En días lluviosos recuerdo mí puerto.
Corriente terrosa surcando la bahía,
ramas y troncos con animales saliendo por la barra hacia la mar.
Estibadores en el muelle tiritando todo el día,
estudiantes en resguardo bajo el alero de la aduana.
Cruzábamos en barcos pos-pos la bahía.
El capitán sin divisar la Isla del Venado,
Half Way Cay, ni la costa norte.
Al calor del motor abríamos libros,
sesiones de estudio hasta llegar a Bluefields.
Con paraguas y capotes nos cubríamos,
corriendo en zigzag entre aceras y corredores.
Maestros y hermanos cristianos nos esperaban,
conscientes del peligro de la travesía que hacíamos.
A tormentas de días lluviosos no temíamos.
Por las tardes jugábamos fútbol bajo la lluvia,
campo encharcado, explotando el lodo al patear la pelota.
Corríamos en la arena, gritando embebidos de alegría.
Nos juntábamos entre amigos por las noches,
con luz y calor de candelas jugábamos naipes: Pedro y
desmoche.
El Bluff fue mi cálido hogar en días lluviosos,
un lugar donde muchos crecimos felices.