sábado, 25 de octubre de 2025

VOLVER A VERTE

 



Hoy te vi, papá.

No te estaba buscando.

Un video cualquiera, un muelle en Utila,

gente moviéndose, voces, sal marina.

Y de pronto tu figura, quieta,

mirando el hundimiento del Halliburton 211, un barco viejo,

como quien observa el paso del tiempo.

 

Me detuve.

El corazón golpeó fuerte,

como si recordara algo que el cuerpo ya sabía.

Pausé la imagen.

Corrí a llamarla:

—¡Es mi papá!

Y al mostrarte, ella lo confirmó sin dudar:

la postura de tus hombros,

esa manera de pararte en silencio,

miro y sé.

 

Sentí alegría primero,

como si el aire se hiciera más liviano.

Después vino la lágrima,

lenta, testaruda, inevitable.

No te veía así desde 1999,

cuando el cielo se cerró sobre el avión

que te llevaba de regreso a mí.

 

A veces sueño con vos.

Navegabas en un cayuco entre los Cayos,

yo en sentido contrario.

Nos cruzamos, levantaste la mano,

y dijiste adiós.

Me desperté con la ausencia

sentada en mi pecho.

 

Una noche escuché tu voz llamándome,

clara, como cuando me buscabas en el patio.

Vivía solo.

La casa entera se estremeció.

 

Hoy, al detener ese cuadro,

en el minuto 18:06 sentí que regresabas.

No como fantasma,

sino como hombre vivo,

respirando brisa del Caribe,

mirando mar, madera, óxido y espuma.

 

Hay algo extraño en esto:

se ensanchan los recuerdos,

se aflojan las grietas del corazón,

se abre una puerta pequeña,

justo donde duele.

 

Ahora ya no serás solo foto quieta

enmarcada por el tiempo.

Te veré caminar, girar la cabeza,

cruzar palabras con otros hombres en el muelle.

Te veré al hundirse el barco,

pero vos flotarás en la memoria que insiste.

 

Hoy te vi, papá,

y te quedaste un poco más conmigo.

 

 

25 de octubre de 2025.

Foto: Internet