Llegaron en una
camioneta como a las dos de la tarde, una hora antes de la marcha del domingo.
Eran tres policías, una mujer de unos veinte años de edad y dos varones, uno de
ellos con uniforme tradicional y el otro vestido de negro. Desde las doce se
escuchaban los morterazos, uno detrás del otro, los gritos y alaridos de los
manifestantes, y el sonido de la música proveniente del parque central. Se
bajaron frente al portón con dos conos rojos que colocaron
en el centro de la carretera de todo tiempo, uno en dirección a Nueva Guinea y
el otro hacia los Ángeles. Después la camioneta dio la vuelta y regresó a la
ciudad.
Las piedras
trituradas ardían por el solazo y uno de ellos, el varón con uniforme tradicional,
entró por el portón. “Quiero tres gaseosas”, dijo. “Por favor, cuando
vengan para acá, no los detenga, no me
los ahuyente”, solicité cuando mi hijo le entregó las gaseosas. “No se
preocupe, a los que vienen de los Ángeles es a los que vamos a requisar”,
contestó al marcharse en dirección al reten improvisado.
Repentinamente
comenzó a lloviznar, entraron al salón corriendo con las botellas vacías; se
reclinaron en el bordillo de ladrillos, con la mirada hacia afuera, atentos a
los movimientos en la carretera. Observé que los clientes que atendía se
mostraron inquietos, todos se volvían a mirarme. Unos minutos después salieron
corriendo hacia el reten porque una motocicleta se acercaba proveniente de los
Ángeles.
Seguí en mis
tareas, pendiente de los clientes. En la distancia, del lado del parque, los
morterazos y los gritos se intensificaban cuando dejó de llover. Vi hacia la carretera
y cuatro motociclistas discutían con los policías. Serví unas cervezas y, al
volver a asomarme, los motociclistas habían dejado las motos y caminaban hacia
Nueva Guinea. Miré hacia el lado de los Ángeles y una camioneta de tina con
toldo se aproximaba. Le hicieron señas, la detuvieron y bajaron a unas veinte
personas. Eran evangélicos que venían de esa comunidad, hombre y mujeres; cuando
comenzaron a caminar, el pastor le gritaba al grupo “saquen las biblias”,
“muestren las biblias”, mientras la camioneta los pasaba y otros motociclistas
giraban, al ver el reten, regresando hacia los Ángeles.
La manifestación
de los inconformes por los resultados electorales marchaba por las calles, mientras
yo escuchaba morterazos y gritos contra el fraude. Los policías se
mostraban nerviosos y cansados a esa hora, eran como las cuatro de la tarde. En
el reten improvisado, a ambos lados de la carretera, estaban parqueadas cinco
motocicletas, sus conductores siguieron su camino hacia la ciudad a pie porque
no mostraron documentos y la mayoría no usaba casco de protección.
Salí al portón
cuando los clientes que atendía se marcharon en sus vehículos hacia la ciudad. Un
motociclista se aproximaba y el policía con uniforme negro le hizo la señal de
detenerse con sus manos. El motociclista se detuvo. El otro policía, el de
uniforme tradicional se le acercó mientras la mujer se quedó al lado de la
carretera, observándolos. Llevaba casco puesto y la moto tenía los dos espejos
laterales. Le pidieron la licencia y la circulación. Los dos policías lo
rodearon, anotaron sus datos y le regresaron los documentos. De pronto, la
mujer policía les indicó que le pidieran la cédula de identidad. “¡No tengo!, ¡no
tengo cédula!”, dijo el motociclista. “¡Quítale la moto!, ¡que la deje
parqueada!, gritó la mujer. “¿Qué?, ¡no me pueden quitar la moto por la cédula!”,
respondió el motociclista. “¡Quítasela!, ¡quítasela!”, volvió a gritar la mujer
mientras el motociclista encendía la moto de una patada. El policía con
uniforme negro rápidamente se acercó a la moto agarrándola de la parrilla, pero
el motociclista avanzó unos metros y se detuvo. “¡Disparen!, ¡mátenme si tienen
huevos!, les gritó volviendo a verlos y aceleró la moto en dirección a Nueva
Guinea. Los tres policías se reunieron y lo siguieron con la mirada hasta que
se perdió después de la subida, en dirección al bullicio de la marcha.
“¡Viste!, ¡viste!”,
le dije a mi hijo. “Es huevón, tiene más huevos que todos esos que andan por
las calles”, respondió.
Miércoles, 14 de
noviembre de 2012