Ha sido una mañana
de esas pocas que
nos
regala el trópico húmedo.
El sol resplandecía
en el camino,
mojado por una
llovizna breve,
sin charcos nuevos.
Me cuesta ver,
el resplandor me
encandila,
y avanzo despacio.
Chavalos de azul y
blanco,
camino a clases,
llenan la trayecto.
Algunos con
capotes,
otros con chaquetas
se cubren,
repiten los charcos
de siempre.
Las chavalas casi
bailan,
saltando de uno a
otro,
faldas al vaivén, paraguas
zigzagueando.
Van de prisa,
siete de la mañana,
no espera.
Otros van en motos
con sus padres,
veloces,
cara al viento.
El bueyero marca el
paso,
los bueyes lerdos,
respetando a los
estudiantes.
Entre todos ellos,
surge su figura.
Joven. Hermosa.
Va de jeans,
camisa suelta,
paraguas contra el
sol.
Camina con estilo,
sin prisa,
rompiendo la monotonía.
En el camino
pedregoso,
va la alegría del
futuro
pintada en los
rostros.
Y yo,
en medio de tanto
brío,
pienso en mis años
finales.
Ironía del camino:
ellos van
estrenando la vida,
yo voy midiendo el
filo de mi despedida.
11 de Agosto de
2025.
Foto: Sergio Orozco
Carazo.