Siempre me ha llamado la atención un pequeño
tramo ubicado de el monumento de Nueva Guinea una cuadra hacia el oeste. En diversas
ocasiones he visto a decenas de campesinos y campesinas aglomerados alrededor
de ese espacio que mide 1.30 mts. de ancho por seis de largo. Está ubicado en la
propia esquina y siempre veo clientes que lo frecuentan. Fui a comprar tres
libras de Urea y vi los diferentes productos que vende Delvis Hurtado, su
dueño.
—
¿Desde
cuándo tenés este negocio?
Comencé en el
año 2003. Antes trabajaba para varias empresas, entre ellas CISA-AGRO y una
empresa de exportación de hortalizas. También en el liceo agrícola de Juigalpa
como docente por doce años y en la Escuela Normal. Por destinos de la vida vine
a parar a Nueva Guinea. Un amigo que estaba en los Estados Unidos se vino para
Nicaragua y le ofrecieron un trabajo en CISA AGRO exportadora y, como él estaba
pagando una moto en el INTA, me dijo que me fajara en el trabajo. Fui a la
entrevista, después de diez personas que estaban entrevistándonos yo me quedé.
Así vine aquí en el 2001. Clasifiqué porque esa era mi área, como fui profesor
de agroquímicos en el Liceo, lo que me preguntaban era de eso, era pan comido.
Al inicio no me
gustaba Nueva Guinea porque aquí di el servicio militar en todas esas montañas,
mucho llovía en esos tiempos. Me entrené en los BLI (Batallón de Lucha
Irregular) en la escuela que estaba en Los Pintos, pero cuando probé el agua
río el Zapote me quedé. Mi familia es de Juigalpa, trabajo de lunes a viernes y
me voy para allá los sábados.
— ¿Cómo surgió la idea de establecer este
negocio?
Este negocio ha
sido una escuela durante catorce años, esto era como un sueño que tenía desde
niño; por ejemplo, la venta de semillas en paquetitos de 20 pesos era un sueño.
Fui creado en un ambiente de agricultura. La gente vendía sólo en tarros
grandes y como era muy pobre no podía comprar, por eso pensé siempre que un día
iba a hacerlo. Cuando vine a Nueva Guinea lo primero que hice fue conocer a
fondo la situación, así descubrí que hay unas 20 mil casas, que la tenencia de
tierra es bien estable y que había una gran oportunidad de vender en pequeñas
cantidades, en todas la presentaciones de un litro para abajo. Por eso le caí
mal a un montón, al MAGFOR, al INTA, a los que regulan los agros servicios.
Ellos no aceptan la realidad de que si un productor quiere un litro de
herbicidas para compartirlo con diez se puede a 100 c.c. cada uno, pero pensé
que yo se los podía ofrecer de manera directa, esa es mi manera de trabajar.
Entonces lo vi factible, pensé en abastecer al menos un diez por ciento de los
productores porque aquí hay más de 50 mil.
— ¿Quiénes son tus principales clientes?
La pobretería de Nueva Guinea es mi clientela. La personas que tiene una, cinco o diez
manzanas. Me propuse abastecer hasta a las amas de casa, porque los solares de
las casas son grandes, siempre hay malezas porque llueve todo el año, aquí hay
hasta dos aguinaldos de lluvia, entonces hay que vender herbicidas, productos
para fumigar los zancudos, ayudarle al MINSA que fumiga las casas en campañas,
acabar con las cucarachas y los ratones. Por eso me propuse contar por lo menos
con diez productos para eso, pero comencé con unos 200 productos con una
inversión inicial pequeña. Si aquí hay 20 mil solares, un 10 por
ciento me va a comprar a mí. Ellos necesitan cosas pequeñas y allí participo
yo, pensé. Pero hay que comprar el producto y sobre todo de la mejor calidad
porque si es malo el cliente te compra una sola vez. Compro el litro o el kilo
y los re-envaso en pequeñas cantidades, de un litro de gramoxone hago ocho
vasitos de 30 pesos. Si el litro me cuesta 150 más las otras cosas que
invierto, me queda una ganancia de unos 80 a 100 córdobas dependiendo de la
época.
Vine a Nueva
Guinea con un sueño, una meta, una visión pero lo mejor es que me bañé en el
Zapote y lo que hice con este negocio es como estar en un paraíso, a la gente
le encanta, vienen y me dicen “deme cinco paquetitos de semilla” y yo les doy
una extra, entonces eso les gusta.
—
Por
ejemplo, esa chavala que está allí, ¿qué te viene a comprar?
No, ella no anda
comprando, ella es mi hija.
—
¿Anda de
visita?
No ella vive
aquí, es hija de otra mujer, es hecha con el mismo molenillo pero en distinta
jícara, es consecuencia de beber agua del Zapote. Es hija de una chinandegana y
estudia agronomía en la universidad URACCAN.
—
Entonces,
¿te da para todo el negocito?
Así es, me da para comer, para
tener agua, calabaza, miel y zacate para la burra.
—
¿Cómo fue el conflicto con las autoridades que
regulan los agros servicios?
Fue un fuerte
conflicto porque ellos no comprenden la visión. El gobierno lo tiene claro; impulsa el programa hambre cero,
entregándole a los pobres del campo una vaquita, dos cerdas y un verraco, diez
gallinas y un gallo, semillas de hortalizas, etcétera, pero los de abajo, los
empleados, no entienden esa visión aunque sean ingenieros. En
Nicaragua lo prohibido es prohibido, lo único prohibido es el narcomenudeo,
después todo es permitido. Si compras un quintal de maíz lo podes vender en
libras si querés, y así vivimos, sobrevivimos miles de nicaragüenses pero no
todo mundo entiende eso. Por ejemplo, si una persona compra un perrito de raza
como mascota, no va a comprar un litro de desparasitante, va a comprar lo que
necesita. Aquí vendo semilla certificada
de maíz, compró el quintal y luego lo empaco en bolsas de una, dos y cinco
libras y le garantizó la viabilidad al productor al igual que las semillas de
hortaliza.
Eso es lo que
hago en este negocio, facilitarles a los productores y productoras de escasos
recursos el acceso a los insumos según sus necesidades que son pequeñas en
relación a los medianos y grandes productores. Hace quince años aquí nadie
sembraba zanahoria, remolacha y repollo, ahora sí, esa es la idea que siembren
de todo para contrarrestar el gran caballo negro del apocalipsis: la hambruna. Yo he
visto gente comprando en el PALI cilantro y yerba buena y aquí crecen como
maleza, por eso compro la semilla y la empaco en bolsitas para que la gente la
siembre en sus patios, en el jardín, ya sea en maceteros o en llantas. Lo mismo
hago con la papaya, compro la semilla y la vendo aquí. Todo es con el fin de
que produzcan alimentos porque cada vez la carestía de la vida va en aumento.
En Nueva Guinea, donde tenemos aguinaldo de lluvia, hasta de dos meses más,
tenemos que aprovechar para producir alimentos, vender los excedentes para la
gente del Pacifico que padece de la sequía y como consecuencia de hambre.
—
Entonces, ¿es
con el MAGFOR que tenés problemas?
Pues fíjate que
poco a poco tienen que ir aprendiendo. Te lo digo porque gubernamentalmente
está aprobado. Si el gobierno se ha dado a la tarea de entregarles a los pobres
el bono productivo, alguien debe abastecerlos de las pequeñas cantidades de insumos que requieren.
—
Pero, ¿cuál es el planteamiento del MAGFOR?
Dicen que está
prohibido, que está prohibido re-empacar. Pero cómo va a ser prohibido si lo
que tenemos que hacer es buscar cómo sobrevivir. Además, intelectualmente estoy
preparado para hacer esto.
—
Entonces,
¿cómo haces para operar?, ¿tenés permisos como los otros?
Yo tengo permiso
para vender todo. Tengo un permiso de comerciante y pago todos mis impuestos. Deberían
de dármelo porque mi negocio es único y como este deberían de existir similares
en todos los municipios. Ellos quieren homogenizar todo, todo. No entienden que la economía es
frágil y es por eso que vendo en presentaciones pequeñas para abastecer a los
pobres. Si la constitución no me prohíbe vender, seguiré haciéndolo.
Un grupo de siete campesinos se acercaron al
tramo y Delvis dejó de atenderme por darles prioridad a ellos. Me despedí de él, comprendí la lógica de su negocio y recordé a la señora de una pulpería de la zona 6 que vende frijoles cocidos por tazas a su clientela que, por falta de dinero o tiempo, recurren a ella todos los días.
17/Noviembre/2013