martes, 1 de noviembre de 2011

UN DIA RIMBOMBANTE DE MERCADO

En La Unión, una comunidad ubicada al sur de Nueva Guinea y a unos treinta kilómetros distante, todos los jueves se celebra el día del mercado; acuden más de mil pequeños y medianos productores campesinos a ofertar sus productos (queso, ganado en pie, cerdos, yuca y quequisque, así como maíz y frijoles en época de cosecha).
           
Desde tempranas horas, los comerciantes originarios de Nueva Guinea, Managua y Masaya bajan sus productos (alimenticios, vestuario, calzado e insumos) de los camiones, preparan sus puestos de venta acomodándolos en tijeras a lo largo de los corredores de las casas de la calle principal, a la espera de los “montados” que en grupos de dos, tres y cinco inundan la comunidad.
           
Más de mil bestias montadas por campesinos adultos y jóvenes, mujeres y niños concurren a ofertar sus productos y a adquirir los bienes que requieren para el consumo familiar y productivo. Según la distancia, salen al amanecer de las comunidades Fátima, El Tulito, El Jicarito, El Chacalín, El Cojo, Mata de Maíz, Buenos Aires, La Florida, Flor Sur, El Fajardo y San Ramón, para llegar entre las diez y once de la mañana luego de cabalgar entre cinco y diez horas.
           
Los acopiadores, ansiosos por su llegada, los esperan en los corredores de las casas, debajo de la sombra de un árbol, en los corrales y en las básculas para pesar queso, cerdos y ganado. Funciona la ley de un sólo precio, debido a que el mercado se satura de los productos campesinos provocando la baja del precio que es establecido entre los acopiadores con diferencias mínimas, con base en criterios subjetivos tales como frecuencia de entrega del producto, abastecimiento de productos escasos por encargos y relaciones de amistad cultivada a los largo de los años. Muchos acopiadores ejercen su negocio desde hace mucho tiempo y se ganan con su presencia a los campesinos.
           
La transacción es constante y sonante, en efectivo. Pendiente de las pesas, los campesinos reciben su pago y posteriormente compran los productos alimenticios para la semana (azúcar, arroz, aceite, jabón, sal), artículos de uso personal (vestuario, calzado, baterías para el foco, kerosene, gasolina, etcétera), e insumos y productos para la actividad productiva (sal para el ganado, desparasitante, vitaminas, herbicidas, fertilizantes, alambre de púas, grapas, machetes, limas, bomba de mochila, cuajo líquido para hacer el queso, gasolina y kerosene).
           
Luego de realizar sus compras, también se divierten: los jóvenes acuden a billares y los que añoran cosas heladas acuden a las cantinas, escondidas en las calles aledañas, para disfrutar su cervecitas o traguitos de ron. Otros, al descubrir la señal en su teléfono móvil, compran recargas y hablan con sus familiares dentro y fuera del país. Las mujeres se juntan en grupos y recorren las tiendas en busca de prendas íntimas, blusas, faldas, camisas y pantalones para ellas, él y sus hijos e hijas. Cuando aprieta el hambre, concurren a los comedores que celebran el día de mercado agasajándolos con pollo empanizado, bistec, guisos, pasta, refrescos naturales bien helados y chileros picantes hechos con chile dedo de mono.
           
A las tres de la tarde termina el día de mercado. Los camiones cargados de cerdo, ganado, queso, yuca y quequisque salen con destino hacia Nueva Guinea y posteriormente a Managua, Masaya y Estelí. Sonrientes, los acopiadores sacan cuentas de la ganancia del día con márgenes superiores al cincuenta por ciento con base en el precio establecido en la plaza mayor, el mercado Oriental de Managua. Los campesinos regresan a sus comunidades con las bestias cargadas por las compras y esperanzados en que los precios mejoren en la siguiente semana, mientras los pobladores de La Unión limpian las calles que quedan desoladas, sin pintas ni eslogan electoreros, a la espera del próximo día rimbombante de mercado.


Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Viernes, 28 de octubre de 2011