He visto varias carretas cargando una pipa en la que se distribuye agua por las calles de Juigalpa, la misma imagen en diferentes colores. “¿Por qué pintas esa imagen?”, le pregunté a Julio Madrigal al sentarme a su lado, luego de saludar a Carlos Medrano, entre centenares de voces murmurando en la calle, frente a la casa de familia Guerra Gallardo.
Julio Madrigal me cuenta: "esas pipas eran de mi padre Juan Castilla Tablada, él me dejó una foto
que aún conservo y si hago bulla se desbarata. Decidí pintarlas para dar a
conocer cómo se distribuía el agua en Juigalpa. Él tenía varias pipas, había
una roja, una verde y otra azul, por eso las he pintado en varios colores”.
—
¿Y en diferentes calles?
Las calles de Juigalpa se parecen, sus casas esquineras son grandes,
de adobe y teja, con el mismo diseño arquitectónico. Cuando la gente mira el
cuadro provoca la discusión entre los juigalpinos: unos dicen que es la esquina
de donde fulano, otros de donde zutano, pero realmente la esquina es por donde
doña Teresita Pantoja, es decir allá donde vivía Tapa Chiche, la esquina de don
Aníbal Cruz. Metían la pipa de retroceso para el lado de donde la Tersa Urbina,
allí antes era un guindo y le ponían una cuña. La foto fue tomada en esa
esquina, eso me lo comentó Alejandro Castilla, mi hermano, uno de los que va
montado. Entonces, como todas las esquinas son parecidas, da la impresión de
que se ha paseado por toda la ciudad.
—
¡Esa es una imagen que te quedó grabada desde
chavalo!
Así es. Conozco todo el procedimiento, desde el pozo, cómo se parqueaba
la pipa, cómo se trasegaba el agua del pozo a la pipa, todo eso me quedó
galvanizado en la memoria y le puse alas porque ahora hay pipas en Europa, en
Estados Unidos, en Sur América y en Cuba.
—
¿Cómo es que las pintas?
En tela con técnica mixta, la base va curada con cola, los
polos de la lona, acrílico especial y luego una mezcla de óleo, es un técnica
mixta. He pintado como unas doscientas pipas.
Observo que
Carlos Guerra sale de la casa. Me disculpo y camino hacia él esquivando los
pies de los estudiantes que están sentados en sillas blancas y han llenado la
calle. Nos apretamos las manos, le doy condolencias por la muerte de María
Elena y nos abrazamos. Los periodistas lo rodean, me despido y
regreso donde Julio.
—
Julio, esa pipa también está pintada en el
parque de Palo Solo.
Es un mural que fue pintado por Ricardo Gómez. Él fue mi alumno cuando
comencé a dar clases de dibujo y pintura en lo que es hoy La Asunción, antes la
escuela José Aníbal; allí comenzamos con María Ramos a impartir los primeros
talleres a raíz de la Revolución donde acudió Ricardo, un morenito, a
dar sus trazos iniciales. Ahora es un gran escultor y pintor nacional que da
clases en la Escuela de Bellas Artes. Él la pintó, pero no lleva los detalles
que tenían las Pipas de mi papá.
—
¿La pintaste sin pensar que podrían regresar
esas condiciones de distribución de agua por el despale, la ganadería extensiva
y el cambio climático global?
Cuando uno pinta quiere dar a conocer algo que pasó, porque es una pena
que ahora no hay ni una pipa para tenerla en un museo. Aquí en Chontales el oro
se trasladaba desde La Libertad a Puerto Díaz en carretas. Don Juan Manuel
González, el músico acordeonista, era el jefe de todas las carretas.
Ahora no hay ni una carreta y ni una pipa. A lo mejor volvemos a eso porque en algunas comarcas no hay
agua, por ejemplo en Piedras Grandes, pero en la ciudad hay las 24 horas del
día por un gran proyecto que hicieron los coreanos para abastecernos desde el
lago de Nicaragua.
—
¿Sonaban una campana avisando que pasaba la
pipa?
No, sólo gritaban “la agua, la agua, última vez que paso”. La gente abría
sus puertas, entraban y llenaban el tanque o la pila
—
¿A qué precio vendían el cántaro de agua?
— Veinticinco centavos, era equivalente a una
lata —responde Carlos.
—
El cántaro era de bronce como esos cantaritos de
oro que hacen para pendientes —dice Julio.
—
Hay que aclarar una situación —dice Carlos
—habían otro dueños de pipas: Agustín Castilla Solís, Pablo Urbina, Antonio
Urbina, llamado “Toño Pipero”, y Juan Castilla, el papá de Julio.
—
Don Arturo Tablada, mi tío abuelo, mi abuelo se
llamaba Nicolás Tablada, le dio a su sobrino, mi papá, dos pipas para que
trabajara; fue desarrollando la microempresa y como era rentable los otros se
metieron y hasta hicieron un pozo al lado del suyo —explica Julio.
— ¿Por
todo eso es que pintas las pipas?
Las llevo
galvanizadas en la memoria, como decía Neruda.
Veo el reloj, se
hace tarde. Le agradezco a Julio la oportunidad de entrevistarlo. Observo que
comienzan a sacar las ofrendas florales de la casa. Me despido y quedamos de vernos en la
catedral donde se hará la misa de cuerpo presente de María Elena. Camino hacia
la esquina de Palo Solo e imagino en estos tiempos a las pipas abasteciendo de
agua a los juigalpinos.
Juigalpa, Chontales.
3/6/2015.