Cada vez
más al suroeste cae el sol,
y sus rayos
parpadean entre las ramas
como
invitado descendiendo a descansar en ellas.
Lo observo
caer y la oscuridad llega lentamente.
En este
instante pienso en lo lejos que he llegado,
y que
hablar de la última noche del mes de diciembre
es como
decir que la hierba húmeda es persistente,
sigue allí,
creciendo bajo el tronco de un árbol frondoso.
Surge de una enorme necesidad por la forma
en que la
luz se despide, por lo que nos podemos decir
los unos a
los otros, por las cosas que nos guardamos
como el que
esconde eternamente algo robado.
Y es
espectacular, el crepúsculo cubriendo todo tan suavemente.
Quisiera
creer que lo importante en este mundo ya pasó.
Nada
termina hoy, todo seguirá igual.
Seguirá
ocurriendo para siempre: una respiración y luego otra.
La forma en que la luz cae sobre las hojas lisas
y brillantes del árbol de caoba,
que se
yergue orgulloso al lado del cerco de alambre,
es algo
digno de contemplar.
31 de diciembre de 2022.
Foto propia.