El encanto del amanecer cubrió su rostro. Su apariencia se transfiguró
por la luz de mañana, cubriéndola bajo el dintel de la puerta. Por unos
instantes quedó inmóvil, iluminada por los primeros rayos del sol del primer
día de Abril.
En sus ojos negros descubrí la belleza de la noche, y entre
toda su hermosura, la gracia del día ruborizándose por el enrojecido cielo.
Escuché su voz diciendo su nombre, el canto de una paloma en las altas ramas de
los árboles de caoba, la música de una dulce melodía. De su sonrisa los
destellos de luz irrumpen al amor, el contenido de todas las virtudes de su fascinante
corazón.
Y en este primer día de Abril, los pájaros en bandada
señalan el cielo, a mis oídos aburridos, a mis ojos cegados por nostalgia, que
ella sigue conmigo, que su belleza está intacta, que irradia siempre cada uno
de mis amaneceres.