en lograrlo, debido a la inconformidad con la vida urbana y la creciente conciencia ecológica. En segundo lugar, por el avance en las comunicaciones e informática y otros adelantos tecnológicos que se desarrollan gradualmente en el campo, facilitando la opción y creando condiciones para no perder, en un contexto agrario, los beneficios que hasta ahora proporcionan las grandes ciudades, como el acceso a la información y la cultura. En tercer lugar, por procesos de descentralización política y administrativa que buscan cómo generar participación ciudadana y desarrollo cultural.

Para lograrlo es preciso, entre otras cosas, frenar la degradación ambiental, fortalecer el aparato estatal, elevar los niveles de inversión, articular a los diferentes sectores económicos y crear sinergia con los gobiernos locales sin importar sus colores partidarios.

“Yo amo la tierra, la naturaleza, ella es la fuente de todo lo que nos rodea, del campo no me voy”, dijo don Víctor al despedirse.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Domingo, 25 de septiembre de 2011

lunes, 26 de septiembre de 2011

OLEAJE DE MIGRANTES

En este pedacito de tierra me encuentro casi solo. Mi familia nuclear emigró hace muchos años, alzaron vuelo como aves marinas, unos por instinto y otros, por la tragedia se elevaron hasta el cielo. Por mi abuelo paterno, Ernesto, en visitas realizadas a la isla de Utila, comprendí que debía reconocer que en mí había una vena marina ancestral. Tres hermanos que salieron de Inglaterra hacia el nuevo mundo en busca de mejores condiciones de vida a finales de 1700 se disgregaron por el Caribe. Una línea de sangre permanece hoy en las Islas Caimán, en Belice, en Nueva Orleans y, la más cercana y conocida, en Utila. Marinos y pescadores la mayoría de ellos, surcaron las aguas del Atlántico y del Caribe.

Mi padre, un marino que llegó al puerto de El Bluff sin poder pronunciar con claridad palabras en español, navegó en sus años mozos los mismos mares que sus ancestros. El auge del banano marcó el rumbo a diferentes líneas navieras y, a la edad de 20 años, desembarcó del “Vaisson” sin pensar que en esa península encontraría el amor de su vida. Mi abuelo paterno, Felipe, legendario responsable de la bodega de la aduana, entabló amistad con aquel joven que cada dos meses regresaba de sus viajes y conoció a mi madre. Mi abuela materna, Manuela, permitió que realizara su cortejo en la casa, mientras vigilaba en la sala las intenciones del marino que hablaba todo raro.
           
Manuela y Felipe, llegaron al puerto ya casados. Él de Granada y ella de Honduras, navegaron el Río San Juan haciendo estaciones en El Castillo y la barra de El Colorado donde se embarcaron en lanchas, descubriendo, sin nunca separarse, la furia de las olas del mar Caribe, el olor marino, la brisa salina, los amaneceres donde el sol es más inmenso en el horizonte y los atardeceres celestiales. Entre torrenciales aguaceros y vientos huracanados se asentaron floreciendo en prosperidad su familia.
           
Mi madre, Ofelia, debió esperar la mayoría de edad para casarse con mi padre, cosas de esos tiempos. Nací al lado de la casa de mis abuelos, junto a ellos crecí. Mi padre me conoció después de concluido uno de sus viajes. Junto a mis hermanos menores, mi madre nos dedicó el amor, el cuido abnegado y logró aminorar el peso de la ausencia del marino en el hogar. Con el tiempo, mi padre dejó de navegar por el mar Caribe, se convirtió en capitán de barcos camaroneros con el auge de la pesca industrial y llegaron otros de distintas nacionalidades: franceses, gringos, españoles, mejicanos y cubanos que huían de la revolución.

Crecimos con la alegría a nuestro lado, sin temores, sin vallas que nos limitaran más allá que el horizonte del mar y la interminable costa caribeña. Desde niños nos embarcamos en una travesía de sueños al cruzar la bahía de Bluefields todos los días en busca de las letras, luego migramos hacia Managua e ingresamos a la universidad. Descubrí el recelo, las malas intenciones, la falsedad, el arribismo y comprendí el significado del “güegüense”. Comí tortilla como bastimento en vez de pan de coco y banano cocido, el vaho por su parecido al rondón aunque seco, la algarabía de una fritanga aceitosa, añorando los olores y sabores caribeños. Aprendí los números, el recorrido de las rutas de buses y cómo evitar el asalto y el robo que hacen en ellas luego que dejaron señas de una cadera de oro en mi cuello. También floreció el amor, después que las vacaciones fueron para la eternidad.
           
La guerra del 79 me sorprendió de vacaciones en El Bluff, mientras el resto de la familia quedó entrampada en Managua. Desde el puerto pude observar un oleaje migratorio provocado por la guerra. Los enormes barcos mercantes, que antes salían repletos de mariscos, bananos y madera, llevaban miles de personas: funcionarios del gobierno de Somoza, familias sin antecedentes políticos, prósperos empresarios de Bluefields, todos huyendo por temor a las represalias que “revolucionarios” caribeños pudieran emprender en su contra y al “sandino-comunismo” que las radioemisoras escuchadas en el caribe promulgaban.
           
El país estaba paralizado, debatiendo su destino por las balas y los guardias del puerto nerviosos. Reunidos frente a la capilla con varios amigos, un grupo de guardias, entre ellos un viejo conocido de la familia, me sacó del grupo tomándome del cuello y, frente a todos, me amenazó de muerte. “Vos sos uno de ellos” dijo, mientras Poló intercedía a mi favor. “Ándate a la Colonia donde tu tío Simeón, allí no te van a encontrar”, dijo Poló y, dos días después, mi tío pedía en el cuartel de la guardia el zarpe con mi nombre y el de su familia hacia Utila sin sellar mi pasaporte.

Nos volvimos a reunir en Utila y luego regresamos a Managua. Ingresamos nuevamente a la universidad y la euforia de esos años me embriagó. Por la crisis económica, mis padres vendieron la casa de Managua y se fueron a vivir a Corn Island. Mi hermana se separó de su “mal exmarido” y se trasladó a vivir con mi hermano, mientras yo me acomodaba con mi mujer y mis hijos en la casa de una granja que administraba. Una beca de la universidad le fue otorgada a mi hermano y partió hacia México a hacer una maestría. Mis padres abandonaron definitivamente el país trasladándose a Utila y, meses después, mi hermana, con sus dos hijas, los acompañó. Para las elecciones de 1984 las cosas se pusieron feas. Los socialistas dominaban la empresa donde trabajaba, amparados en su alianza con el FSLN y me trasladé a Juigalpa con mi mujer donde me convertí en maestro y funcionario de gobierno sin renunciar a mis ideas. Mi hermano regresó de México, continuó dando clases en la UCA y meses después partió definitivamente a los Estados Unidos con su mujer, una gringa de clima frío.

A pesar de la guerra de los ochenta, la exclusión y marginación social de los años 90, los discursos en tarimas llenas de flores, batallas de piedras y garrotes, élites pseudo revolucionarias que se enriquecen de la miseria del pueblo, violaciones de la constitución y cortes de chaleco a la institucionalidad del país en estos nuevos tiempos, aprendí, sin ser marino porque mi padre siempre lo evitó, que en el arte de navegar no importan los vientos sino como se acomodan las velas para fijar el rumbo sin incertidumbre, por ello, nunca he pensado abandonar mi tierra. A finales de los años noventa perdí a mi madre y un año después a mi padre

Con decisión y entusiasmo emprendí un largo camino recorriendo este país, acompañando siempre a los más necesitados, hombres, mujeres y niños, brindándoles la mano, tejiendo sueños de una mejor vida a su lado. Mis hermanos viven en “la yunai”, son gringos, siempre estoy pendiente de ellos y a veces los visito. Me enamoré del trópico húmedo donde cosecho nietos y un día los llevaré a mi vieja playa, esa franja costera con menos de cien metros de ancho que ha recibido a manos abiertas varios oleajes de migrantes y une mis raíces y mi sangre con el resto de Nicaragua.


Foto: Arpillera de Nydia Taylor. "Eating mangoes on the beach".

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Domingo, 18 de septiembre de 2011

domingo, 25 de septiembre de 2011

EL DÍA NACIONAL DE LA BIBLIA

El último domingo del mes de septiembre se celebra el Día Nacional de la Biblia según decreto de la Asamblea Nacional No. 3317, aprobado el 15 de julio de 2002 y publicado en La Gaceta No. 149 del 9 de agosto del mismo año.

Dicho decreto indica que las instituciones públicas y privadas, en celebración del Día Nacional de la Biblia, podrán celebrar actividades públicas o privadas y gozarán de las prerrogativas de protección que las autoridades policiales deban ofrecer. También establece que queda exenta de toda carga tributaria la distribución, producción y difusión de la Biblia en todo el territorio nacional.

El día de la Biblia se celebra en varios países aunque no coinciden necesariamente en la misma fecha. Es celebrado por diferentes grupos religiosos que la utilizan, entre ellos: evangélicos, católicos romanos y ortodoxos.

La Sociedad Bíblica ha sido la responsable de impulsar la campaña de la celebración del mes de la Biblia, el cual es el mes de septiembre. ¿Por qué el mes de Septiembre? Por varias razones. Para los católicos porque el 30 de septiembre es el día de San Jerónimo, el hombre que dedicó su vida al estudio y traducción de la Biblia al latín. Para los evangélicos porque el 26 de septiembre de 1569 se terminó de imprimir la primera Biblia traducida al español por Casiodoro de Reina llamada “Biblia del Oso”. Se llamaba así porque la tapa de esta Biblia tenía un oso comiendo miel desde un panal. Esta traducción, que posteriormente fue revisada por Cipriano de Valera, dio origen a la famosa versión “Reina Valera”.

La Biblia es el libro más vendido de todos los tiempos, es el “best seller” de la humanidad. Se estima que más de 3 mil millones de biblias han sido vendidas aunque muchos consideran que la cantidad es mayor.

Yo tengo mi Biblia. La leo de diferentes formas, cada quien tiene su estilo. A veces me guío con el calendario católico y a veces la abro al azar. De cualquier forma, siempre encuentro en sus escritos una luz que ilumina mi camino, un mensaje que supera mis pesares. Los invito a darle una leída de vez en cuando, vale la pena, sus escritos te llenaran de esperanza, de paz y descubrirás que en estos tiempos de desarrollo tecnológico y comunicacional, sufrimos los mismos males por los que millones murieron tratando de construir un mundo mejor para todos. ¡Que viva la Biblia!


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
25/09/2011

viernes, 23 de septiembre de 2011

AQUÍ NO ME DEJARON HABLAR, PERO ME INVITAN A HACERLO EN EL PARLAMENTO EUROPEO

Las festividades del 14 y 15 de septiembre llenaron de alegría a Nueva Guinea. El día 14 desfilaron los diferentes colegios del casco urbano con sus bandas musicales, gimnasia rítmica, estandartes de los colegios, mantas alusivas a las festividades, alumnos y alumnas mostrando orgullosos cintas de excelencia académica. Fueron la atracción de miles pobladores que llenaron la calle principal de la ciudad para observarlos, tomar fotografías y salir de la rutina diaria. Luego del desfile se congregaron en el estadio municipal donde se realizó un acto, como en el resto del país, para conmemorar la batalla de San Jacinto. El día 15 se reunieron todos los colegios en el mismo estadio, se dio lectura al Acta de Independencia de Centroamérica proclamada hace 190 años y, posteriormente, lo que el pueblo ansioso esperaba llenando el estadio, los colegios hicieron presentaciones por diez minutos de sus destrezas con la gimnasia rítmica y banda musical.
           
Pero algo me llamó la atención. La bandera del partido de gobierno, la roja y negra, no ondeaba al lado de la azul y blanco de Nicaragua. “Ve hombre, qué bonito se mira el estadio, lleno de los colores que nos cobijan a todos sin exclusión”, pensé y se lo comenté a uno de los funcionarios del poder ciudadano que, sentado bajo una carpa escapando del intenso sol, asistía como invitado especial. “Es la orientación recibida”, respondió. “Y muy atinada”, respondí.

El acto del 14 fue cortito, rapidito terminó, como quien dice “mañana es el gran día”. Y lo fue, porque el acto del 15 duró desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde. Fue un acto alegre, estadio repleto de gente, con las barras divididas, la del colegio Salinas Pinell a la izquierda y la del Instituto Rubén Darío por la derecha, como siempre ocurre.
           
También me di cuenta que el alcalde de Nueva Guinea no participó en estos actos. Independientemente de que sea liberal del PLC, es el primer ciudadano del municipio, electo por la voluntad de los ciudadanos con el 63 por ciento de los votos y debió presidir estas fiestas, hablar en los actos, decir sus palabras. Tampoco participaron los otros miembros del Consejo Municipal. El MINED y el poder ciudadano, el FSLN, organizaron y dirigieron las actividades de esos dos días.

Si el alcalde hubiera participado, hablando o leyendo el acta de la independencia, los colores de nuestra bandera, el azul y el blanco, hubieran brillado con mayor intensidad porque los símbolos se concretizan, se hacen realidad cuando somos capaces de superar la ceguera partidista que nos nubla ante eventos que deberían unirnos a todos sin excepciones. Es urgente que esta situación se supere porque, de lo contrario, los ciudadanos comunes y corrientes seguiremos sufriendo las consecuencias del recelo, la carencia del trabajo conjunto y coordinación entre gobierno local y las instituciones del Estado, la intolerancia partidista que se da entre ellos y que frenan el desarrollo económico y social.

Un día de estos escuché al alcalde, Denis Obando, por la radio: “Aquí no me dejaron hablar en las fiestas patrias, pero me invitan a hacerlo en el Parlamento Europeo”, dijo. Va para allá, ojalá que su mensaje sea en beneficio del municipio.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Jueves, 22 de septiembre de 2011

miércoles, 21 de septiembre de 2011

LAS GÜIRILAS DE DOÑA PAULA URBINA

Son exquisitas, de maíz recién cosechado, tiernito. Son palmeadas con las manos laboriosas de doña Paula luego de destusar la mazorca, desgranar, moler el grano y hacer la masa. Con recelo, no era de esperarse de otra manera, explica el proceso que realiza para ganarse la vida en una de las esquinas de Nueva Guinea, contiguo a la rotonda de “los cuatro evangelios”.

A través de una cadena familiar, desde la parcela le llevan las mazorcas y oferta sus güirilas a diez córdobas con una rodajita de queso y el apoyo de sus hijas que las acomodan en el fogón para darles el toque mágico que atrae a los compradores. No escapa del pago de impuestos municipales, cumple con la ley. Vende más de trescientas al día, depende de la ocasión. Con su esfuerzo y el de su familia se gana la vida aprovechando la temporada de las milpas florecidas, llenas de mazorcas.

Si sacamos cuenta, tiene ingresos de noventa mil pesos al mes, más o menos. Si descontamos sus costos, entre ellos, las mazorcas, el transporte de la parcela al sitio, la molida del grano, las hojas de chagüite, el quesito, el carbón, la depreciación del fogón y la parrilla, las bolsas de plástico, el pago a la alcaldía, su propio esfuerzo y el de sus hijas que le ayudan, no le va mal, se gana la vida al igual que miles de pequeños comerciantes de este país para sostener a la familia.

El trabajo de Doña Paula es un ejemplo de la economía popular, familiar, donde la solidaridad entre sus miembros es un factor clave que se combina con otros para salirle al frente a la adversidad. Al igual que doña Paula, cientos de miles de nicaragüenses, con su esfuerzo y emprendimiento salen adelante a pesar de la crisis económica en que vivimos.

Aquí les dejo el vídeo de Doña Paula.


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
21/08/2011





lunes, 19 de septiembre de 2011

BLUEFIELDS: VIDA COMUNITARIA EN LAS CALLES Y ESQUINAS

La tradición de la gente de Bluefields, “los bluefileños”, es cosa aparte. No he encontrado un lugar en mi bello país donde se manifieste como en mi querido Bluefields. Mi ciudad de campos azules tiene una tradición que no sólo se manifiesta en la comida (rondón, gallo pinto con coco, patti, etcétera), o en el ritmo caribeño llamado Palo de Mayo. No es sólo eso. Es la alegría de vivir la vida, es el orgullo caribeño que por generaciones ha mantenido ese algo que cualquier visitante lo puede ver y sentir. Muchas veces, lo pasamos por alto porque no lo valoramos; me refiero a vivir la vida en constante comunidad, en un espacio que es de todos: las calles de Bluefields y sus añoradas esquinas. Sí, los bluefileños vivimos y hacemos comunidad en la calle, en las esquinas. Las esquinas de Erasmo, de Wing Sang, la esquina del duqui y muchas otras, son puntos de encuentro y reunión de los habitantes de Bluefields.
           
Las calles y sus esquinas son el nervio y pulso de mi ciudad. La vida nocturna comienza en las esquinas que son punto de encuentro de hombres y mujeres, para compartir lo bueno y lo malo del día. El día se concretiza al caer la tarde y culmina con el encuentro en la calle. La calle y esquina fortalecen los lazos de amistad y compañerismo entre los bluefileños, alimentados por la fresca brisa de la bahía. Todo cambia después del encuentro en la esquina. Nos sentimos con nuevos impulsos para continuar en la búsqueda constante de algo que nos mueve, nos cuestiona, nos obliga a buscar al otro para juntos discutir, hablar, analizar, soñar.

Todo puede suceder en ese encuentro: discutir sobre la problemática nacional, sobre la autonomía, la gestión del alcalde, sobre los precandidatos a la alcaldía, los aspirantes a diputados, la falta de empleo, el gobierno regional y los concejales regionales, del poder ciudadano, se habla de todo. Además de hablar, se concretizan cosas que se convierten en realidades: el encuentro entre novios y amantes, la organización de una fiesta no programada, la visita inesperada a un amigo que después de trabajar largos meses embarcado ha regresado de vacaciones, la búsqueda constante de consenso para hacer propuestas de cara a mejorar la gestión pública.

Pero no todo es agradable, al menos no todo el tiempo lo ha sido. Actualmente, la calle después de determinadas horas se ha convertido en un sitio inseguro para los bluefileños y los que visitan la ciudad. Ese mal que aqueja a la sociedad bluefileña irrumpió sin invitación, invadiendo el espacio en que construimos comunidad. El tráfico de drogas ha desfigurado ese gran valor que por años ha sido orgullo de los bluefileños, igual que los actos de delincuencia que cada vez se tornan más violentos. Pero desde la misma vida comunitaria que construimos en las calles y esquinas, podemos y debemos combatir esos males que nos aquejan. Si la calle y esquinas son los puntos de encuentro y reunión, también son el punto para iniciar el proceso de eliminación de estos males que, poco a poco, van desfigurando la vida social heredada de generaciones y que es el orgullo de los habitantes de Bluefields.

Antes se decía que la seguridad ciudadana en Bluefields era mucho mayor que en otras ciudades del país. No debemos dormirnos frente al acecho creciente de esos males que, gradualmente, van carcomiendo la tradición. No lo podemos permitir. ¿Qué podemos hacer, desde la tradición de vivir y disfrutar la vida en las calles y esquinas, para combatir esos males?

Muchas son las respuestas, estoy seguro. Desde mi perspectiva, tres grandes cosas podemos hacer: en primer lugar, declarar que la vida en la calle y las esquinas es un patrimonio heredado por nuestros ancestros y que nunca jamás vamos a tolerar que esos males terminen con eso que es parte de nuestro orgullo; una segunda acción es hacer trabajo en las calles y esquinas, dirigidos a la prevención del delito y recreación de nuestros jóvenes (hombres y mujeres) con programas elaborados y ejecutados por el gobierno municipal y las delegaciones ministeriales (MIFAMILIA, Policía Nacional, Ministerio de Gobernación, etc.), las organizaciones civiles sin fines de lucro que en sus principios contemplan actuar en ese sentido y las diferentes iglesias, principalmente la Morava y Católica. No se requieren muchos recursos económicos ni financieros, porque basta con insertarse en ese mundo de las calles y esquinas para lograrlo. Por ultimo  debemos promover y rescatar la mejor calle y esquina, con sus mejores acciones desarrolladas en beneficio de la comunidad, se trata de regresar a la misma comunidad. Se requiere capitalizar ese gran valor que existe en la sociedad blufileña: la alegría de celebrar la vida, de buscarnos y juntos hacer y soñar. ¿Qué no se podría hacer desde las calles y esquinas por nuestra ciudad?
           
Cuando los bluefileños no estamos en nuestra ciudad, ya sea en Managua, en otro país, en cualquier lugar que no es Bluefields, siempre estamos atentos a buscarnos para encontrarnos, ya no en la calle y esquina, sino en el centro de Miami, en los sitios caribeños que han proliferado en Managua, en las casas de los amigos y amigas, para seguir haciendo realidad ese legado que hemos heredado y que forma parte de la vida de los bluefileños.

Foto: Arpillera realizada por Nydia Taylor, "Ribon Pole".

Ronald Hill Álvarez
Nueva Guinea, RAAS
hillron@hotmail.com

sábado, 17 de septiembre de 2011

BANDA MUSICAL Y GIMNASIA RÍTMICA DEL INST. NACIONAL SALINAS PINELL DE NUEVA GUINEA

Parte de la presentación del Instituto Nacional Salinas Pinell de Nueva Guinea en el acto del 15 de septiembre efectuado en el estadio municipal de Nueva Guinea.






Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
17 de septiembre de 2011.

viernes, 16 de septiembre de 2011

BAILE DE PAJARITA DE LA PAZ

La Compañía de Danza Infantil Nicaragüita de Nueva Guinea baila PAJARITA DE LA PAZ en el acto del 15 de septiembre. Integrantes del grupo: Mercedes Benítez, Verania Borges, Alexandra Urbina y Juliana García.

Aquí les dejo el vídeo.



miércoles, 14 de septiembre de 2011

lunes, 12 de septiembre de 2011

CUANDO LA VI ME DOLIÓ EL ALMA

Poco tengo que contarles. Prácticamente nada de lo que muchos siempre esperan: un cuento corto, una mentirita casi cierta, algo de la Costa Caribe y su autonomía, o de Nueva Guinea. No, nada de eso. Solamente quiero compartir con ustedes una de esas cosas familiares que cuando suceden no te dan tiempo de pensar, te desesperan y duelen tanto que no puedes estar tranquilo.

Un día de estos mi mujer, Emilce, amaneció sin poder caminar. La noche anterior había dicho que le dolía la rodilla y, como siempre, le di su sobadita con una pomada “ice” para los dolores, igual que ella hace conmigo. Toda la semana pasamos trabajando con habitaciones casi llenas y atendimos dos talleres de capacitación. La semana anterior, las empleadas desaparecieron y nos tuvimos que rifar los dos en el trajín del hotelito, limpiando el restaurante, la casa y atendiendo a nuestros clientes. Las tres empleadas, eran amigas y a la mayor de ellas, mamá de la muchacha que limpiaba el restaurante, el marido la sacó del trabajo porque él encontró al fin. La que nos limpiaba la casa, al ausentarse las otras dos, decidió no seguir trabajando sin avisar. Nos quedamos solos y, como mi mujer no anda con mates, rápido nos organizamos echándole la vaca a las labores.

Al despertar y levantarse de la cama casi se cae por el intenso dolor. No me daba cuenta porque limpiaba el restaurante muy de mañanita, cuando la neblina invade todo: recogiendo sillas, sacudiendo manteles, barriendo, limpiando inodoros y ella no aparecía. Antes de terminar, ella se toma un cafecito viéndome atenta y luego se pone a lampacear. Me traslado a la casa, sigo barriendo y ella, al terminar en el restaurante, hace lo mismo en la casa.

Cuando la vi sin poder caminar me dolió el alma. La supermujer, la atleta de mi vida, lanzadora de jabalina, corredora de cuatrocientos metros, campeona de saltos largos, la ganadora de medallas, no pudo dar un paso. Sentí que el mundo tejido por los dos se derrumbaba. Pensé al instante en sus caminatas matutinas para visitar a nuestros nietos, a White Bush, a Daniela y Erick Jamil. Nunca la había visto tan frágil, débil, tan necesitada de mi hombro para apoyarse. “Te das cuenta, no me haces caso, no te cuidas, comes de todo”, fue lo primero que le dije. “Aja”, respondió. “Tienes que hacerte exámenes de sangre”, le dije y me hizo caso. Se fue con mi hijo Ronald al laboratorio y al regresar dijo que a las once de la mañana estaban los resultados.

Ansioso por conocerlos, los esperaba quince minutos para las once. Como es costumbre en nuestro horario, me los entregaron a las once y cuarenta y cinco. Revisé con mirada de lupa las dos hojas con los resultados, guiándome por los valores normales en el caso de las mujeres: colesterol normal, triglicéridos normales, acido úrico normal, FR negativo, ASLO negativo pero, resaltado en color rojo y letras mayúsculas, PCR positivo, 24 mg/l.

De inmediato me fui donde el médico que la atiende. “Está pegada, tiene artritis”, dijo. Tomó los resultados y en el reverso de una de las hojas escribió su prescripción: una ampolla de Dipronova de 2 ml inyectada intramuscular cada tres meses y una cápsula de calcio todas las mañanas por cuatro meses. Y de los alimentos, ¿qué no debe comer?, le pregunté y escribió: No comer carne de cerdo, de res, mondongo, hígado, huevos de toro. Comer en abundancia frutas, verduras y vegetales.

Cuando le mostré los resultados con la prescripción me miró incrédula. “Mírame, de seguro vos le dijiste que pusiera todo eso, ya te imagino diciéndole póngale esto y esto”, dijo muriéndose de la risa. “Como a vos te gusta comer ensaladas, de seguro inventaste todo eso”, agregó.

No hace caso, quiere andar caminando en ese estado. Ya le dije, no puedo verte así, tienes que recuperarte, prefiero que seas vaga, que te vayas en romería de nietos todas las mañanas antes de estar aquí postrada y adolorida. Quiero verla sana, alegre, sonriente, volver a encontrar el brillo de sus ojos en las miradas de complicidad, correr en la grama jugando con los nietos, a mi lado en nuestras rutinas, alistando su maleta porque va para Juigalpa, Managua o a los Estados Unidos a visitar a su familia. Quisiera absorber ese dolor por la noche, que se me traslade por el contacto de nuestras piernas para aliviarla y que desaparezca de su rostro la desesperación, la frustración del atleta que sufre una lesión.

“No te preocupes, ándate para El Bluff como tenías planeado, recorre tu vieja playa, empápate del azul del mar, anda a hablar con el viejo sukia y tu gente. Cuando regreses estaré bien, no quiero verte sufrir por mi dolor”, me dijo. Aunque Ronald y mi nuera Ana nos ayuden, no puedo abandonarla así como está, la vieja playa siempre va a estar allí esperándome. Espero que los efectos del medicamento surtan efecto mientras estoy atento en su comida y, cuando no tenga dolor, llevarla a Managua donde un especialista.

Los cuentos cortos, las mentiritas casi ciertas, las anécdotas, los artículos de opinión, tendrán que esperar a que ella sane porque, aunque lo intente, no puedo hacerlo como antes. Ella es más importante. Hay más de ciento treinta escritos en este blog y, si no los han leído todos, los invito a hacerlo. Espero que me esperen.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Domingo, 11 de septiembre de 2011

domingo, 11 de septiembre de 2011

LA FÁBRICA DE SUEÑOS (Liana Castello)

Hace muchos, muchos años, existió un hombre muy bueno que soñaba con cumplir sueños ajenos. Desde pequeño, los sueños habían sido muy importantes para él. A medida que fue creciendo, se dio cuenta que a muchas personas les era dificultoso hacer realidad lo que soñaban y, lo que era peor, a muchos otros, les era imposible soñar. Y entonces, soñó la manera de ayudar a la gente a concretar sus sueños, y como lo soñó con todo el corazón, lo hizo realidad. Con todos sus ahorros, construyó así la primera (y única) “Fábrica de sueños”.

Muchos dijeron que estaba loco, otros tanto no y lo ayudaron a cumplir su meta. Trabajaron muy duro y construyeron un edificio con muchas oficinas. La fábrica tenía diferentes dependencias: “Sueños de grandeza”, “Sueños de gloria”, “Sueños sencillos”, “Sueños de amor” y en el último piso y atendida por su dueño, estaba la oficina de los “Sueños Imposibles”. A esta última costaba un poco llegar, pero se llegaba siempre porque para Mario, su dueño, no había ningún sueño que no se pudiera hacer realidad. Luego de mucho trabajo, muchas críticas y algunos elogios, la fábrica se inauguró. Como de sueños se trataba y de esos que se sueñan despiertos, cada persona que entraba veía a la fábrica de diferente manera.

A quienes tenían sueños de grandeza, la fábrica les parecía el edificio más imponente que hubiesen visto jamás. Por el contrario, los que soñaban una vida simple, veían en ella sólo una simple construcción, cálida y agradable. Dicen que quienes soñaban con ser artistas, podían escuchar, al entrar, música que nadie tocaba y aplausos que nadie brindaba. Los que soñaban con un gran amor, aseguraban haber sido atendidos por un angelito que los guiaba con una flecha a su destino tan ansiado. Y como siempre se dijo que “soñar no cuesta nada”, Mario jamás cobró por sus servicios.

La fábrica trabajaba día y noche buscando amores correspondidos, teatros a sala llena con público que aplaudiera de pie, o logrando, simplemente, un helado de siete sabores. Pero, sin dudas, su mayor esfuerzo era enseñarles a las personas que para los sueños, también hay que trabajar y luchar. Esta era la parte más difícil del trabajo de Mario. La gente llegaba a su fábrica creyendo que, con sólo expresar en voz alta su deseo, el mismo ya podría ser cumplido.

“A un sueño, hay que ayudarlo” —decía siempre Mario —hay que trabajar para lograr lo que uno desea y a veces, mucho —agregaba a sus sorprendidos clientes.

Muchos no lo entendían y se retiraban de la fábrica enojados y desilusionados. Por el contrario, quienes sí entendían de qué se trataba, trabajaban duramente por lograr su cometido. Y así era que podía verse en cada oficina, personas estudiando mucho, entrenando, ensayando, reflexionando sobre sus defectos para poder hacer felices a otros. Magos que aprendían trucos sin trucos, payasos que ensayaban rutinas insólitas por lograr la risa más sonora que se hubiese escuchado jamás.

También había cocineros probando sabores nuevos, recetas locas, combinaciones exóticas, todo por lograr el plato ideal, la comida más rica jamás preparada. Había muchos escritores que borraban, volvían a escribir, hacían bollitos de papel y todo en busca de su tan ansiado libro y otros, que soñaban con salvar el planeta que iban recolectando y reciclando todos los residuos que la fábrica generaba.

Fueron tiempos felices, donde la mayoría de la gente empezó a entender que un sueño no sólo se sueña, se construye, se defiende, se sostiene y luego se logra. Dicen, quienes recuerdan aquellos tiempos, que mientras la fábrica estuvo abierta hubo menos robos y los noticieros daban más noticias buenas que de las otras. También aseguran que la gente enfermaba menos y entonces, médicos y enfermeras usaban el tiempo libre que tenían en concretar sus propios sueños.

Los ahorros de Mario se iban acabando, mucho había invertido y nada ganaba, sin embargo él no pensaba en eso y seguía adelante.

     Deberíamos empezar a cobrar ¿no le parece Mario? —preguntaba Tomás, fiel colaborador.
     De ninguna manera ¡Cobrar por ayudar a cumplir un sueño! ¡Ni soñando! Las reservas se acaban, yo sé lo que le digo —insistió el joven.

Sin embargo, Mario hizo oídos sordos a lo que decía su colaborador. Era consciente que ya casi no había dinero para sostener la fábrica en marcha, pero su deseo de seguir ayudando pudo más. Tomás trataba de ajustar lo más que podía el presupuesto, pero sabía que tarde o temprano, en realidad, más temprano que tarde, el dinero se acabaría por completo.

     ¿Has visto Tomás? Esa joven ha encontrado el amor —comentó entusiasmado, un día Mario.
     No queda plata en el banco —dijo el joven.
     A propósito, se ha recibido de doctor Don Julio, a los setenta años.
     Me alegra señor —respondió el joven.
     Pues sonríe entonces ¿dónde está tu alegría?
     No hay dinero señor, no lo hay ¿cómo podremos seguir?

Mario no respondió. No toleraba la idea de perder la fábrica. Y llegó el día tan temido. La fábrica cerró sus puertas. Mario no fue el único que sufrió la pérdida, pero si fue el que más lo hizo. Sentado en lo puerta del gran edificio ya vacío, pensaba en que no había hecho las cosas bien y se culpaba por no haber escuchado a Tomás. Comenzó a invadirlo una gran sensación de fracaso. Al día siguiente de cerrar la fábrica, Tomás volvió a ella, sabiendo que encontraría a Mario, como siempre, como todos los días. Se sentó a su lado, en el umbral de la puerta. Mario no apartaba la mirada del suelo.

     He fracasado —dijo Mario sin mirar al joven.
     Ya lo veremos —respondió Tomás.

Mario no entendió las palabras de su amigo, pero no tardaría en hacerlo. Con el tiempo comenzó a darse cuenta que la mayoría de las personas habían aprendido que soñar era mucho más que desear algo. Vio que el fruto de su esfuerzo se reflejaba en niños sanos, amores correspondidos, aplausos sentidos y gente feliz.

Se dio cuenta que, a pesar de que la fábrica hubiese tenido que cerrar sus puertas, la gente no sólo no había dejado de soñar, sino que trabajaba con ahínco por lograr sus metas. No había sido en vano, no había soñado un sueño imposible. Había abierto en cada persona una puerta que ya no podría volver a cerrarse.

Y entonces fue feliz, aún más de lo que había sido siempre.


Autora: Liana Castello.
Escritora Argentina.
Recibido por correo electrónico de formarse@egrupos.net

viernes, 9 de septiembre de 2011

MICRO-BLOGS SOBRE MIGRACIÓN

Lo atrapó la #Migra. Desde niño quedó abandonado y deambula diario por semáforos de #Managua. Es indocumentado, no tiene #cédula. #BlogsNI

A media noche de fin de año, mientras celebraban, tomó maleta, dio vuelta en la manzana y después #emigró buscando futuro en otro país. #BlogsNI

Tiró la toalla y con #cédula recorrió países del CA4. Se convenció que su patria es incomparable aunque no tenga pegue fijo. #BlogsNI

Desde allá está pendiente. Su corazón se desgarra en nostalgia y trabajo. Cumple con #remesas y sueña una patria distinta. #BlogsNI

#Emigró al mar de otra tierra. No olvidó, nubes blancas y mar azul recordaron su bandera y el despojo que gobernantes hacen de ella. #BlogsNI

Cruzó al nado. Pescado mojado y deportado cinco veces sigue buscando mejor vida. Aquí sólo camisetas chicha recetan, dijo y se fue. #BlogsNI


Ronald Hill A.
La Colina
09/09/2011

martes, 6 de septiembre de 2011

PUERTO EN VENTA. ¿QUIÉN OFRECE MÁS?


Imagen de la oferta.
Lo ofertan en cinco millones de dólares por Internet. La oferta dice “Venta de Isla, RAAS, El Bluff. Isla con 2.5 Km. de Costa, propiedad apta para Proyecto Turístico, Agua Potable, Acceso a Luz Eléctrica, Área del Terreno: 426000 varas cuadradas”.

Las reacciones de los actuales pobladores no se hacen esperar. Todos muestras preocupación y esgrimen las “tarjetas amarillas que les entregó Somoza, sus escrituras de terrenos inscritas en el registro público de la propiedad y la Ley 445, ley de régimen de propiedad comunal de los pueblos indígenas y comunidades étnicas de las Regiones Autónomas de la Costa Atlántica de Nicaragua”.

Al llamar (el número es 88107624), nadie respondió mi llamada. Luego de cinco minutos me llamó. “Tengo una llamada perdida de este número, ¿qué desea?”, dijo. “Información sobre el anuncio de la venta del puerto”, respondí. “¿Sabe lo que cuesta el Puerto?”, preguntó. “Sí, 5 millones de dólares, lo estoy viendo en el anuncio de www.casanica.com”, le respondí. Le di nombre y dirección de correo electrónico. Dijo que iba a enviarme la información necesaria de la oferta. No dio nombre, no quiso darlo.

Mientras esperaba, hablé con mi amigo Oscar “el zorro” Brenes. “¿Vos sos el que lo está vendiendo?”, le pregunté. “No, para nada. Hace muchos años tuve un anuncio para hacer inversión turística, pero no me dejaron; los políticos de El Bluff me hicieron la vida imposible, aun teniendo mi propiedad legal”, contestó. “Ese anuncio tiene más de cinco años de estar allí”, concluyó. Luego llamé a conocidos de las altas esferas del gobierno regional y del partido de gobierno. Nadie sabe nada. Y como nadie sabe nada, pues yo lo quiero comprar por varias razones.

El gobierno comunal creole de Bluefields, los Black Creoles, plantean que exigirán la titulación de El Bluff como parte de su patrimonio, en el marco de la Ley 445,  igual que demandan el casco urbano de Bluefields y sus alrededores, los municipios de El Rama, Muelle de los Bueyes y Nueva Guinea. Los Creoles que habitaron el puerto fueron siempre minoría en esa población de mestizos y llegaron de Laguna de Perlas, comunidades garifunas y de la desembocadura de Río Grande. Desde Bluefields viajaban todos los días para trabajar en las empresas camaroneras y como estibadores en el puerto. Con el paso de los años la población misquita se ha incrementado, surgiendo diferentes zonas de asentamiento. ¿Para qué desean los Black Creoles el puerto de El Bluff? ¿Están concientes de los conflictos que deberán enfrentar?

Al ser de mi propiedad no habrá conflicto. Si lo compran empresarios poderosos, exmilitares retirados y allegados al gobierno con socios foráneos siempre habrá problemas, porque lo que buscan es rentabilizar su inversión a cualquier costo con proyectos que excluyen a los pobladores del puerto.
           
Bueno, dirán ustedes, ¿y para qué lo quiere? Para varias cosas. Para regresarle la esperanza a la gente, para ver sonrisas en sus rostros demacrados y amarillos, para llenar su estómago de felicidad, para que los niños y niñas corran alegres por las calles con sus barriguitas vacías de parásitos, para que hagan deporte sano, para eliminar la droga que los mata, para que tengan servicio de agua potable, para que accedan a una educación de calidad sin eslogan alienantes, para que exista un puesto de salud que los atienda cuando lo necesiten, para que no terminen con la mina de piedra que los protege del mar, para reforestar la vieja playa, para que la policía nacional abra bien los ojos, para que los guardacostas patrullen el mar y sus marinos hagan obras comunitarias en lugar de dormir todo el día en un hamaca.
           
Para demandar a la empresa Gulf King ante tribunales nacionales y ante Washington, para terminar con los políticos corruptos vividores de la miseria de los pobladores, para alumbrarles el camino y que vuelvan a descubrí que el trabajo es el único medio para mejorar el futuro, para que recuperen la dignidad que les fue robada, para que se organicen en función de sus intereses y no de ajenos, para hacer un banco autogestionario y solidario de vivienda, para reactivar la pesca, para que cuando el proyecto de la marina se implemente no los explote, para ayudarles a crear sus propios proyecto de vida y que sepan gestionarlos.
           
Para eso lo quiero. ¿Quién ofrece más? Si usted quiere ayudarme, ya sabe dónde contactarme.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Martes, 06 de septiembre de 2011

lunes, 5 de septiembre de 2011

BUSCANDO IMÁGENES


Sin papel, sin libreta, sin lapicero, escapa de sus tormentos; de penas y angustias, del diario rugir de camiones que pasan atestados de gente y carga, del mugir mañanero de las vacas, del trote de los potros, de volquetes cubiertos de piedras con destino incierto, de los amanecidos buscadores del elixir etílico, del cantar de los pájaros, del verdor que  lo apresa. En busca de imágenes y sensaciones recorre su vieja playa, que como sendero gris, muestra sus dunas de arena acompañadas por el vuelo de gaviotas y tijeretas, conchas, caracoles, cangrejos, mansas olas, blancas nubes, piedras y cielo azul.

Atrás quedaron sus rutinas, sus amores infantiles, la bruma fresca que viste de gris los amaneceres, el sonido ensordecedor de la lluvia sobre el techo, el denso bosque sobre la colina refugiando vida, el paso incesante de campesinos con manojos de leña sobre sus hombros y de lentos bueyes, las manos migrantes que lo visitan y estrecha, sonrisas que desaparecen en instantes. Allá, a lo lejos, en el horizonte, la cordillera majestuosa inamovible descansa, cubierta de encantos y marcada por recuerdos del pasado como las heridas de sus faldas.

Con los pies en la arena, inspirados en fiesta sus sentidos, apenas su vista alcanza a elevarse sobre el mar. La añoranza lo vuelve a sorprender, pensó en idilios del pasado con la alegría de un escritor que ha publicado su primera novela. Encontró aire puro y fresco que invadió sus pulmones, soledad en el horizonte, donde se vio con sirenas a su lado; tenía para su intimidad el azul del mar y el blanco de las nubes, los colores de su bandera, de la cual, descubrió, hacen en nombre de ella los gobernantes a su antojo. Desvaneciéndose un velero a lo lejos, lo tomó del mástil acercándolo a la seguridad del puerto y pescadores saludó en la playa con miles de peces atrapados en sus tarrayas.

Caminó hasta perderse tras la búsqueda de imágenes. Al regresar, descubrió la dicha de vivir, el tiempo preciso y la paz necesaria para describir nuevas imágenes. Atrapó una, dos, tres y, sin descanso, su cabeza  llenó de ellas, archivadas en su memoria para continuar en su insaciable manía de escribir por la vida.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Viernes, 02 de septiembre de 2011

jueves, 1 de septiembre de 2011

POBLACIÓN, MIGRACIÓN Y ECONOMÍA TRADICIONAL

Para muchos, el crecimiento poblacional es uno de los retos a superar para lograr el desarrollo del país. Plantean que “hay más pobres en el país porque no se puede reducir la pobreza si se produce más personas que riqueza material, es decir, si el crecimiento poblacional es mayor que el aumento de la producción material”.

Hace más de 200 años, Thomas Malthus postuló la relación entre crecimiento de la población y el agotamiento de los recursos. Dos corrientes cuestionan el problema. Por un lado, quienes plantean la necesidad de urgentes programas de control de la natalidad en los países pobres, que son los que tienen mayores tasas de crecimiento poblacional. Por el otro, los que enfatizan la pasión del consumo, el gasto de energía y recursos en los países más industrializados. La discusión contribuye a centrase en la raíz del problema, siempre y cuando haga referencia a dos términos principales: economía y población.

El fin de la economía es la población y no al revés, siendo la economía un medio para la realización y el desarrollo de la vida humana. El predominio del problema económico lleva a considerar a la población como poco más que un factor de la economía, cuya escasez o abundancia se juzga y evalúa conforme a las exigencias del propio proceso económico. Como ejemplo coyuntural tenemos la migración cíclica de miles de ciudadanos nicaragüenses hacia Costa Rica a cortar café, cuando en nuestro país existe una alta demanda de cortadores en las zonas cafetaleras. Se van porque la economía cafetalera no les garantiza un empleo digno y satisfacción.

La población es el sujeto de la economía, su protagonista y actor, siendo la realidad económica la obra o el actuar de la población. Al mismo tiempo, la economía condiciona el ritmo de crecimiento de la población y su distribución en las diferentes zonas geográficas. Si la población “hace la economía” para su propio beneficio, la construye en un marco definido por las estructuras económicas establecidas que no pueden ser cambiadas por la población, sino a través de procesos lentos y complejos; resulta más fácil controlar a la población para que se ajuste a la economía, que cambiar la economía para que se armonice con las necesidades de una población en rápida expansión.

¿Por qué los pueblos más pobres presentan las tasas de crecimiento demográfico más elevadas? Si las economías pobres no están en condiciones de proporcionar subsistencia y vida satisfactoria a su población, parece contradictorio que en éstas la población se multiplique más aceleradamente, con lo que el problema de la pobreza se agudiza. Para el que observa este comportamiento en base a las estadísticas comparativas, el fenómeno se explica como un comportamiento irracional que surge de la ignorancia, la falta de previsión y la incultura de los pobres. Hay que ser cautelosos antes de atribuir ignorancia, porque detrás de esa irracionalidad opera una racionalidad diferente.

La tendencia a tener un elevado número de hijos responde, desde el punto de vista económico, a una racionalidad determinada porque en condiciones de pobreza los recursos y factores económicos más importantes para asegurar la subsistencia son los propios recursos humanos, la fuerza de trabajo, así como las relaciones de cooperación y solidaridad.

En las economías tradicionales, campesinas, artesanales y populares urbanas, la familia se constituye como unidad de trabajo y producción, antes que como unidad de consumo. Debido a que son formas económicas que no operan con la lógica del capital, del cual carecen, el acceso a la fuerza de trabajo no se realiza a través de su contratación en el mercado, excepto en pequeñas cantidades, sino mediante su reproducción familiar.

Los hijos garantizan su continuidad en el largo plazo y son parte esencial de las estrategias familiares de subsistencia y progreso entre las que sobresale la migración y la transferencia de dinero vía “remesas familiares” desde el extranjero al ser obligados a emigrar por una economía enferma. De igual manera, la pertenencia a comunidades y a redes de integración social resulta decisiva para garantizar la seguridad, particularmente en condiciones como las de nuestro país, donde se pueden prever recurrentes situaciones críticas. A tal pertenencia contribuyen de manera significativa los hijos insertos en familias extensas, tanto dentro como fuera del país.

Lejos de garantizar mejores niveles y calidad de vida para la población, una reducción de las tasas de crecimiento demográfico contribuiría a un mayor debilitamiento económico y agudización de la pobreza. Si la principal fuente de generación de riquezas descansa en este tipo de economías, la lógica indica que hacia ellas se deberían destinar más recursos para fortalecerlas y políticas que premien con diferentes incentivos la inversión de una parte del dinero que entra al país como “remesas familiares” equivalentes a casi la mitad del valor de las exportaciones.

Ronald Hill Álvarez
La Colina
Nueva Guinea, RAAS