Víctor Rios Obando |
LA
MUERTE:
La muerte es
inevitable, un día todos y todas transitaremos por su sendero, unos más que
otros le temen, la respetan porque se aferran a la vida. Conversando con los
hermanos Donald y Víctor Rios Obando, primeros fundadores, he logrado recuperar los nombres de las personas fallecidas a principios de la colonización de Nueva Guinea.
1.
Macedonio
Amador:
Estaba limpiando
el monte en la parcela de don Eleazar Marenco para la siembra de postrera y
cortó a una culebra barba amarilla por la mitad, pero un pedazo se le fue. Dejó
una burra de monte, se emburró y regresó por la tarde para terminar el trabajo.
La mitad de la barba amarilla, la parte de la cabeza, estaba allí y le picó
arribita del ojo del pie. En esos tiempos no se usaban botas de hule sino que
unos zapatos que llamábamos burrones, eran de cuero con tachuelas en la suela.
Don Eleazar lo llevó al salto del río el Zapote, al “vivero” y allí murió. Nos
pusimos a pensar en dónde lo íbamos a enterrar y nos acordamos del lugar donde
vimos a la Gongolona. Allí lo enterramos, a la orilla del camino y desde
entonces así se llama el cementerio general de Nueva Guinea”, dijo Donald Rios
Obando.
2.
Irma
Palma Hernández
Falleció por causa de un
alumbramiento gramatical, el niño se le murió y no pudo dar a luz, se le murió en
el vientre. La partera Susana Cardoza, conocida como Mama Chana, con la ayuda
de Augusto López y Eliazar Marenco, sacaron al niño en pedazos para salvarle la
vida, pero a los cuatro días falleció. “Era la esposa de mi hermano Donald”,
cuenta don Víctor Rios Obando.
3.
Víctor
Manuel Velásquez:
Murió ahogado en el Río Plata. Andaba
en busca de maíz y arroz para siembra pero al tratar de cruzar el río se dio
vuelta el bote y se ahogó en la parte más profunda. “Nos avisaron como a las
cuatro de la tarde, lo buscamos hasta muy noche pero fue hasta el día siguiente
que lo sacamos, se lo estaban comiendo los camarones”, recuerda don Víctor Rios.
4.
Vicente
Núñez:
Un colono estaba cortando, tumbando
un gran palancón de Rosita. Vicente lo acompañaba, pero al caer el enorme árbol
provocó un gigantesco viento que lo ahogó, le quitó la respiración y murió a
causa de ese viento.
5.
Carlos
Hidalgo:
Los encontraron a la orilla de un
inmenso árbol de Almendro. Estaba trabajando en su finca, sembrando arroz.
Estaba muerto, con un golpe en la cabeza y en todo el cuerpo.
6.
Gloria
Márquez de Mercado:
Murió con su recién nacida a causa
de un piquete de culebra.
7.
Herlinda
Velásquez:
Murió de un tétano por bañarse con
agua helada, amanecida. Ella tenía seis días de haber dado a luz a un niño.
8.
Hernon
Barrera:
Estaban socolando la montaña, en un
cerro. Sacaron una tuca que rodaba guindo abajo y se lo pasó llevando. Le
quebró todo el costillar.
EL AMOR:
“La venida de
nosotros a estas montañas fue alegre, pero nos desesperamos por la falta de
amor y tuvimos que salir a buscar a las mujeres. Ver la ternura de la selva al
amanecer, escuchar el canto de los pájaros con nuestra mujer al lado, es la
ternura más grande que hay”, dice Víctor Ríos Obando.
Gozábamos juntos
esa alegría, compartíamos un amor tranquilo en la selva porque la mujer se
sentía gozosa, se sentía satisfecha sin pensar que el hombre que amaba andaba
con otra mujer porque en nuestros pueblos éramos machistas, vagos, nunca le habíamos
dado el verdadero valor a la mujer en el amor, pero aquí en la selva se nos
pasó la mano. El amor, el cariño, nos calentábamos inmersos en el frío de la
madrugada, con el canto de los pájaros, con la luz de la luna, perdidos con el
sonido del agua del salto del río el Zapote reventando en las piedras.
Estábamos
tranquilos con nuestras mujeres, a las seis de la tarde ya estábamos apagando
el candil carretero y nos poníamos a jugar con nuestra mujercita, que bonito,
que confianza, no hay como una mujer feliz, tranquila. Por ese amor, por el
amor en la montaña que tuvimos no le importaba estar descalza, lo importante
para ella era que tenía a su lado al hombre que quería a como ella lo deseaba.
Y nosotros felices, allí con nuestra prenda adorada, nuestras mujeres.
A lo menos yo,
mi señora tuvo diez niños, de ellos seis están vivos y cuatro muertos. Cuando
vine a esta selva sólo un hijo tenía, don Marcos Alvir sólo dos tenía, la Paulita
y Arsenio, después aparecen como cinco, cada año uno, pues. Don Toño Rugama
como de 14 a 15 hijos.
La selva fue
para nosotros de gran provecho, fue una cuna para sobrevivir en el amor, con
amor, con cariño, con esperanza porque había vida. No importaba si no teníamos buenos
zapatos, ni ropa pero había vida, teníamos pescado, jabalí, el venado, la
guardatinaja y los pavones para alimentarnos junto con nuestras mujeres con la
comida natural que Dios le ha dado al hombre en la selva.
Muchos hombres,
aunque usted no lo crea, todavía hoy no besan a sus mujeres, pero en esos años
todos aprendimos a besarlas porque los besos en la montaña son más dulces. En
los pueblos besábamos a otras pero a la nuestra nunca, pero aquí nos llenamos
de dulzura, era una miel. Lo lindo es que se relacionó el amor con la selva, el
hombre y la mujer fusionados en esta montaña.
03/03/2015
#50Años