sábado, 30 de diciembre de 2023

CANCIÓN DE AÑORANZAS

 




Un cuadro pintado con las palabras, donde la grama y el Cortez desvanecen sus colores,

¿Dónde han ido? ¿Qué misterioso ladrón los ha llevado?

Siempre bailaron en la puesta de sol y al despertar,

Incluso cuando la tierra se agrietaba y anhelaba lluvia,

sus matices y danzas al viento eran faros de esperanza.

 

Ahora, un viento frío acaricia el rostro,

el cielo gris opaca la luz solar,

pero internamente, su fulgor espiritual persiste.

Con el tiempo, las cejas vestirán tonos de gris azulado,

y la mirada suave los acogerá con alegría.

 

 

30 de diciembre de 2023

Foto: Internet

lunes, 25 de diciembre de 2023

UN SUEÑO DE NAVIDAD


José, un niño campesino, vivía con sus padres en una pequeña finca. Su vida era sencilla y tranquila, dedicada al cuidado de los animales y las plantas. Nunca había salido de su comarca ni había visto las luces y los adornos de la ciudad. Lo único que sabía de la Navidad era lo que le contaban sus padres y lo que escuchaba en la radio.

Un día, su madre le dio una noticia que lo llenó de emoción: sus tíos los habían invitado a pasar la Nochebuena en La Fonseca, una colonia cercana donde había una capilla católica con un árbol de Navidad. No podía creerlo, iba a ver por primera vez un árbol de Navidad, ese símbolo mágico que tanto le fascinaba. Le preguntó a su madre cómo era el árbol, y ella le dijo que era grande y verde, con muchas luces de colores, bolas brillantes y una estrella en la punta. Se imaginó el árbol como un gigante luminoso que destellaba la noche con su resplandor.

Esperó con ansias el día en que vería el árbol de Navidad. Contaba los días en el calendario y cada noche soñaba con el árbol. Le pedía a su padre que le contara historias sobre La Fonseca, y él le decía que era un lugar muy bonito, con gente amable y trabajadora, que celebraba la Navidad con mucha alegría y fe, después de terminada la guerra que asoló todas las comunidades de Nueva Guinea. Le dijo que sus tíos los recibirían con mucho cariño, y que les prepararían una cena deliciosa, con gallinas rellenas, nacatamales y pasteles. José se relamía los labios al pensar en la comida, pero lo que más le interesaba era el árbol.

Por fin llegó el día esperado. José se levantó temprano, se vistió con su mejor ropa, y ayudó a sus padres a empacar las cosas. Los tres montaron a caballo y emprendieron el viaje a La Fonseca. El camino era largo y lodoso, pero José no se aburría. Miraba con curiosidad el paisaje, los árboles, los pájaros, las quebradas, los cerros y a las personas que se encontraban en la travesía. Le parecía que todo era nuevo y diferente. Les preguntaba a sus padres sobre todo lo que veía, y ellos le respondían con paciencia y amor.

Después de seis horas de viaje, llegaron a La Fonseca. Se sorprendió al ver la colonia, que era más grande y bonita de lo que se había imaginado. Había muchas casas de concreto, todas pintadas en colores atractivos, con techos de zinc, rodeadas de jardines y árboles frutales. También había una escuela pintada en azul y blanco, una cancha de fútbol, un campo de béisbol, varias tiendas y una iglesia.

Vio a muchos niños jugando y corriendo, y sintió ganas de unirse a ellos. Pero lo que más le llamó la atención fue la capilla católica, que estaba al final de la calle principal. Era una construcción blanca y sencilla, con una cruz en la fachada y un campanario. José se fijó en que había una ventana grande en el frente, y a través de ella se veía algo que le hizo latir el corazón: el árbol de Navidad.

Sus tíos los estaban esperando en la puerta de su casa, que quedaba cerca de la capilla. Los saludaron con abrazos y besos, y los invitaron a pasar. Se sintió acogido por la familia de sus padres, que lo trataron con mucho afecto. Le presentaron a sus primos, que eran de su edad, y le ofrecieron juguetes y dulces. Se divirtió con ellos, pero no podía dejar de mirar hacia la capilla, donde el árbol de Navidad lo esperaba.

Cuando se hizo de noche, sus tíos los llevaron a la capilla, donde se celebraba la misa de gallo. Entró con emoción, y se quedó maravillado al ver el árbol de Navidad. Era tal como se lo había imaginado, pero más hermoso y majestuoso. Estaba lleno de luces que parpadeaban en armonía, de bolas que reflejaban los colores del arco iris, y de una estrella que brillaba con intensidad. Se acercó al árbol, lo tocó con delicadeza. Sintió su textura suave y fresca, y su aroma agradable y dulce. Se quedó hipnotizado por el árbol, y se olvidó de todo lo demás.

Sus padres lo observaban con una sonrisa, y se sintieron felices de verlo feliz. Le tomaron una foto junto al árbol, y se la guardaron como un recuerdo. Luego, lo llevaron a sentarse con ellos, y escucharon la misa con devoción. José también prestó atención a las palabras del sacerdote, que hablaba del nacimiento de Jesús, el niño Dios que había venido al mundo para traer la paz y el amor. José pensó que ese era el verdadero sentido de la Navidad, y le dio gracias a Dios por haberle dado la oportunidad de ver el árbol de Navidad y de compartir con su familia.

Después de la misa, regresaron a la casa de sus tíos, donde los esperaba la cena. Comieron con gusto y brindaron por la Navidad. Se sintió satisfecho y contento, y se acostó en una hamaca con sus primos. Antes de dormirse, miró por la ventana y vio el árbol de Navidad, que seguía iluminando la noche con su resplandor. Cerró los ojos y se durmió con una sonrisa. Había cumplido su sueño de Navidad

José se convirtió en diácono. Su formación espiritual, humana, pastoral e intelectual se desarrolló con los sacerdotes de la parroquia de Nueva Guinea y en el seminario de Bluefields. Cuarenta años después de haber cumplido su sueño, es el encargado de una capilla en una comunidad del Caribe Sur y de arreglar con devoción el árbol que tanta ilusión sigue dándole. Cada año, recuerda con nostalgia y gratitud aquella noche en que vio por primera vez el árbol de Navidad y cómo ese momento cambió su vida. José siente que Dios lo llamó a servir a su pueblo, y que el árbol de Navidad es un signo de su presencia y su amor.

Comparte su fe y su alegría con los demás y le cuenta su historia a los niños que se acercan a ver el árbol. Es feliz y espera con esperanza el día en que la luz del árbol permanezca para siempre en los corazones de los hombres y mujeres, logrando la paz y el amor que tanto anhelan.

 

20 de diciembre 2023.

Nueva Guinea, RACCS.

Foto: Internet

jueves, 21 de diciembre de 2023

FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO PARA TODOS Y TODAS

 


Querida comunidad de Sueños del Caribe:

En esta hermosa temporada de Navidad y Año Nuevo, quiero tomar un momento para expresar mi más sincero agradecimiento a cada uno de ustedes. El 2023 ha sido un año excepcional para Sueños del Caribe, lleno de logros significativos y momentos inolvidables.

Superar la marca de 500 mil lectores es un hito que refleja no solo la calidad de los contenidos que compartimos, sino también el aprecio y el interés que han depositado en nosotros. Hemos logrado consolidarnos como uno de los sitios web más destacados en la difusión de relatos, anécdotas y crónicas sobre la vida y cultura del Caribe nicaragüense.

Lo más especial de este año ha sido la construcción de esta maravillosa comunidad que comparte el amor por la vida en el Caribe nicaragüense. Su compromiso y apoyo han sido el motor que impulsa nuestro blog, convirtiéndolo en un espacio vibrante de diversidad cultural y conocimiento.

En el ámbito literario, hemos dado un paso importante al publicar "El Génesis de Nueva Guinea". Este logro no solo representa el arte de bloguear, sino también la persistencia, el esfuerzo y la colaboración de todos aquellos que creyeron en el proyecto. Gracias por su valiosa cooperación, que ha hecho posible dar vida a este libro, e impulsarme a trabajar desde ya para publicar el próximo año uno referido a El Bluff y Bluefields.

A lo largo del año, hemos explorado una variedad de temas a través de más de 36 escritos, ahora disponibles en nuestro archivo. Cada palabra compartida es un pequeño tributo a la riqueza y la diversidad de la región del Caribe nicaragüense.

En este cierre de año, quiero expresar mi profundo agradecimiento a cada uno de ustedes. Que estas fiestas estén llenas de alegría, amor y momentos entrañables junto a sus seres queridos.

 

¡Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo para todos y todas!

Con gratitud,

Ronald Hill Álvarez

Sueños del Caribe

21 de diciembre de 2023

Foto: Internet.

martes, 19 de diciembre de 2023

UN LUGAR LODOSO CON OLOR A PÓLVORA



La primera vez que escuché hablar de Nueva Guinea fue en el comedor de la casa de mi abuelo, Felipe Álvarez. Cruzaba el patio de la casa de mis padres a la hora del almuerzo, y la abuela Manuela me hacía un lugar al lado del abuelo. Mis tíos, Pablo y Jorge, ocupaban sus sitios en aquella mesa redonda que mi abuela llenaba con suculentos platos, apoyada por varias mujeres que la asistían en las labores domésticas.

Transcurría el año 1970, y la pesca industrial de camarones en el puerto de El Bluff estaba en auge, con la empresa Booth Fisheries Company actuando como eje de su desarrollo. Impulsaba la planta de procesamiento, la flota de barcos, un astillero y la exportación hacia Estados Unidos de Norteamérica, tanto por vía aérea como por mar. Era un auge que irradiaba la economía local, de Bluefields y el país.

Mi abuelo Felipe se desempeñaba como responsable de la bodega de la aduana, y mis tíos trabajaban como funcionarios de agentes aduaneros en un puerto donde atracaban barcos mercantes. Estos abastecían a los establecimientos comerciales de los chinos en Bluefields, además de participar en la misma actividad pesquera. Posteriormente, se llevaban productos de exportación como bananos, ganado, azúcar, madera y otros, principalmente hacia el mercado estadounidense.

—Somoza está ofreciéndole tierra a todos los campesinos para que se trasladen a vivir a Nueva Guinea —dijo tío Pablo.

—Van a despalar esa montaña —dijo el abuelo.

—Ya empezaron —agregó tío Jorge.

—Felipe, ¿Dónde queda ese lugar? —preguntó la abuela Manuela.

—Cerca de las serranías de Yolaina, de Monkey Point en dirección hacia el este —respondió el abuelo.

—Por el río Punta Gorda van a sacar madera, carne de wari y venado, los frijoles que produzcan, plátanos, yuca y quequisque —añadió tío Pablo.

—Vamos a estar bien abastecidos —dijo la abuela con alegría y se sentó a un lado del abuelo.

Esos nombres que escuchaba, Nueva Guinea y Yolaina, eran nuevos para mí, no así Monkey Point y Punta Gorda, porque mi padre, White Bush Hill Bush, era capitán de barcos camaroneros y recorría la mar cercana a la costa, conociendo y hablando de esos lugares. Además, varias familias que habitaban en Punta Gorda, principalmente los McRea, eran amigos de la familia Álvarez. Llegaban con sus botes, hechos de grandes troncos de árboles, llenos de productos que abastecían a los pobladores de El Bluff y Bluefields. No solo trasladaban productos, sino también noticias sobre el estado de las cosas en su región.

Catorce años después, en 1986, visité por primera vez Nueva Guinea por asuntos de trabajo. Era una zona de guerra, con enfrentamientos entre la Contra y el Ejército. En aquel entonces, ninguna persona quería visitar, y mucho menos trabajar en Nueva Guinea. Todos huían de la guerra.

Llovía intensamente, y las calles, siendo de todo tiempo, estaban lodosas, por las que circulaban camiones IFA, Robur y Zil transportando militares. El olor a pólvora impregnaba todo el ambiente. La mejor infraestructura eran cuatro pequeñas cuadras que llamaban "la ciudadela" y en una de sus casa de madera fui alojado.

En aquel momento, la producción del llamado granero de Nicaragua estaba por el suelo, casi nula. Se impulsaba la Reforma Agraria con un proceso de cooperativismo, promoviendo cooperativas de servicios múltiples y cooperativas agrícolas sandinistas, estas últimas tenían las tierras en propiedad común de sus miembros. También se desarrollaban grandes proyectos estratégicos de cacao y caucho.

El ambiente estaba impregnado de la euforia de los primeros años de la revolución, con grandes planes agropecuarios golpeados por la guerra. La primera noche que dormí en Nueva Guinea fue de un solo tirón: escuchaba la cadencia interminable de la lluvia cayendo sobre el techo de zinc y recordé la casa de mis padres en El Bluff.

Seis años después, en 1992, luego de concluida la guerra, regresé nuevamente. Trabajaba para un Programa de Asistencia a Repatriados, financiado por el ACNUR, donde conocí las colonias y varias de sus comarcas, al igual que muchas personas: fundadores, repatriados y desmovilizados de la Contra y del Ejército. En el año 1993 y parte de 1994, trabajé en la alcaldía municipal siendo José Orlando Baquedano (QEPD) su alcalde. Luego, durante 14 años, laboré con la ONG Ayuda en Acción como coordinador.

Desde 1992 hasta la fecha, me encuentro domiciliado en Nueva Guinea, participando activamente para generar cambios y solucionar muchos problemas en su proceso de desarrollo. De igual manera, he logrado conocer a muchos de sus pobladores, a muchos neoguineanos, a los que he entrevistado, escuchado sus historias, recopilado sus vivencias y tengo el privilegio de hacerlos parte de los Sueños del Caribe.

 

Actualizado el 16/12/2023.

Foto: colonos con funcionarios del IAN.

lunes, 11 de diciembre de 2023

EL PESCADOR

 



El pescador, con ilusión en el pecho,

deja a su amor en tierna despedida,

hacia el muelle camina, sueños en su barco estrecho.


Maniobra en el muelle, la barca en su partida,

levanta cuerdas, manos curtidas por la sal y el viento,

navega hacia la mar, su alma entera va rendida.

 

En la barra, el ancla cae con un lento movimiento,

entre la laguna y el mar, su espera se hace eterna,

enciende un cigarrillo, suspira, está contento.

 

La cuerda en el agua busca un buen pargo que gobierne,

las piedras y los arrecifes llenos de vida marina,

piensa en su futuro, en su joven esposa y su vientre.

 

El cordel corre y salta, como en danza cautiva,

jala y jala, en un juego de placer y de paciencia,

el peso alerta sus sentidos, la lucha es atractiva.

 

La gran presa llega con resistencia,

un mero majestuoso, castaño y rojizo.

Suspira, el pescador siente su recompensa.

 

En el barco, el mero aleteando halla su nuevo lecho,

regresa a casa con pargos y el gran trofeo,

cae la tarde; en sus brazos, su amor, su anhelo.

 

8/12/2023

Foto propia: Internet.