lunes, 31 de enero de 2011

HACIA UN ENFOQUE ALTERNATIVO DE LA ECONOMIA EMPRESARIAL


El mundo de la economía es fascinante. Economía significa administrar la casa en el sentido más amplio, es decir saber administrar un patrimonio y, como tal, es una ciencia que estudia las relaciones sociales que tienen que ver con la producción, intercambio, distribución y consumo de bienes y servicios que satisfacen necesidades individuales y colectivas. La economía es la ciencia que se encarga del estudio de la satisfacción de las necesidades humanas mediante bienes que, siendo escasos, tienen usos alternativos entre los cuales hay que optar.

Como he dicho, la economía es una ciencia y los seres humanos somos responsables de su cometido. Si eres economista tienes una visión de la realidad diferente a la de un sociólogo, un ingeniero o un simple ciudadano que día a día se enfrenta a la dura realidad económica en que vivimos para poder sobrevivir. Si esta fascinante ciencia social tiene un fin tan noble, asignar recursos para producir lo que la sociedad requiere y estudiar los mejores mecanismos para que se distribuyan de la mejor manera posible para su consumo, ¿por qué nos enfrentamos a tantos problemas económicos?, ¿por qué no funciona la economía?, ¿por qué tantos y miles más por qué?

Una de las principales causas por las qué nos enfrentamos a tantos problemas económicos que no se resuelven es la forma en que se enseña la economía y la administración en muchas aulas universitarias, principalmente en el campo de la microeconomía, el mundo de las empresas que se organizan para producir los bienes y servicios. En su estudio, se muestran tres factores económicos, universales, casi únicos, que se deben combinar (asignarse) para producir bienes o servicios: la tierra, el capital y trabajo. Desde este enfoque no existen otros y cuando se identifican se valoran como marginales, se subvaloran frente a los primeros. Se da por hecho que existe un modo único de organizar las actividades económicas, en el cual el capital tiene todas las capacidades, fuerza y posibilidades de adquirir otros factores necesarios para emprender una empresa, menospreciando otros factores de igual o mayor valor. La unidad económica base de estudio resulta ser la empresa capitalista.

Sin embargo, la realidad de nuestro país nos enseña que no hay sólo un modo de organizar las actividades económicas que sea racional y apropiado, que no hay solamente dos formas contrapuestas de organización económica —la capitalista y la socialista— con sus correspondientes tipos de empresas y sus sistemas de coordinación de las decisiones económicas, el libre mercado y la planificación centralizada.  También enseña que frente a ellos no existen solamente alternativas terceristas o mixtas, consistentes en una combinación de ambos, la llamada “economía mixta”.

La ciencia económica ha sido unilateral en el estudio microeconómico de las empresas, ha teorizado y construído modelos de empresa basados casi exclusivamente en las modalidades capitalistas de organización y comportamiento; cuando ha estudiado las empresas públicas o las cooperativas, lo ha hecho comparándolas con las formas capitalistas, tratando más de mostrar las diferencias que de identificar los modos específicos de ser de ellas mismas. Es por ello que los conceptos que ha elaborado la ciencia económica no siempre son suficientes para comprender la racionalidad y los modos de operación de las formas alternativas de empresa (campesina, cooperativa, familiar, organizaciones económicas populares, empresas de trabajadores, economía de donaciones institucionales llamadas sin fines de lucro, etcétera).

Es importante conocer las múltiples formas de organizar las actividades económicas, tanto a nivel de empresa como de conglomerados sectoriales que a su vez se insertan en diferentes modelos económicos y de desarrollo, con el fin de juzgar las formas económicas predominantes y optar por desarrollar aquellas que resultan mas adecuadas, necesarias o eficientes en función de nuestros valores, aspiraciones e intereses como país.

En un contexto de crisis como el que vivimos, que no afecta solamente a las estructuras capitalistas predominantes sino también a los proyectos de transformación más difundidos, es necesario buscar y prestar atención a las experiencias alternativas, porque ellas, aunque no siempre tengan una visibilidad o un grado de presencia significativa en las mesas sectoriales de diálogo con el gobierno, contienen en sí mismas aspiraciones e intenciones de ser elementos nuevos o renovados procesos de cambio social.

Es preciso identificar sus estructuras internas, sus modos de operación y funcionamiento, la manera en que se insertan en la economía y en la sociedad, sus tendencias de crecimiento y las potencialidades que puedan expandir, lo que nos permitirá poder descubrir posibilidades inéditas de acción que vale la pena explorar con el fin de encontrar respuestas a tantos por qué y construir una economía más rica, más humana, más justa, equitativa, solidaria y libertaria.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Viernes, 28 de enero de 2011

jueves, 27 de enero de 2011

LOS TRÁMITES

Los trámites son diligencias a realizar para la resolución de un asunto. En la mayoría de las situaciones que debemos solventar, en el marco jurídico y legal, nos corresponde hacer trámites de diversos tipos. Me atrevo a afirmar que no hay actividad alguna que prescinda de ellos. Las leyes que regulan nuestra sociedad nos remiten a ellos para poder cumplir deberes y obligaciones ciudadanas.

Los trámites son procesos que en algún momento todos debemos realizar y, en la mayoría de ellos, es preciso que nos mantengamos actualizados de los requisitos necesarios y obligatorios para llevarlos a feliz término. Cumpliendo con los requisitos evitamos la pérdida de un recurso tan valioso como el tiempo y enfrentamos la deficiente atención por parte de los empleados o funcionarios que tiene el deber de facilitarlos.

En todas las instituciones del Estado debemos efectuar trámites. En los gobiernos municipales y regionales no escapamos de ellos. Son parte del tejido social en que vivimos insertos, son ineludibles y, la mayoría de las veces, engorrosos. Muchos trámites se deben realizar en diferentes instituciones del Estado con el mismo fin. Es común que tengamos que recurrir a más de cinco instituciones para concluir un tramite que nos permita cumplir las normas y leyes para operar un negocio, importar, exportar y un sinnúmero más de situaciones.

Los seres humanos creamos los trámites en el marco de las leyes para el bien común y, a la vez, contradictoriamente, los convertimos en un sendero lleno de obstáculos y espinas. En la era tecnológica que vivimos deberíamos aprovechar los recursos y medios que se nos brinda para que en un solo click nuestros trámites fluyan al ritmo que los nuevos tiempos y nuestra vida agitada demandan.

Es sorprendente e increíble que, para obtener una solvencia municipal, los responsables de catastro no encuentren tu propiedad en su base de datos, cuando años tras años has cumplido con el deber de pagar el impuesto sobre bienes inmuebles y, para colmo de males, tengan que recurrir a un mapa desactualizado para indicarles en qué barrio, en qué manzana o junto a qué vecino es que está ubicada.

Cómo es posible que tengas que esperar, luego de cumplir los requisitos debidos, cuatro o cinco horas para obtener la renovación de tu licencia de conducir porque deben buscar tu expediente en un local atiborrado y poco ordenado, cuando con un solo click podrían tener en segundos toda la información actualizada relativa a las violaciones de la ley de tránsito que has hecho, u otra necesaria.

Los ciudadanos debemos tener paciencia para cumplir con nuestros trámites, pero no podemos ni debemos soportar ineficiencias, ni mucho menos actitudes de funcionarios que violentan nuestra integridad. A fin de cuentas, las leyes y los trámites que debemos realizar para cumplirlas son condiciones necesarias para nuestro bienestar, seguridad y convivencia en armonía.

Lo negativo del proceso, la mayoría de las veces, es que debemos mostrar pleitesía con los funcionarios que están obligados a atendernos y ser tolerantes con sus actitudes, porque nos ven como adversarios, como enemigos. Lo más repugnante cuando te encuentras realizando algún trámite es ver cómo el amiguismo, las influencias y las mordidas se imponen al orden que debe existir, ya sea por numeración o por las largas colas.

La actitud, el buen trato y el respeto al orden establecido por parte de los funcionarios que nos facilitan los trámites son elementales para que los ciudadanos son sintamos satisfechos al efectuarlos. La tecnología es vital, pero la cambio por los tres primeros si me dejarán escoger entre ellos.


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Martes, 25 de enero de 2011

lunes, 24 de enero de 2011

EL MUELLE DE BLUEFIELDS

Muelle municipal de Bluefields. Foto: Kenny Siu.

Amanece con barcos aferrados sin partir,
húmedo y frío por la bruma que lo invade desde el río.
Con los primeros rayos de luz lo saturan de vida:
trasnochados, ilusionados y desesperados.

Acogedor de sueños:
Pangueros, navegantes de ida y vuelta.
Pasajeros, ilusionados por compromisos.
Capitanes de navíos; surcadores de mares, ríos y lagunas.
Amantes, corazones disueltos por despedidas.
Chamberos, buscadores del pan.
Comerciantes, ilegales y legales.
Pescadores, proveedores de alimentos por las calles.
Vagabundos, miradas disipadas en el horizonte.
Ancianos, amanecidos sin conciliar el sueño.
Borrachos, desesperados por la guía.

Al atardecer, satisfecho muestra calidez a sus anchas.
Amarres y desamarres.
Cargues y descargues que lo pintan.
Ir y venir diligente, desesperante.
Abrazos al ausente que regresa,
carcajadas y gritos de alegría.
Ilusiones crecientes, estimulantes.
Los rayos del sol mueren a su espalda,
su reinado desvanece.
Vuelve la inmensidad de la noche.

Luz tenue acoge su sueño,
manso oleaje lo custodia.
Espíritus lo invaden.
Vigilante sin sentido escucha:
susurros, lamentos y pasiones.


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Domingo, 23 de enero de 2011

miércoles, 19 de enero de 2011

LA COCINA CARIBE: NUESTRO PATRIMONIO E IDENTIDAD CULTURAL

Patti y chile cabro. Foto Kenny Siu.
Yo soy Nicaribia-
nicaribe soy...
:yo como mi ron-down
patti ron down
pan de coco patti

Carlos Rigby



La cocina o comida de la Costa Caribe de Nicaragua, un arco iris de sabores variados y exóticos, ha sido moldeada en el trascurso del tiempo hasta llegar a su forma actual por factores ecológicos, históricos y económicos. De igual manera, forma parte de nuestro patrimonio y afianza nuestra identidad cultural.

Los pueblos originarios de la Costa Caribe de Nicaragua, Misquitos, Payas, Sumos–Mayagna y Ramas, no eran agricultores. Su base alimenticia dependía de los recursos ambientales. Su principal actividad era la pesca, complementada con la recolección de frutos y la caza de animales, mamíferos y aves. La actividad agrícola era secundaria y obtenían de sus pequeñas parcelas plátano, yuca, ñame y frutas como marañones, papayas y piñas, siendo esta última su preferida. La yuca y el plátano eran apreciados como el maíz por los indígenas del Pacífico, era su pan, su tortilla. Poco o casi nada utilizaban para condimentar la comida, pero cultivaban chile y achiote para pintar sus cuerpos. La carne de cacería, así como los productos de la pesca, eran conservados mediante el ahumado y salado. Por más de trescientos años su comida se mantuvo casi inalterada.

El contacto con otros pueblos produjo cambios en los hábitos y gustos que influyeron, sin cambiar drásticamente los patrones culturales. Tres factores principales se pueden identificar en estos cambios:

Olla metálica. Foto Neyda Dixon.
1. La relación con los ingleses proporcionó innovaciones con la adopción en la cocina de nuevos productos (caña de azúcar, arroz, harina de trigo y una inmensa variedad de condimentos lo que le incorporó nuevos sabores), instrumentos metálicos para cocinar y técnicas como freír y hornear.
2. Las etnias africanas que arribaron a las costas se encontraron en un clima tropical y una alimentación con un patrón común: carne de pescado, animales silvestres y tubérculos. Introdujeron pocos cambios, pero influenciaron la cocina con nuevos sabores debido a su costumbre de condimentar fuertemente y utilizar hierbas comestibles, lo que se difundió en aquellas zonas donde se asentaron como Bluefields, Corn Island, Pearl Lagoon, Kukra Hill y Bilwi.
Gallo pinto con coco, pescado frito, hudo y tostones. Foto Kenny Siu.
3. Un último factor que marcó la cocina del Caribe fue la reincorporación de la Mosquitia en 1894, provocando un mayor intercambio, comunicación e influencia con la parte española e india de Nicaragua. No fue la relación frágil con el Pacífico la que produjo cambios en la cocina, sino los modelos económicos implantados mediante concesiones a empresas extranjeras que organizaron la explotación de banano, extracción de madera y minas. Estos enclaves demandaron mano de obra, construyeron planteles e impusieron nuevos hábitos de consumo. Comunidades como Siuna, Bonanza, Rosita, Bilwi, Waspan, la Cruz de Río Grande, Kukra y Bluefields tuvieron cambios en sus costumbres alimenticias. Se comenzó a sustituir la yuca por el pan, se inició el consumo de leche condensada y otros alimentos enlatados e importados, la adopción del arroz y frijoles revueltos y el uso intensivo de especies.

Rondown de pescado. Foto Kenny Siu.
Todos los platos tradicionales fueron influenciados. Comenzaron a absorber los nuevos ingredientes, aparecieron rasgos mestizos y combinaciones de sabores creole. La comida se enriqueció con nuevos productos y sabores, así como con las nuevas técnicas para preparar los alimentos. Muchos platos de la dieta diaria fueron modificándose, como el Kruhban y Tahkru a los que se les agregó arroz y condimentos con cebolla, tomate y chiltoma. El Rondown se comienza a condimentar con ajo, pimienta, orégano, cebolla, albahaca y tomate. A las bebidas tradicionales como Wasbol, Mushla y Soril se les agregan especies como jengibre y canela, así como azúcar e incluso guaro. Muchos productos comienzan a ser horneados y fritos, generando suculentos platos como Torta de pescado, Torta de yuca, de Quequisque, Pan de Coco, Queque de yuca y de banano, entre otros.

 “Dime lo que comes y te diré quién eres” es un dicho popular que encarna lo relativo al patrimonio e identidad cultural. El alimento o cocina de un pueblo es patrimonio cultural a pesar de ser intangible. ¿Qué es la cocina? El término cocina alude a las prácticas relacionadas con la alimentación que son culturalmente elaboradas y transmitidas. ¿Por qué la cocina étnica o la gastronomía regional es patrimonio cultural?  Porque, a pesar de ser intangible, la alimentación es producto de la actividad material y simbólica, enmarcada en determinados sistemas culturales y sociales, producto de la transmisión generacional.

Con la alimentación podemos conocer la organización social de un grupo, la concepción que tiene sobre el medio ambiente y sus recursos, la jerarquía en función del sexo y la edad, y el componente ritual que rodea el acto de la comida como las reglas de cortesía, las vinculaciones sociales que se tejen alrededor de la mesa y la comida, los pactos que se negocian, las alianzas familiares o económicas y los compromisos políticos.

Hay pocos bienes dentro de una cultura que sirvan a la definición, la conservación y el afianzamiento de la identidad cultural como la cocina de un pueblo. Al identificar a los pueblos por la comida, lo más seguro es que asociemos a un italiano con spaghetti, un estadounidense con hamburguesa, salchichas y tocino frito, y a un mexicano con tacos y burritos. Esto tiene que ver con los atributos que los de afuera seleccionan para construir la identidad del otro.

Sopa de cangrejos. Foto Kenny Siu.
¿Por qué decimos que la cocina de un pueblo es parte de su identidad o que ayuda a construir la identidad de un pueblo? Porque si la identidad cultural es lo que diferencia a una cultura de la otra, si la identidad es un sistema de inclusiones y exclusiones de significados que diseña un perfil peculiar, que nos separa de los demás marcando las diferencias, es claro que la alimentación define a un grupo, le impone su sello, su etiqueta. Sello y etiqueta percibidos por el extraño como propios de otro, pero que en el caso de la alimentación coincide con la auto atribución de un pueblo que se auto reconoce cuando prepara y come determinadas comidas y no otras.

Esa identificación, ese reconocerse por lo que se come, contiene varios niveles que, a medida que se asciende en ellos, implica mayores grados de inclusión. Ese repertorio de alimentos con los que se identifican todos los miembros de una sociedad, sintiéndolos como propios y referentes hacia los cuales volver la mirada frente a los de afuera, es el que hace sentirse a miembros de una etnia o región; es lo que constituiría la “cocina regional”, la “cocina del caribe Nicaragüense”.

Estos alimentos resultan emblemáticos para la alter-atribución de la identidad. Es muy probable que a los de somoteños se les identifique por las famosas rosquillas, a los granadinos por el vigorón, a los de nagaroteños por su famoso quesillo y a los chontaleños por el queso y las cuajadas. A nosotros, los caribeños, se nos identifica por el Wabul o Rondown.

Respecto a la auto-atribución de la identidad a través de los hábitos y los contenidos alimentarios, ésta se patentiza en el caso de los migrantes que se llevan con ellos la cocina, no importa dónde vayan, igual que otros elementos que conforman su identidad cultural como una manera de reafirmarla en un medio diferente y como estrategia para atenuar los efectos del desarraigo.

Arroz con chacalines. Foto Kenny Siu.
Los caribeños que viven en el reparto Bello Horizonte de Managua saben de la presencia cada más extendida de la gastronomía caribeña a nivel comercial. Las familias del caribe que viven en Managua u otras regiones del país siguen con su tradición culinaria de origen, haciendo sus comidas con frecuencia variable en la que inciden diferentes factores, como la dificultad de acceder a los ingredientes, ritmo de vida urbano agitado que provoca distintos horarios en el grupo familiar a los que no se ajusta la laboriosidad que requieren ciertas preparaciones. Pero aun en esos casos en que la frecuencia es mínima, siempre existen ocasiones, cualquier pretexto para juntarnos y es cuando está estipulado que se deben comer las comidas de la cocina caribeña.


Aleta y panza de tortuga. Foto Kenny Siu.
Somos concientes que teníamos una cocina, una forma específica de comer y unos gustos propios hasta cuando salimos de nuestra región o país. Es cuando nos damos cuenta que falta aquello que era “normal” o cotidiano cuando nos damos cuenta que “los otros” comen cosas “raras”, diferentes. Y es por ello que cuando viajamos estamos pendientes de llevar alimentos para nuestros familiares o amigos, unos llevan rosquillas, pinolillo y hasta nacatamales, pero nosotros los caribeños llevamos chacalín seco, aceite de coco, pejibaye y, si pudiéramos, nos llevaríamos una Tortuga o un Wari entero.

Debemos reivindicar nuestra identidad frente a los procesos hegemónicos como la globalización que busca arrasar con la riqueza creada por nuestros pueblos, borrando las diferencias y los matices de la actividad y el pensamiento humano. Nuestra cocina es nuestra, nadie ni nada podrá quitárnosla. Muchos retos tenemos para enriquecerla, vitalizarla y mostrarla con orgullo porque es parte de nuestro patrimonio e identidad caribeña.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Viernes, 14 de enero de 2011

lunes, 17 de enero de 2011

UN AÑO DE SUEÑOS DEL CARIBE

Puesta de Sol entre las islas de Miss Lillian. El Bluff.©

Hace un año realicé mi primera entrada al Blog Sueños del Caribe. Incursione en el mundo de los “blogueros” propiamente en el día en que mi nieto White Bush Hill cumplía su primer mes de vida. Me lancé a la aventura con el compromiso de escribir todos los días y retomar aquellos escritos antes publicados en los diarios y otras páginas comprometidas con el Caribe Nicaragüense. En esa primera entrada señale: “los temas que trataré de escribir son diversos, principalmente sobre la situación y la realidad de la Costa Caribe de Nicaragua y de mis experiencias personales en diversas situaciones. Trataré de escribir cada día, pero también iré incorporando artículos que antes he escrito y de los cuales algunos han sido publicados”.

Hoy mi nieto lleva en su boca cuatro hermosos dientes que brillan en su sonrisa y comienza a caminar, con cierto temor pero alegre y confiado ante la atención de sus abuelos, padre, madre y tíos. Nos alegra la vida, llena nuestro espacio y nos une cada día más. Pronto lo veré con su uniforme entrando a la escuela y espero verlo por muchos años más, igual que a todos mis nietos.

La aventura de Sueños del Caribe también ha crecido en este primer año. El compromiso, la palabra dada vale mucho y tiene fortaleza, ha dado un giro total en esta nueva etapa de mi vida. Un día de estos escribí “¿Por qué escribes?", tratando de compartir con mis lectores, mis amigos y amigas, el origen y razón de ello. Al inicio, la pasión no había florecido, existía la chispa pero no ardía como hoy. Hoy arde por muchas razones.

En primer lugar por la correspondencia. Les doy mil agradecimientos a aquellos que después de leer una entrada en el blog se toman un minuto de su valioso tiempo para hacer comentarios a lo que escribo. Por muy pequeño que sea, ese comentario, es similar a una brisa que mantiene el fuego ardiendo y da ánimos y fortaleza para seguir adelante. Estoy pendiente de ellos y casi siempre les doy mi respuesta. A ellos y ellas mi total y eterno agradecimiento, son parte de la llama encendida.

En segundo lugar por los seguidores del blog. ¿Qué razón motiva a una persona seguir en un blog los escritos de otro que, en muchos casos, viven en los extremos geográficos de un mismo planeta? Muchas veces me lo pregunto y trato siempre de darme una respuesta esperanzadora. Lo hacen, digo, porque buscan permanentemente algo nuevo, diferente, quieren escuchar la voz, no la mía, de los que aspiran cambiar el orden de las cosas, las voces de otros similares a ellos y ellas, ver a los que no se ven, a los invisibilizados. A mis seguidores, que en un inicio eran contados con los dedos de una mano y hoy llenan la sección del blog donde aparecen, les vuelvo a renovar mi compromiso, ampliado, mejorado, enriquecido en este año con la insaciable manía de escribir.

Hay muchos más a quienes debo agradecer por darle click a mis entradas en el blog. A los miembros de los grupos de las redes sociales, principalmente Facebook, a los de Todo por la Costa Caribe de Nicaragua y Sueños del Caribe les debo las gracias. Seguiré promoviendo y debatiendo junto a ellos por un Caribe Nicaragüense mejor, haciendo propuestas y debates. Gracias a ellos por acogerme y participar.

Debo agradecer a varios amigos y amigas que han dado ánimos para seguir adelante con esta labor. A los que dicen: “qué se come en La Colina que no dejas de escribir, qué haces para carburar tantas cosas en tu cabeza y luego la entregas por nada a cambio”, y a los que me han invitado a participar y debatir en el encuentro de blogs y nuevos medios de comunicación, espacio en el cual logré comprender la dinámica, la riqueza y el valor que tiene el blog, aun cuando lo que escribes es similar a un mensaje que introduces en una botella cerrada y la tiras al mar desconociendo quien lo recibirá y se dispondrá a leerlo.

A la Taña, mi domadora, la que nunca me abandona, aunque a veces tarda, mi compromiso para que cada vez se deslumbre y diga: “me encantó”. A la primer critica de lo que escribo, mi mujer, Emilce, que siempre está pendiente del momento en que surge la primera versión impresa para leerlo y, al ver su mirada, me doy cuenta sí el tiempo que le he robado valió la pena o lo he desperdiciado.

A todos, un compromiso renovado, ampliado, enriquecido de seguir haciendo esquemas, borradores tras borradores hasta culminar un Sueño más del Caribe.


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Lunes, 17 de enero de 2011

viernes, 14 de enero de 2011

LENTES PARA EL CARIBE

La visión es la capacidad de distinguir los objetos y su entorno. El órgano de la visión es el ojo, que capta las vibraciones de la luz, que se desplaza en forma de onda y que vibra en contacto con los distintos cuerpos, transmitiéndolas al cerebro. Al sufrir algún tipo de trastorno dejamos de percibir la realidad circundante adecuadamente. Millones de personas padecen diversos tipos de enfermedades de la vista entre ellas conjuntivitis, glaucoma, miopía, astigmatismo, presbicia, estrabismo, cataratas y daltonismo.

Sr. Bob Peck
Desde hace nueve años se ha apoyado en la Costa Caribe a personas con problemas de visión mediante examen de la vista y dotación de lentes. Un total de treinta mil personas de la cuenca de Laguna de Perlas, Kukra Hill y Bluefields han sido beneficiadas con el apoyo solidario de diferentes personas, entre ellas, el Sr. Bob Peck, ex funcionario de la Universidad de Boston y actualmente retirado, en conjunto con FADCANIC.

Estudiantes de Williams College
En estos días, un grupo de catorce estudiantes de Williams College de la ciudad de Williamstown, MA., estuvieron en Nueva Guinea con el mismo propósito y atendieron en un día y medio de trabajo a más de un mil personas con problemas visuales. Este grupo de estudiantes estuvo coordinado por el Sr. Peck y las doctoras Katie Fields (optometrista privada), Elise Harb (profesora de la escuela de optometría de New England) y Jennifer Gustafson (optometrista de la administración de Veteranos).

La Universidad URACCAN los acogió, brindándoles el apoyo con la convocatoria y el recinto para la atención de las personas con problemas de visión. Su gira incluye nuevamente la cuenca de Laguna de Perlas y Bluefields.

Con lentes para mejorar la visión de los pobladores del Caribe se aporta en la salud, en la incorporación de muchos al Sistema Educativo Autonómico Regional (SEAR) y en el incremento de los niveles de autoestima de las personas. Grandioso sería que políticos regionales se examinaran la visión para que logren percibir la realidad de su pueblo tal como se vive: en desempleo, con hambre y miseria.


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Jueves, 13 de enero de 2011

martes, 11 de enero de 2011

EL BOOGIE

Estuvo conmigo por tres años. En ese tiempo fue el preferido de mi nieto Erick Jamil, a tal grado que le llamábamos “el boogie” porque siempre que se montaba pedía que le pusiera la canción “ooby dooby” de los Creyentes de Agua Clara y él la interpreta como “boogie boogie”.  Eso sucedía siempre: “abuelito, ponga la canción del boogie boogie” decía. Me refiero al Volkswagen color verde del año 1974.

Mi esmero por el “boogie” fue extremo. Cuando me daba problemas en el motor, siempre en el motor, llamaba a un mecánico de Managua especializado en este tipo de vehículos para que a lo inmediato viajara hasta Nueva Guinea para solucionar los problemas que presentaba porque aquí no tienen experiencias en ese tipo de vehículo. Después que mi hijo Aster lo compró en León le pusimos todo lo necesario para que pudiera circular en perfectas condiciones. Un tiempo después me lo vendió y lo volvimos a pintar, le cambiamos llantas y circulaba con el por todos lados; en las calles desastrosas de Nueva Guinea, en viajes a El Rama, a Juigalpa y Managua. Su motor 1600 lo hacia veloz y rugía como un trueno en carretera ante la admiración de quienes lo miraban pasar. Un clásico, un escarabajo que en muchas ocasiones me ofrecieron hacer cambio por otro y, en otras, comprarlo.

Con el paso del tiempo y debido a las condiciones literalmente “desastrosas” de las calles de Nueva Guinea se fue deteriorando. No es para estas condiciones, es muy bajo y no permitía movilizarme con el fuera del casco urbano. Podía haberlo modificado pero para ello me hubiera costado una fortuna. Estuvo casi seis meses estacionado en perfectas condiciones y no lo manejaba porque la licencia de conducir se me venció hace ya varios meses y en estos días deberé renovarla.

Se fue “el boogie”. Ahora ando en un Suzuki Samurai del año 1992. Este sí me permitirá mayor movilidad, principalmente a las colonias y comarcas de Nueva Guinea porque es de doble tracción y ansioso espero que se vuelva a rehabilitar la carretera a Bluefields para hacer el recorrido en el. En esos viajes a las colonias y comarcas de Nueva Guinea estoy seguro que me reencontrare con el fascinante mundo campesino que motivara nuevas ideas para seguir escribiendo y compartiendo con ustedes.

Ahora es White Bush el que se ha apropiado del Suzuki. Cada vez que viene con su papá o su mamá a la casa lo primero que dice es “runn, runn” volviendo la mirada hacia el para que lo lleve al asiento del conductor y tocar el pito. Erick Jamil ya creció, es un hombrecito serio de cinco años.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Martes, 11 de enero de 2011

viernes, 7 de enero de 2011

UNIDAD EN LA DIVERSIDAD DEL CARIBE, ¿ES AÚN POSIBLE?

E
Monumento a la Autonomía, Bluefields.
s una concepción de vida, filosófica. Se plantea como alternativa en la búsqueda constante, a pesar de los fracasos, conflictos e ilusiones perdidas, de la voluntad existente en los grupos étnicos, misquitos, sumus–mayangna, ulwas, garifunas, creoles, ramas y mestizos, de la Costa Caribe por encontrar y construir la imagen deseada de todos en armonía para alcanzar una vida mejor, digna y duradera. Un gran reto en relación con las inmensas heridas no sanadas, abiertas luego de conflictos históricos interétnicos y provocados por los procesos de colonización y neocolonización, desde afuera y dentro del país. Un territorio rico, pero con su población empobrecida por la codicia de extraños y propios.

La búsqueda ha sido incesante, construida a través del tiempo. El reino de la Mosquitia, la superintendencia, la reinserción colonial, el distrito o municipio de la reserva Mosquitia, hasta culminar con la anexión al estado Nicaragüense, han sido etapas del recorrido que no podemos dejar de considerar; por el contrario, debemos volver la mirada hacia ellas con el fin de encontrar hilos conductores, pistas radiantes para hilvanar el futuro deseado. Es en estas etapas del proceso histórico donde debemos buscar el camino, la integración, la síntesis de lo fragmentario y contradictorio, para poder conformar unidad de diversidades que, como en una escalera, cada peldaño nos lleva a la cumbre, integrando visiones, principios y valores de cada una de ellas.

La identidad de lo costeño, caribeño, no se conforma solamente de nuestras comidas, bailes, comunidades o barrios. Es mucho más. Nuestra identidad la forman también las diferencias y coincidencias, afirmación y negación, acciones y reacciones que debemos tomar en cuenta para poder construir, en el marco de las diferencias, la síntesis, el horizonte del devenir glorioso. Para ello tenemos que reconocer al otro, lo diverso, como parte de lo contradictorio, pero parte de lo dominante, formándonos la idea y la práctica para poder construir lo deseado. Reconocerlo no significa incluir al excluido, muchos menos restituir su derecho, sino mas bien se concretiza en establecer relaciones de integración bilaterales, complementarias, formando con ellas una nueva realidad donde ambos conservan su propia identidad.

El proceso autonómico que se vive en las Regiones Autónomas, recupera y asume como propia la filosofía de la “unidad en la diversidad”. El monumento a la autonomía, ubicado en el parque Reyes de Bluefields, pone de manifiesto a los seis grupos étnicos de la RAAS unidos, levantando la antorcha de la libertad para emprender juntos el andar.  Hasta hoy ha sido un camino lleno de espinas, obstáculos y contradicciones. Pero el andar no se detiene, continúa bajo la bandera ondeante de la autonomía, con sus errores, desaciertos y desafíos.

Con la autonomía podemos crear y desarrollar un territorio donde diferentes grupos viven en armonía, reconocen que el otro tiene iguales derechos sobre la tierra y conviven bajo distintas formas de propiedad, desde la comunitaria hasta la individual, respetando sus raíces culturales y descartando propuestas hegemónicas que no contribuyen a la unidad.

Atrás debe ir quedando para siempre el desacuerdo sin diálogo, el actuar sin considerar al otro, tal como sucede en las diferentes circunscripciones o territorios donde los concejales regionales autónomos del mismo grupo étnico piensan y actúan en función de objetivos ajenos, distantes de su comunidad, en una carrera que no abona al logro de la unidad por el bien común, por el fin de proceso mismo. Sin diálogo, sin consensos, en el que nadie declina, sino acuerda en lo común, el camino se torna más difícil.

La unidad en la diversidad en el Caribe es el camino para construir un futuro mejor, lleno de esperanzas, de libertad e igualdad para todos los grupos étnicos. Es posible, pero también es necesario tomar conciencia de ello y desprendernos del velo que nos enceguece: el dogma religioso y las ideologías, sean de derecha, centro o de izquierdas. Sólo así podremos construir un Caribe libre, autónomo, armonioso, abundante de paz y bienestar que revitaliza y enriquece nuestro país. Otra vía, que excluya y rechace al otro, desde el Caribe o resto del país, no garantiza la superación de los conflictos que mantienen a nuestros pueblos sin esperanzas. 


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Miércoles, 05 de enero de 2011

martes, 4 de enero de 2011

EL CANTO DE LA MONTAÑA

Sus pasos veloces no permiten que lo deje atrás en la distancia. Corre ágilmente evitando troncos, asegurando las pisadas sobre piedras lamosas en la ribera del río, sin hacer más ruido que el salpicar del agua. Carga en sus espaldas una aljaba de cuero de venado con treinta flechas. Al acercarse, su padre le indica con las manos que aminore el paso y guarde silencio. Se aproxima a paso lento. Kandler, su padre, se encuentra en un recodo del río sobre un grueso tronco. Con señas le muestra un manatí que descansa bajo la sombra de la exuberante vegetación. Con pericia y en absoluto silencio, Kandler toma el arco que lleva cruzado en su espalda y le pide una flecha de cinco pies de largo; la acomoda en la cabuya, extiende con fuerza la flecha en el arco y la clava en la cabeza del manatí. Se escucha un rugido de dolor y el chapaleteo de las aguas. Inmediatamente vuelve a tomar otra flecha y la clava en el dorso; se zambulle en el río, lo atrapa y clava repetidas veces en el cuerpo un cuchillo de madera dura, pulida con pedernal. El agua se torna roja. La cacería del día ha sido productiva, igual que la lección aprendida por Sebastian.
Con un silbido agudo, Kandler avisa al resto del grupo de cazadores para que le ayuden a sacar la presa del agua. Poco a poco salen de la espesura de la montaña cinco miembros de la tribu. Son Ulwas, cazadores perennes, en búsqueda de su sustento desde que sale el sol hasta que oscurece. Su territorio de caza es alrededor de la laguna de Bluefields. La tribu está formada por treinta hombres, setenta mujeres y niños. Cae la tarde y deben reagruparse. Caminan en fila hacia su lugar de descanso. Kandler, el jefe, va adelante seguido por el resto de cazadores, las mujeres más atrás cargan utensilios y las presas del día y, no muy lejos de ellas, marchan los niños. Sebastian camina con ellos, recién ha cumplido los doce años.
Luego de tres horas de marcha silenciosa llegan a un ceibal, sitio definido para pernoctar en la densa selva de bosque húmedo tropical. Se agrupan alrededor de los gigantescos árboles en busca de refugio. Mientras su padre, junto a otros cazadores, procede a desmembrar a los animales cazados durante el día, Sebastian busca a su madre para ayudarle con la carga. Kesha se encuentra agotada y él lo sabe. Ayuda a bajar de sus hombros y espaldas calabazas, cuchillos y cujarees fabricados con arcilla puesta al fuego por ella. En el centro del ceibal dos cazadores ayudados por otros niños proceden a hacer fuego; uno de ellos frota un palito contra una tabla en cuyo centro hay un hoyito, manteniendo constante la fricción, mientras el otro deja caer yesca en el centro, recolectada por los niños en los alrededores. Segundos después el fuego cobra vida y proceden a encender una fogata.
Kesha, junto a las otras mujeres del grupo, procede a asar la carne de las presas capturadas durante el día sin adobarlas. Cada una de ellas lleva la porción correspondiente de la familia, atravesada por pedazos de madera rolliza de fuerte consistencia y la colocan en la fogata. Los hombres se juntan poco a poco en un círculo alrededor de la fogata y beben de sus calabazas una bebida alcohólica, intoxicante, hecha de plátanos maduros rancios que las mujeres machacan en hojas de trooly o quequisque mezclados con agua. Los niños se acercan al círculo y juegan corriendo y gritando. Sebastian se considera ya un hombre y ha abandonado esos juegos; ayuda a Kesha en la labor del asado y lleva a su padre pedazos de carne en la medida que se van asando. Los hombres comen hambrientos sin más utensilios que sus fuertes manos, y bajo el efecto de la bebida cantan y gritan hasta quedar exhaustos. Comparten los productos de la caza. Cansados de las marchas y los esfuerzos de la cacería pronto duermen. Cuatro centinelas hacen turno durante la noche y mantienen la fogata ardiendo para ahuyentar a las bestias de la montaña. Sebastian se acurruca en su madre y duerme junto a ella.

II

Al despertar con los primeros rayos del sol, el cantar de las aves y el chillido de los monos y congos que se desplazan en manadas por las copas de los árboles, los hombres se preparan para iniciar nuevamente la caminata en busca de presas de caza. Kandler revisa su arco, tensa la cabuya y dedica un tiempo a fabricar flechas; en una caña recta engasta una pieza de madera dura escindida, en la que ensarta una hoja de pedernal afilado amarrado al fuste con silk grass. Sebastian, a su lado, observa con atención el arte de su padre. Kesha levanta del suelo sus utensilios y elabora vestimenta para la familia con las que cubren sus partes íntimas. Ella y otras mujeres del grupo, durante las marchas de cacería, recolectan corteza de tuno, un árbol de la misma familia del caucho y el níspero; una vez desprendida, la secan y aporrean hasta que adquiere la consistencia de tela de la que cortan pequeños pedazos que se enrollan en la cintura, dejando caer los extremos para cubrirse.
            Kandler es de mediana estatura, con cuerpo bien proporcionado, robusto y fuerte. Su pelo es lacio, negro y lo lleva largo cayendo sobre sus hombros. Kesha es hermosa, de caderas anchas y piernas robustas. Sus ojos son negros, brillantes y achinados, en forma de almendra. La piel de ambos es cobriza. Kesha toma hollín de la fogata y de un bolso achiote, se acerca a Kandler y pinta su cutis de rojo y negro, mientras él la pinta toda de negro. Todas las mañanas antes de partir se repite esta ceremonia entre las parejas de la tribu.
            El sukia de la tribu se prepara a hacer su ritual. Toda la tribu presta atención en silencio. Clava una vara gruesa en el suelo, la atrapa en el centro con sus manos, gira alrededor de ella y al concluir vuelve a girar en dirección contraria. Después de cada giro suelta la vara, extiende sus manos hacia arriba en dirección a las copas de los árboles y pide gritando a los espíritus de la montaña que le indiquen el rumbo que debe seguir la tribu para lograr una buena caza.
            Durante el ritual se escuchan lamentos de dolor, dolor de parto. Una de las mujeres del grupo va a parir. El resto de mujeres corre hacia ella. Se sienta en el suelo. El compañero de la parturienta corta una vara gruesa y se la entrega a dos mujeres que la sostienen a lo largo sobre sus hombros. La mujer se levanta del suelo y se cuelga con fuerzas de la vara iniciando así su labor de parto, un parto natural y sin dolor. El resto de la tribu, hombres y mujeres, se sientan alrededor en espera del nacimiento. Nace una bella niña. Inmediatamente todos se levantan y caminan hacia la ribera del río más cercano. La recién parida entra al río a nadar por un largo rato mientras las otras mujeres lavan a la niña. Al concluir su lavatorio, la madre se une al resto del grupo y amarra a la bebé en su cadera, cargándola así hasta que logre caminar.
            Cuando la madre le entrega la criatura al padre para cargarla en sus brazos por primera vez, este tiene listas un par de tablillas que aplica contra el cráneo, sujetadas con fuerza mediante cuerdas de henequén que va acercando en la medida que la frente se aplasta. Este proceso de deformación culmina cuando comienzan a caminar, quedando la parte superior de la cabeza aplastada. Por ello, sus peores enemigos, los misquitos les llaman “laltantas” y los españoles “chatos”.
            Debido a que el sukia no concluyó exitosamente su acto ceremonial, Kandler inicia la marcha de la tribu tomando la delantera y husmea el aire a su alrededor en busca de indicios que le indiquen la dirección donde se encuentran los animales para obtener una buena caza. Mal augurio, piensa el sukia.

III

Al presentir el lugar de caza, el grupo camina siempre en fila sin cruzar palabras, sin hacer el menor ruido, ya que el éxito de la misma exige silencio y mucha atención ante los diferentes sonidos de la selva. Kandler encabeza la marcha; busca rastros y huellas para perseguir a la posible presa. Atrás, distantes a unos doscientos metros, tres cazadores enseñan a los jóvenes del grupo, entre ellos Sebastian, el uso del arco, principal diversión con la que ejercitan el uso de sus armas. Usan arcos pequeños con flechas ligeras que disparan a aves del tamaño de un ganso llamadas “quams” y “curassoes”, son de la misma especie, pero de sexo y color diferentes. En el bosque abundan las aves pero estas son las preferidas de la tribu por el exquisito sabor de su carne. Si logran derribar una de estas se les permite comerlas como premio a sus destrezas y avances en el arte de la caza.
            Kandler no presta atención a estas prácticas, busca a su paso indicios de animales. Se desespera cuando siente más fuertes los rayos del sol bajo la espesa montaña. Continúa caminando y buscando. De pronto detiene la marcha. Se arrodilla a inspeccionar una huella, es de un venado y por el tamaño deduce que es de un macho adulto. Mira a su alrededor y descubre otras menos profundas. Con un silbido avisa al resto de cazadores y las muestra. Les indica que se separen en tres grupos; dos a los extremos y él al centro. Las mujeres y los niños marchan detrás de Kandler. Cuando el sol se encuentra en el cenit, Kandler observa a unos cuarenta metros de distancia al macho de largos cuernos en forma de racimos y una hembra con dos crías. Acomoda con maestría una flecha de tres pies en el arco y dispara con fuerza. La flecha vuela abriendo brecha entre el viento y el silencio del bosque. Se clava en el cuello de macho emitiendo un bramido de dolor, corriendo veloz y desesperadamente junto a la hembra y las crías sin detenerse. Kandler avisa al resto de grupo que corre hacia él, se reencuentran y luego siguen a la manada tratando de rodearla. En su huída los venados se lanzan al río buscando como fugarse nadando. Al llegar a la ribera, Kandler y seis cazadores se zambullen en las limpias aguas. Son excelentes nadadores, alcanzan a los venados, se enderezan y lanzan sus flechas como si estuvieran en tierra firme. La caza ha sido exitosa. Agotados por el esfuerzo, son ayudados por cuatro cazadores que se meten al río para ayudarles a sacar a los venados.
            Se encuentran en esa tarea cuando, de pronto, escuchan un fuerte grito, un grito de alerta por parte el sukia. Ha visto a lo lejos cinco largas canoas que se dirigen a esa parte del río. Son misquitos, sus enemigos que viven en el litoral y hacen incursiones en la selva. Son más de treinta y van armados con armas de fuego. La tribu los conoce muy bien. Apresuradamente toman sus presas y desaparecen en la espesura de la selva. En ocasiones anteriores habían atrapado a veinte miembros de otro grupo de los Ulwas, luego de entablar un combate desigual por la superioridad en número y armas de guerra. Por eso huyen, les temen y no los enfrentan. Cuando atrapan a los Ulwas los venden como esclavos a comerciantes jamaiquinos que llegan a Bluefields.
            El grupo se adentra silencioso y velozmente en la inmensidad del bosque. Se dirigen hacia el territorio cercano de otro grupo de su misma tribu con el fin de darles la alarma. Kandler nunca incursiona en territorios ocupados por otros, solamente en casos de urgencias. El territorio de caza está definido por las normas de los Ulwas y lo recorren cazando de manera rotativa, según el tamaño de los grupos, evitando la sobreexplotación.

IV

Al caer la noche incursionan en el territorio de Masker. Su grupo está formado por quince cazadores, treinta mujeres y cincuenta niños. Es un grupo joven y debido a ello su área de caza no incluye los ríos y sus riquezas; cazan solamente en la selva. Kandler lanza gritos al aire indicando que ha entrado a territorio ajeno. Cuando la luna destella su brillo bajo la copa de los árboles, el grupo de Masker los rodea creando un cerco a su alrededor. Ambos jefes se acercan, golpean sus pechos con los codos y juntan sus cabezas en señal de saludo y bienvenida. El resto de los miembros de ambos grupos están atentos y luego del saludo de sus jefes gritan de alegría.
            Caminan juntos hacia el refugio de Masker, cada grupo en fila detrás de sus jefes. Al llegar hacen la fogata. Ambos jefes y sus principales cazadores, junto a los sukias, se agrupan en círculo alrededor del fuego. Las mujeres hacen el asado y atienden a los suyos. Comparten sus comidas en hermandad. El grupo de Masker brinda carne de wari y conejos, mientras el de Kandler aporta carne de venado y tortuga. La montaña está de fiesta, beben de sus calabazas pasándolas de manos en manos mientras los niños corren felices alrededor del fuego cantando. Conversan sobre las incursiones de los misquitos, la cantidad de cazadores que han atrapado y definen estrategias para evitarlos conjuntamente.
Kesha comparte con Yanina, la mujer de Masker. Le presenta a Sebastian y Yanina presenta a Kamira, su hija. Ambos son de la misma edad, jóvenes que pronto deberán tener pareja. Sebastian la observa con brillo en sus ojos, es hermosa, lleva el pelo lacio hasta la cintura y los pezones florecen en sus pechos. Kamira se muestra tímida y Sebastian torpe. Ambas los toman de la mano y se dirigen a la fogata. Se acercan con ellos agarrados de la mano frente a Kandler y Masker. Es un indicio de compromiso. Los dos jefes se levantan, cada cual mira a su mujer, vuelven a ver a sus hijos y ríen a carcajadas dándose golpes en los pechos. Lo festejan y brincan de alegría porque sus tribus se unirán adquiriendo mayor fuerza y dominio de territorio. Acuerdan que Sebastian debe estar preparado en las próximas veinticuatro lunas llenas para participar en el Asang – Lauwana juntos a otros jóvenes para ganarse el derecho a Karima y convertirse en guerrero. Embriagados y felices duermen junto al calor de la fogata.

V   

El adiestramiento intenso de Sebastian es el foco de atención de Kandler. Se apoya de sus mejores cazadores y está pendiente de la caza para el sustento del grupo. Su hijo debe estar preparado para convertirse en un verdadero guerrero y resistir la prueba ganándose en ella a Kamira como mujer. La esperanza del grupo descansa en él.
            Cada día, al amanecer, Kandler, luego de asignar a los cazadores la ruta de caza definida por el sukia, inicia el entrenamiento de Sebastian. Las primeras doce lunas llenas le enseña con firmeza a nadar, pescar y cazar.
            Sebastian se sumerge en los ríos y nada de una ribera a otra con velocidad de pez, hasta que su padre le indica que ha concluido. Al ver iguanas nadadoras y tortugas, bucea hasta que emerge con ellas en sus manos. Poco a poco va adquiriendo la resistencia deseada. En la caza ya no dispara flechas a aves, ahora su padre y los cazadores le enseñan a construir arcos y flechas de diversos tamaños según la presa. Al encontrar rastros de presas grandes como wari, danto, puma y venados es el primero en perseguirlos y disparar hacia ellos. En el caso del wari, los cazadores rodean la manada y Sebastian debe clavar sus flechas en el macho dominante para disminuir su furia y reducir las feroces embestidas. Al clavar sus flechas en el puma, por lo general este sube rugiendo a los árboles y Sebastian debe subir al árbol más próximo para derribarlo con dos disparos seguidos. Todas las presas grandes, además de cazadas deben ser cargadas en sus hombros durante las marchas hasta el refugio nocturno. Sus espaldas, piernas y hombros se tornan cada vez más musculosos adquiriendo la fuerza deseada. La pesca consiste en clavar flechas pequeñas en variedad de peces a un ritmo y velocidad de segundos, con lo cual adquiere agudeza en reflejos, mirada calculadora y agilidad en sus manos.
            La siguiente etapa del adiestramiento no es menos importante. Sebastian debe subir altos árboles en busca nidos de aves que contienen huevos; correr detrás de conejos y guardatinajas para atraparlos antes de que se refugien en sus hoyos. En esas largas y veloces corridas Sebastian debe soportar, sin mostrar indicios de dolor, espinas que se clavas en las plantas de sus pies así como golpes que recibe de troncos y piedras. Con el paso de las lunas llenas se ha convertido en un joven fuerte, veloz, con sus sentidos en estado permanente de alerta ante cualquier sonido y movimiento del bosque.
            En las noches acompaña a su padre y los cazadores alrededor de la fogata, escucha sus historias y anécdotas. Kandler no le permite ingerir la bebida que despierta el espíritu, aún no se ha ganado ese privilegio. Kesha lo continúa acurrucando en su rezago y sana sus heridas con el apoyo del sukia, quien posee las habilidades heredadas de sus ancestros para ello. Cuando un cazador es picado por una serpiente, hace fuego y recolecta hierbas convirtiéndolas en pequeñas pelotas, las calienta para luego exponerlas alrededor de la mordida y todo el cuerpo, mientras canta con un susurro de lamento. Frota y frota susurrando el lamento hasta que la inflamación disminuye y la herida es sanada.

VI

Con la última luna llena, Sebastian está listo para participar en el Asang – Lauwana, la sobrevivencia del más fuerte. Kandler y Kesha le explican en qué consiste la prueba y le dan ánimos para que resista. Sebastian escucha atentamente y asegura que no defraudará a su tribu, que desea ganarse a Kamira, convertirse en un cazador guerrero y poder unir a ambos grupos para asegurar su sobrevivencia.
Marchan como siempre hacia un lugar secreto de la montaña, previo acuerdo entre los cuatro grupos que participarán. Cuando Kandler llega, Masker ya se encuentra en el sitio con su grupo. Esperan a otros dos grupos que participaran en el evento. Al reunirse, los jefes definen el número de participantes. Mientras ellos están reunidos, el resto de los hombres abren un claro en la espesa selva de forma rectangular; lo limpian, dejándolo sin piedras ni troncos, midiéndolo en pasos largos con una dimensión aproximada de una hectárea. Otros construyen chozas con techo de paja a los lados del claro abierto en la que los jefes pernoctarán los tres días que durará el evento. Al concluir hacen una inmensa fogata y celebran hasta embriagarse. Sebastian se acerca a Kamira y la observa más hermosa, más mujer, mientras ella lo observa más musculoso y escucha su voz más ronca. Sebastian promete pasar todas las pruebas y ella le corresponde diciéndole que ha soñado con ese momento.
Al amanecer, luego de los rituales acostumbrados, los diferentes grupos se acercan a los lados del rectángulo. Nadie puede entrar en él, solamente los competidores que entran de dos en dos. En su primera contienda Sebastian se muestra animado, seguro. La competencia consiste en mostrar las destrezas con el arco y la flecha. En el centro, un cazador lleva una jaula de madera con aves. Suelta la primera, emprende vuelo y Sebastian dispara velozmente derribándola. Se escucha un rugido, como un canto de la montaña, por los gritos de los miembros de los diferentes grupos. La contienda finaliza con seis vencedores y dos que han fallado no continuarán en el evento.
Al siguiente día la competencia consiste en mostrar la velocidad de los participantes. De igual forma, un cazador entra con una jaula que contiene conejos y se dirige a uno de los extremos. Atrapa uno. Los competidores están atentos. Lo suelta y sale corriendo. Sebastian corre velozmente detrás del animal que se desplaza despavorido por los gritos. Su contrincante avanza a su ritmo, Sebastian lo observa de reojo pero se concentra en los movimientos del conejo tratando de adivinar su desplazamiento, sabe a la perfección que luego de correr en línea recta hará un giro a la izquierda, calcula el tiempo y repentinamente, al hacer el giro, lo atrapa por las patas traseras al tirarse de cabeza al suelo. La montaña vuelve a cantar. Al concluir el día, cuatro pasan a la última prueba.
Al despertar, Sebastian se muestra nervioso. Kandler le da ánimos, le dice que todos sus ancestros han concluido victoriosos, que debe soportar hasta el final la última prueba, al grado extremo de morir en ella pero nunca rendirse. Sebastian mira a Karima y esta levanta la mano en señal de buenos deseos. Kesha lo abraza y besa su frente.
Los cuatro jefes entran primero al rectángulo. Luego entran los competidores, uno de cada grupo. El sukia mayor, el más viejo, entra después. Todos sin excepción guardan absoluto silencio afuera. Cada jefe toma de la mano a su aspirante, este al siguiente jefe y así hasta formar un círculo alrededor del sukia mayor, quien toma en sus manos sangre de una calabaza y mancha con ella los pechos y espaldas de los competidores. Al concluir, los jefes gritan al cielo y la multitud también. Todos abandonan el sitio, solamente queda Sebastian y su contrincante. La prueba es de resistencia a los golpes y al dolor.
Sebastian avanza al centro, se agacha apoyando sus manos sobre las rodillas, exponiendo su espalda y grita “yañ al yañ” (“yo soy hombre”), mientras el otro responde “añ bik al yañ” (“yo también”) y comienza a golpear la espalda con sus nudillos, con toda la fuerza que emana de su cuerpo. Sebastian comienza a tambalearse poniendo sus manos en el suelo, pero resiste gritando “yañ al yañ” y vuelve a su posición inicial. Su contrincante continúa golpeándolo y gritando. En esos momentos de intenso dolor su mente vaga por el bosque, se siente un puma, un danto, un cocodrilo, un ave y piensa en Kandler, en su pueblo, en Karima. Al agotarse su contrincante de dar tantos golpes, la espalda de Sebastian está enrojecida y emana sangre. Se levanta adolorido, buscar la mirada de su padre, no la encuentra, solamente la de Karima quien le sonríe. Su adversario adopta ahora la posición para recibir los golpes de Sebastian. El puma que lleva dentro da zarpazos, en danto pisotea, el cocodrilo se mueve veloz y el ave grita “yañ al yañ”, mientras el otro responde “añ bik al yañ”. Su mente se nubla, su fuerza se incrementa y en uno de sus golpes quiebra el omoplato izquierdo del oponente, desprendiéndosele la clavícula y el húmero emanando sangre. El oponente cae derrotado, no vuelve a gritar. Sebastian lo ha vencido. Adolorido en su espalda y puños levanta los brazos en señal de victoria. La montaña emite su canto de alegría. Busca a su padre, lo observa levantando su arco en señal de victoria y regocijo.
Luego los siguientes oponentes entablan su prueba. Kesha y el sukia atienden a Sebastian. Su estado no es grave, solamente tiene moretones en su espalda y dolor. El sukia aplica en ella brebajes de yerbas para aliviarlo. Luego que los otros luchadores concluyen, es llevado al centro del rectángulo. El Asang – Lauwana tiene dos ganadores. La prueba ha concluido. Kandler se acerca, toma su arco y aljaba y se la entrega a Sebastian. Masker se dirige al centro con Kamira tomada de la mano. Llega hasta Sebastian y se la entrega juntando sus manos. Kamira toma hollín y achiote que lleva en un bolso y le pinta la cara de rojo y negro mientras que Sebastian pinta la de ella de negro. La ceremonia significa que desde ese momento son pareja para siempre. Todos gritan, brincan de alegría y la montaña festeja.


VII

La marcha la encabeza Sebastian. El grupo esta formado por cien cazadores, ciento cincuenta mujeres e igual numero de niños. Dominan un territorio que se expande desde la laguna de Bluefields hasta Wawashang. Viven a la defensiva evitando el combate contra los misquitos que portan armas de guerra. Los restos de Kandler, Masker, Kesha y Yanira descansan en paz, sus espíritus los acompañan en sus largas marchas de caza.
Sebastian es un fuerte guerrero y hábil cazador. Su pelo lacio hasta los hombros muestra canas. Sus hijos, el mayor de ellos, lo acompaña en la marcha. Se llama como su abuelo, Kandler. Kamira le ha dado otros dos hijos, una bella joven y un varón que tiene doce años. Sus ritos y costumbres son los mismos. Los peligros son mayores y se mantienen en estado permanente de alerta ante cualquier susurro del viento.
Con el paso del tiempo han abandonado la costumbre de poner tablillas en la cabeza de los recién nacidos para evitar ser reconocidos por sus enemigos. A pesar de ello, el acoso es permanente y deciden realizar como siempre el último Asang – Lauwana para que los vencedores formen nuevos grupos, grupos menores para su sobrevivencia.
Siglos después, luego de la cacería insistente por parte de los misquitos para esclavizarlos, los Ulwas tuvieron que emigrar hacia otros territorios. En la actualidad se les considera parte de los Sumos y un grupo pequeño de ellos vive en Karawala, una comunidad de mil setecientos habitantes que hablan el Ulwa y recrean sus tradiciones. Uno de sus habitantes más viejo, llamado Kandler, sueña que un día su idioma Ulwa sea la principal herramienta de educación de los niños en la escuela de la comunidad para que vuelvan a cantar en la montaña como sus ancestros.



Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
31 de diciembre de 2010