Son sonrisas de satisfacción, eso es lo que
pienso al ver las amplias sonrisas de los clientes de mi hija cuando retiran
sus pasteles. No importa el tamaño, el peso, el tipo ni la forma del pastel,
porque siempre se dibuja una amplia sonrisa en sus rostros al tenerlo por
primera vez en las manos.
Y los veo, así, sonrientes, de pie en el
corredor de la casa. Cuando Emiljamary hace la entrega siempre dan las gracias
con esa sonrisa característica de felicidad, de agradecimiento, aunque paguen
por el pastel, la gratitud dibujada en la plenitud de la sonrisa, sonrisas
plenas, y así, sonriendo se retiran ya sea en motocicleta o en vehículo para
disfrutarlo con el agasajado, con el cumpleañero, con la mamá, con la hija, el
hijo, la amiga, el novio, la amante, o el padre, el abuelo, la abuela, la
familia.
Pienso que en el trayecto esa sonrisa no se
apaga, va por las calles de Nueva Guinea como una estela de felicidad que deslumbra a los caminantes hasta llegar a su destino, y allí se multiplica, explota y contagia a los participantes del festejo. Y de eso es lo que la labor de mi hija se ocupa.
Es creadora de pasteles, de felicidad, no sólo
en los que consumen sus pasteles sino en el entorno en que trabaja, en mi casa,
su casa, llena el ambiente de alegría, de felicidad, y siempre voy a ella después
que escucho desde mi oficina para darme cuenta de que es lo que le causa esa
gran carcajada que comparte con Emilce, su mamá, mi mujer, y me contagia de esa
dicha que crea al combinar los ingredientes de los pasteles, cuando entran al
proceso del horno, al hacer los decorados con aquella paz y tranquilidad
requerida para que sean una obra de arte. Ella en su labor, creando, relajada y
feliz.
Luego, cuando ha finalizado, después de muchas horas
trabajando con esmero, la veo pasar con el pastel en sus manos creadoras para
colocarlo en el sitio que ha elegido y tomarle la foto para compartir su obra
en su página llamada “dulces para el corazón”.
Los admiro, me encantan. Y más aún cuando provoca esas sonrisas con su trabajo, sonrisas que veo, indicadores de satisfacción de
sus clientes, que van por el camino llenos de alegría y festejan con sus seres
queridos. La felicidad se hace, se moldea y se transmite.
Y yo me lleno de ella, siempre espero a sus
clientes para ver la sonrisa dibujada en sus rostros, el indicador de la
felicidad que con sus manos hace mi hija.
20 de junio de 2022.