El auditorio de
la alcaldía municipal de Nueva Guinea, en el segundo piso del edificio ubicado al
lado de la oficina del alcalde, fue el sitio escogido para realizar una reunión
con los líderes de las colonias y comarcas con el fin de revisar las diez
prioridades del municipio; seis meses antes habían sido capacitados para
levantar en su comunidad el diagnóstico con la metodología empleada por el
Sistema de Información Local de Viviendas y Asentamientos Humanos (SILVAH), en
coordinación con el FISE e INIFOM.
Se escuchaban
con lujo de detalles las pláticas eufóricas de los que se encontraban frente a
la mesa presidida por el alcalde y los concejales. El acento cantadito que
tiene al hablar el campesino asentado en las montañas del sureste de Nicaragua
inundaba los lados y el fondo del auditorio, mezclado con el rechinar de botas
de hule en el piso de concreto y el espacio se impregnaba de los colores
festivos de las gorras que usaban. Los rostros cansados mostraban sonrisas y con
las manos ásperas dedicadas a trabajar la tierra empuñaban sutilmente mis manos
al saludarme, igual que las del combatiente que por unos segundos se desprende
del fusil al quedarse dormido en su puesto de posta.
Transcurría el
año 1993, miles de familias habían regresado a asentarse nuevamente en el
municipio después de finalizado el conflicto armado de la década de 1980. El
gobierno local, presidido por el alcalde José Orlando Baquedano, priorizaba, igual
que el gobierno central, la labor de pacificación para desmovilizar a los grupos
de rearmados “recontras”, “recompas” y “revueltos”. Se apoyaba
incondicionalmente un programa de desarme, entregando comida y dinero a cambio
de fusiles de guerra; los pocos ingresos que la municipalidad recaudaba como
impuestos en esos años se utilizaban para tales prioridades.
Luego de cantar
las notas del himno nacional, el alcalde presentó el listado de las diez
prioridades del municipio, comenzando en orden descendente. En primer lugar
figuraba el mal estado de los caminos; en segundo lugar la falta de
financiamiento para la producción; en tercer lugar la salud; en cuarto lugar la
falta de escuelas, la carencia de agua potable, así hasta llegar a la décima
prioridad. Nadie quedó sorprendido, el diagnóstico realizado por los líderes de
cada una de las 30 colonias y 183 comarcas del municipio reflejaba la realidad
y el verdadero sentir de sus habitantes.
Los caminos estaban
abandonados, intransitables en su mayoría hasta por camiones IFA; la banca
nacional había desaparecido, solamente funcionaban diez puestos de salud en
colonias cercanas; la infraestructura escolar estaba en ruinas; la mayoría de
las comunidades y el propio casco urbano no tenían acceso a agua potable, y
muchas colonias y comarcas había sido azotadas por el cólera. La presencia de
las instituciones del Estado en el territorio, débil y fragmentada, sin
cohesión y visión de conjunto, era un factor limitante para impulsar el desarrollo
local.
Sin contar con
los recursos necesarios para resolver el problema ni con un módulo de
construcción de caminos, el alcalde se comprometió con todos los presentes a
gestionar a nivel nacional y con organismos de cooperación externa los fondos
necesarios para impulsar proyectos dirigidos a resolver las prioridades. Los líderes
participantes aplaudieron sus palabras, se despidieron sonrientes, llenos de ánimo
regresaron hacia sus colonias y comarcas con el compromiso de dar a conocer a los pobladores el resultado de
la reunión.
Unos meses
después, reunido el alcalde con funcionarios de un proyecto de cooperación
externa para el desarrollo rural que se impulsaba en el municipio, escuchaba
sus planes de actuación; vi su semblante agotado, escuché su voz firme al
hablar: “son los caminos la prioridad, ¡entiendan la necesidad de la gente!”,
les dijo.
Hoy, veintiún
años después de aquella priorización de necesidades del municipio, los caminos,
la red vial de Nueva Guinea, se encuentra en total abandono, sin un plan de
mantenimiento que surja de las prioridades según el grado de deterioro; en el
casco urbano no existe, ni planificada ni construida, una sola calle para el
pueblo. La gestión de recursos frente a la cooperación externa para ayudar a
resolver el problema es inexistente, los recursos disponibles de la
municipalidad, fondos propios y transferencias, se dirigen a abrir caminos en
sitios que no son prioritarios y el presupuesto del MTI para Nueva Guinea es
insignificante. ¡Entiendan de una vez, los caminos siguen siendo la prioridad!