Nueva Guinea celebra este cinco de marzo el 47 aniversario de su fundación, aquella hazaña que diecisiete campesinos sin tierra emprendieron para fundar su “luz en la selva”, inspirados en los evangelios que predicaba su guía espiritual, don José Miguel Torres. Los sueños de aquellos fundadores persisten y, a pesar de los múltiples problemas enfrentados desde entonces —marginación, guerra, violencia y desastres naturales—, el municipio presenta los mayores niveles de desarrollo económico productivo y comercial de la zona llamada “Zelaya Central”, la Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS) y del sureste de Nicaragua.
La población de Nueva Guinea es originaria de casi todos los departamentos del país; es honrada, cristiana, trabajadora y solidaria. De un pequeño pueblo, la ciudad se ha ampliado hasta en nueve zonas, proyectándose elevar a esa categoría cuatro barrios nuevos. Su actividad comercial es vigorosa, a tal grado que el mercado municipal y su calle central se ha convertido en la arteria que nutre de servicios a la población. De una ciudad alumbrada por candiles, ahora varias universidades iluminan la mente de las nuevas generaciones. De un municipio productor de granos básicos, la diversificación productiva agropecuaria florece en sus campos y la producción obtenida eleva los volúmenes de exportación que Nicaragua realiza en diversos rubros.
Nueva Guinea se puede definir, después de 47 años de su fundación, como un “centro de desarrollo intermedio”. Una ciudad que se encuentra entre Managua, la metrópolis, y la población rural que vive en el municipio, donde miles de ellos se movilizan a Nueva Guinea, su ciudad más cercana, en gestiones de servicios públicos, venta de bienes, búsqueda de empleo, estudios universitarios y entretenimiento. La ciudad de Nueva Guinea es un centro articulador territorial donde se manifiestan diversas interacciones sociales, económicas, culturales y políticas que establece con su entorno rural: treinta colonias y 180 comarcas. De igual manera, los “puertos de montaña”, con sus días rimbombantes de mercado, se nutren de la ciudad y suplen las necesidades de compra y venta de la población campesina de “montaña adentro”.
Cualquier visitante que llega a Nueva Guinea después de muchos años, observa los cambios que se han generado y puede establecer las diferencias entre antes y ahora. Nueva Guinea ya no es un municipio en “extrema pobreza”, lo que no significa que no existan pobres, pero las desigualdades que se observan en otras ciudades del país son menos visibles. En Nueva Guinea no se observan niños ni niñas, ancianos, personas con capacidades diferentes ni mujeres con niños en sus brazos mendigando por sus calles y los productores han incorporado prácticas amigables con el medio ambiente en sus actividades (reforestación, manejo adecuado de fuentes de agua, conservación de suelos, mejora de la infraestructura productiva, etcétera).
El fin de la guerra, la cooperación externa, el espíritu emprendedor de sus pobladores y la pavimentación de la carretera entre la ciudad y La Curva, motivaron un crecimiento económico con mayor reducción de pobreza donde los niveles de desigualdad económica no son tan marcados como los que se observan en ciudades de gran tamaño, cargadas en sus periferias de miles de familias que viven sufrientes en la miseria.
A pesar de ello, existen diversos factores que limitan el desarrollo territorial inclusivo: violencia rural y doméstica, inseguridad en el campo, trasiego de drogas, desigualdad de género y trabas institucionales que se manifiestan en bajos niveles de inversión pública debido a la falta de coordinación entre el gobierno central y el gobierno municipal, causada por la ceguera partidista que, como “venda negra”, cierra sus ojos frente a las posibilidades reales para abordar, de manera integral, propuestas de desarrollo que potencien sus fortalezas y mitiguen sus debilidades con el fin de construir “la luz en la selva” que soñaron sus fundadores.
Es tiempo de que los líderes políticos de Nueva Guinea dejen de argumentar que vivimos en un municipio de “pobreza extrema” y, en reconocimiento a aquellos diecisiete pioneros visionarios, busquen cómo trabajar en armonía para materializar sus sueños, hoy más vigentes que nunca. La pelota del juego por el desarrollo está en la cancha de las señoras y señores aspirantes a ocupar la silla edilicia, la población de Nueva Guinea lo demanda y estoy seguro que no dejará pasar las faltas cometidas.
Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Jueves, 01 de marzo de 2012