La primera vez
que escuché hablar de Nueva Guinea fue en el comedor de la casa de mi abuelo,
Felipe Álvarez. Cruzaba el patio de la casa de mis padres a la hora del
almuerzo, y la abuela Manuela me hacía un lugar al lado del abuelo. Mis tíos,
Pablo y Jorge, ocupaban sus sitios en aquella mesa redonda que mi abuela
llenaba con suculentos platos, apoyada por varias mujeres que la asistían en
las labores domésticas.
Transcurría el
año 1970, y la pesca industrial de camarones en el puerto de El Bluff estaba en
auge, con la empresa Booth Fisheries Company actuando como eje de su
desarrollo. Impulsaba la planta de procesamiento, la flota de barcos, un
astillero y la exportación hacia Estados Unidos de Norteamérica, tanto por vía
aérea como por mar. Era un auge que irradiaba la economía local, de
Bluefields y el país.
Mi abuelo Felipe
se desempeñaba como responsable de la bodega de la aduana, y mis tíos
trabajaban como funcionarios de agentes aduaneros en un puerto donde atracaban
barcos mercantes. Estos abastecían a los establecimientos comerciales de los
chinos en Bluefields, además de participar en la misma actividad pesquera.
Posteriormente, se llevaban productos de exportación como bananos, ganado,
azúcar, madera y otros, principalmente hacia el mercado estadounidense.
—Somoza está
ofreciéndole tierra a todos los campesinos para que se trasladen a vivir a
Nueva Guinea —dijo tío Pablo.
—Van a despalar
esa montaña —dijo el abuelo.
—Ya empezaron —agregó tío Jorge.
—Felipe, ¿Dónde
queda ese lugar? —preguntó la abuela Manuela.
—Cerca de las serranías de Yolaina, de Monkey Point en dirección hacia el este —respondió el abuelo.
—Por el río
Punta Gorda van a sacar madera, carne de wari y venado, los frijoles que
produzcan, plátanos, yuca y quequisque —añadió tío Pablo.
—Vamos a estar
bien abastecidos —dijo la abuela con alegría y se sentó a un lado del abuelo.
Esos nombres que
escuchaba, Nueva Guinea y Yolaina, eran nuevos para mí, no así Monkey Point y
Punta Gorda, porque mi padre, White Bush Hill Bush, era capitán de barcos
camaroneros y recorría la mar cercana a la costa, conociendo y hablando de esos
lugares. Además, varias familias que habitaban en Punta Gorda, principalmente
los McRea, eran amigos de la familia Álvarez. Llegaban con sus botes, hechos de
grandes troncos de árboles, llenos de productos que abastecían a los pobladores
de El Bluff y Bluefields. No solo trasladaban productos, sino también noticias
sobre el estado de las cosas en su región.
Catorce años
después, en 1986, visité por primera vez Nueva Guinea por asuntos de trabajo.
Era una zona de guerra, con enfrentamientos entre la Contra y el Ejército. En
aquel entonces, ninguna persona quería visitar, y mucho menos trabajar en Nueva
Guinea. Todos huían de la guerra.
Llovía
intensamente, y las calles, siendo de todo tiempo, estaban lodosas, por las que
circulaban camiones IFA, Robur y Zil transportando militares. El olor a pólvora
impregnaba todo el ambiente. La mejor infraestructura eran cuatro pequeñas cuadras que llamaban "la ciudadela" y en una de sus casa de madera fui alojado.
En aquel momento, la producción del llamado granero de Nicaragua estaba
por el suelo, casi nula. Se impulsaba la Reforma Agraria con un proceso de
cooperativismo, promoviendo cooperativas de servicios múltiples y cooperativas
agrícolas sandinistas, estas últimas tenían las tierras en propiedad común de
sus miembros. También se desarrollaban grandes proyectos estratégicos de cacao y caucho.
El ambiente
estaba impregnado de la euforia de los primeros años de la revolución, con
grandes planes agropecuarios golpeados por la guerra. La primera noche que
dormí en Nueva Guinea fue de un solo tirón: escuchaba la cadencia interminable
de la lluvia cayendo sobre el techo de zinc y recordé la casa de mis padres en
El Bluff.
Seis años
después, en 1992, luego de concluida la guerra, regresé nuevamente. Trabajaba
para un Programa de Asistencia a Repatriados, financiado por el ACNUR, donde
conocí las colonias y varias de sus comarcas, al igual que muchas personas:
fundadores, repatriados y desmovilizados de la Contra y del Ejército. En el año
1993 y parte de 1994, trabajé en la alcaldía municipal siendo José Orlando
Baquedano (QEPD) su alcalde. Luego, durante 14 años, laboré con la ONG Ayuda en
Acción como coordinador.
Desde 1992 hasta
la fecha, me encuentro domiciliado en Nueva Guinea, participando activamente
para generar cambios y solucionar muchos problemas en su proceso de desarrollo.
De igual manera, he logrado conocer a muchos de sus pobladores, a muchos
neoguineanos, a los que he entrevistado, escuchado sus historias, recopilado
sus vivencias y tengo el privilegio de hacerlos parte de los Sueños del Caribe.
Actualizado el 16/12/2023.
Foto: colonos con funcionarios del IAN.