Vivimos en una agitada actividad cotidiana, inmersos en el presente por el afán de alcanzar bienestar y felicidad, por ser más y hacer obras que nos expresen socialmente, por relacionarnos e influir en los mercados en que interactúan todos los seres humanos y sus grupos de pertenencia. A la vez, somos concientes que nuestra vida se despliega en el tiempo y que el futuro es incierto. Existen diversas circunstancias, oportunidades y amenazas que pueden cambiar nuestra existencia con la posibilidad y el temor de perder lo conquistado, o la oportunidad y la ambición de ganar nuevos espacios. El ser humano actúa en el presente mirando permanentemente al futuro.
La búsqueda por asegurar el futuro es una motivación de alta intensidad y adquiere una fuerza poderosa porque vivimos llenos de temores que la incertidumbre exacerba y porque la lucha económica es dura, llegando a amenazar la existencia de las empresas y obras realizadas e incluso la misma existencia. En esa búsqueda, los hombres y mujeres despliegan diferentes estrategias, según las circunstancias y posibilidades que se les presentan, conforme a sus propios valores y lógicas de comportamiento.
Si pueden, no gastan o consumen en el presente todo lo que tienen y han adquirido, reservándose una parte de lo que no necesitan de manera inmediata para cubrir con ello futuras necesidades. Tratan que las actividades que realizan les deje excedentes. Atesoran y ahorran una parte de los que consiguen, en proporción al volumen de lo que tienen y según la intensidad de sus temores. También lo hacen con el fin de acopiar los medios para realizar nuevas iniciativas y proyectos que han ideado y que los entusiasman. Los productores tratan de disponer de crecientes cantidades de los mismos factores con que organizan sus actividades económicas. Algunos ponen énfasis en bienes tangibles, materiales, durables, porque piensan que su posesión es la mejor garantía. Otros, que viven mayor incertidumbre cotidiana o que se mueven en función de las oportunidades que ofrecen las coyunturas siempre cambiantes del mercado, prefieren disponer de activos que pueden fácilmente utilizar o vender; entre todos ellos, el dinero y las diversas expresiones del mismo que el mercado ha inventado precisamente para facilitar la financiación de las actividades.
También es importante cuidar y acrecentar la credibilidad ante los demás agentes económicos, porque la confianza que ellos tengan es un patrimonio intangible, pero esencial para cada uno, del que depende la capacidad de interesar e integrar en ellos sus recursos, otorgándoles crédito. Debe entenderse que no solamente da crédito el que otorga financiamiento, sino también el que trabaja esperando un salario, el que ofrece una nueva tecnología con la expectativa de valorizarla y el que decide administrar y gestionar una empresa ajena arriesgando su propio prestigio.
El futuro también se asegura disponiendo de la fuerza y el poder que puedan hacerse pesar sobre otros hombres, otros grupos y otras sociedades en el momento en que se enfrente una amenaza o una carencia que otros podrían resolverle. Al interior de cada sociedad se estructuran poderes de distinto tipo y dimensión, a cuyo control aspiran y tienden activamente las personas que se organizan para conquistarlo, acrecentarlo, conservarlo, perpetuarlo. Disponiendo del poder, estas personas y grupos están en condiciones de establecer leyes y tomar decisiones que condicionan y regulan el accionar de los integrantes de una sociedad, favoreciendo en tal modo sus propios objetivos e intereses y los que sostienen su propio poder. Regulan la producción, los mercados e incluso el consumo, con mayor o menor fuerza y decisión según el grado de poder adquirido y en la medida que se lo permitan quienes consientan o se sometan a sus decisiones. De este modo, acumulando poder, organizan el futuro económico de las sociedades y el suyo propio.
Imaginemos una multitud de personas que estando en un lugar ven aproximarse un peligro inminente: un huracán, una jauría de fieras, una horda de forajidos. Lo más probable es que una parte de esas personas se desentiendan e incluso se olviden de los demás y, llevados por la consigna “sálvese quién pueda”, busquen protegerse o enfrenten la amenaza individualmente; se parapetarán detrás de objetos que los protejan, o tomaran instrumentos o cosas con las que harán frente al peligro. Como los medios de protección o defensa disponibles son escasos, insuficientes para todos, cada uno se apresurará y buscará proveerse de lo que más pueda, entrando así en competencia con los otros que actúen de igual modo.
Un segundo grupo o parte de la multitud, buscará enfrentar el peligro desviándolo hacia otros, protegiéndose detrás de ellos, lo que implica actuar directamente contra los demás, cuya situación de amenaza se agravará al mismo tiempo que se alivia la propia. De algún modo, esas dos respuestas grafican los dos medios de asegurar el futuro referidos anteriormente: la acumulación privada de medios materiales y riqueza, y la acumulación de poder que pueda aplicarse sobre otros.
Pero existe una tercera reacción posible ante la incertidumbre del futuro. La representa un tercer grupo de aquella multitud amenazada, que se congrega para protegerse unos con otros, que se unen para enfrentar el peligro con la fuerza acrecentada que les da la unidad, guiados por el lema “la unión hace la fuerza”. La incertidumbre del futuro disminuye para quienes se encuentran integrados en una comunidad que se preocupa de sus miembros, donde unos ayudan a los otros y todos cooperan en una vida cuyas vicisitudes comparten. Acrecentar las relaciones humanas y la integración comunitaria, desarrollar personal y grupalmente las propias capacidades, “acumular” comunidad y capacidad de trabajo es también un camino eficaz para superar la incertidumbre y asegurar el futuro.
Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Lunes, 09 de enero de 2012