Dos pueblos de una misma Región, cercanos pero separados por menos de cien kilómetros y una Ley de Autonomía que no reconoce, que excluye al otro. Dos historias diferentes, pero con riquezas que esperan a sus pobladores para ser descubiertas. Nueva Guinea y Bluefields: cercanos pero distantes, como vecinos que no cruzan palabras, donde uno de ellos se muestra receloso por la llegada del otro al asentarse a su lado. Motivos sin valor, infundados, creados por intereses mezquinos.
Bluefields, con su riqueza multiétnica, donde interactúan creoles, misquitos, garifunas, ramas, ulwas y mestizos, soñando con alcanzar la “unidad en la diversidad” bajo la bandera ondeante de la autonomía; puerta de salida a la inmensidad del Caribe a través su bahía que refleja ilusiones y añoranzas de un pasado esplendoroso. Un pueblo alegre que celebra la llegada de las lluvias con su tradicional Palo de Mayo, con una gastronomía exquisita, abundante, vigorosa con sabor a coco y aromas de vida marina. Una ciudad que crece a ritmo acelerado con vida comercial activa, con taxis en forma de zapatos que inundan sus calles al ritmo de narcocorridos, música que desplaza el reggae, el calipso y el soul. Una ciudad transformada en “remesadependiente” donde sus hijos transfieren a las familias el dinero desde diferentes puntos del planeta. El empleo productivo desapareció debido al cierre de varias empresas dedicadas a la exportación de mariscos y ante la ausencia de la llegada de barcos mercantes al puerto de El Bluff.
Nueva Guinea, un pueblo de mestizos, originarios de casi todos los departamentos del país, asentados en 30 colonias y más de 180 comarcas. Un pueblo joven, con menos de cinco décadas, que recrea sus tradiciones y costumbres llevadas por todos. Un pueblo que busca una identidad propia, que la construye cada día. Un pueblo sencillo, trabajador, solidario, que no celebra fiestas patronales dedicadas a virgen o santo alguno, pero que vibra de alegría cada cinco de marzo al conmemorar la fundación de su “luz en la selva”. Un pueblo campesino que labra la tierra y genera mil veces más de lo que necesita para alimentar a sus hijos. Una ciudad activa, creciente, prestadora de servicios que aglutina a la población que vive en colonias y comarcas. Productora de granos básicos, raíces y tubérculos, cacao, café, especies, piña y otros rubros; de leche, quesos y carne, productos de una ganadería que cada vez más se torna amigable con el medio ambiente al aumentar la conciencia ambiental de los productores, tecnificando sus sistemas de producción. Atrás va quedando, por conciencia propia y generada por organismos de cooperación y autoridades, el modelo chontaleño, la “chontalenización” de la ganadería.
Dos pueblos hermanos que deben reconocerse, darse la mano, abrazarse y emprender juntos el andar. Dos hermanos que se necesitan mutuamente. Bluefields demanda históricamente una salida por tierra hacia el resto del país, Nueva Guinea es su puente natural. Una vía terrestre cada vez más cerca de lo posible. Unidos por ella, Bluefields y Nueva Guinea tienen mucho que ofrecerse y ofrecerle al resto del país. Las bellezas de ambos son el verdadero potencial para el desarrollo sostenible a mediano y largo plazo.
Atardecer llegando a Bluefields |
Salto La Esperanza Nueva Guinea |
Dos pueblos que se necesitan con urgencia para emprender el crecimiento y desarrollo de la mano. Muchos son los retos y desafíos de los gobiernos municipales, del gobierno Regional y Central a los que se deben sumar las cámaras de turismo. Primordial es convertir en realidad la carretera que los una, mejorar el transporte acuático y terrestre, los caminos de acceso a los sitios más atractivos, la mejora de los servicios básicos y las condiciones de alojamiento, así como la inversión en recursos humanos. Bluefields y Nueva Guinea creciendo juntos a través del turismo, una de las principales vías para generar ingresos económicos, crecimiento social y propiciar el encuentro de ambos pueblos que hasta hoy se dan la espalda.
Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS