lunes, 14 de abril de 2025

SILUETA EN LA ARENA

 



El estuario del río Escondido

se despliega en la bahía,

y ella se abre hacia el mar Caribe.

A veces llenos, otras vacíos;

como yo, cuando estás y cuando te vas.

 

Un sentimiento imposible de enmarcar,

pero el Caribe sí puede serlo,

sobre todo, cuando en abril

cielo y mar se tiñen de violáceo,

se encuentran, se reconocen, se funden,

renovándose uno al otro.

 

El delfín nada junto a las olas

que acarician los barcos,

entra y sale alegre del agua

como yo, cuando veo tu silueta

avanzar con pasos atléticos

y el pelo rizado al viento

por la playa de El Bluff.

 

Dos motonetas llegan

desde la antigua pista

al sendero arenoso, bordeado

por palos de icacos y uvas de mar,

mientras una bandada de pelícanos

cae en picada sobre el cardumen

que busca refugio entre las piedras.

 

Los niños recogen conchas,

corren, ríen, gritan y nadan

hasta que tu figura lentamente

se desvanece en el horizonte,

provocando en mí la añoranza

de verte una vez más.

 

14 de abril de 2025

Foto: Internet.


martes, 8 de abril de 2025

RAÍCES QUE NO SE OLVIDAN

 


El viaje comenzó bajo un cielo azul, de esos que parecen una promesa. Recorrí durante casi una hora y cincuenta minutos la majestuosa carretera que conduce a Bluefields y que en la distancia se asemeja a un hilo blanco que sobresale entre las diferentes tonalidades de verde que cubren cerros y valles. El sol brillaba sobre los árboles y los ríos que cruzan el camino, mientras en mi interior se mezclaban emociones de reencuentro y memoria. Al llegar, luego de ubicarme en el hotel y caminar por una de las calles de la ciudad, vi a mi prima Ivette Álvarez. Grité su nombre y se detuvo.

Caminamos juntos en la dirección que ella seguía y me sorprendió con una pregunta inesperada:

—¿Vos querés conocer a mi otra hermana, la otra hija de Pablo?

—Claro que sí —le dije.

Y fue así como conocí a una prima que llevaba muchos años con deseos de conocer, hija de tío Pablo con su segunda familia. Es una joven hermosa, de rostro familiar. Desde que la vi, noté en ella el parecido con mi tío Pablo, su padre, y también papá de Ivette. Fue uno de esos momentos donde el lazo de sangre se revela en una mirada, en un gesto, en un parecido que no necesita explicación.

También aproveché mi paso por Bluefields para visitar al profesor Arturo Valdés, director de Radio Zinica. Estaba en la radio y, al entrar en la cabina para darle un ejemplar de mi libro, me invitó a sentarme frente a los micrófonos y me hizo una entrevista sobre los Hijos del Tiempo y la Arena – Relatos de El Bluff para su audiencia radial. Fue un momento especial, y le agradezco sinceramente por darme ese espacio para compartir nuestras historias del Bluff con quienes aún las recuerdan y con quienes las están descubriendo por primera vez, en especial las nuevas generaciones.

Antes del mediodía, en compañía de Denis García, “el Flaco”, —mi amigo de infancia y de toda la vida— emprendí el viaje al Bluff. Él estuvo conmigo en todo momento, acompañándome con esa complicidad de quienes han compartido años, calles y secretos.

Volví al puerto de El Bluff por los nueve días del fallecimiento de don Chon Benavidez, uno de los personajes entrañables que menciono en el libro Hijos del Tiempo y la Arena. El viaje fue un reencuentro con los ecos del tiempo, de esos que se sienten en el pecho, como una marea que viene cargada de memoria y afecto.

Desde que la panga se fue acercando, reconocí la bahía, ese espejo inmenso de agua donde el cielo parece descansar. Vi la silueta de la loma del faro y sentí que algo dentro de mí se alineaba con la tierra. Allí estaba Half Way Cay, la isla del Venado, la isla de Miss Lilian, la barra, y el eterno muelle de la Aduana. Vi las viejas casas, algunas aún de pie, otras ya solo en el recuerdo. El puerto ha cambiado, sí, pero su alma sigue intacta.

Estuve con los hijos de don Chon: Javier, Rina y Francis. Nos abrazamos en silencio, con esa mezcla de tristeza y gratitud que traen los reencuentros. Con Javier conversamos largo rato. Me habló de su llegada a El Bluff, cuando apenas era un niño. Venía con su madre desde Santo Domingo, Chontales, para quedarse a vivir con don Chon. Me contaba cómo fue creciendo en el puerto y su vida deportiva como jugador de beisbol desde la liga infantil, amateur, primera división y profesional. Mientras hablaba, parecía que las imágenes cobraban vida en sus palabras. Éramos dos muchachos viejos hablando del tiempo como quien hojea un álbum de fotografías.

Luego fuimos al cementerio. Vi la tumba de don Chon y también a la de mis abuelos, Felipe y Manuela. Frente a esas cruces gastadas por el sol y la brisa, sentí que el tiempo se me encogía en las manos. Todo lo que fui, lo que aprendí, lo que viví con ellos, me golpeó en un parpadeo. Vi sus rostros, escuché sus voces, sentí sus manos. Y agradecí haber regresado.

Al caer la tarde fui al parque nuevo. Es un espacio bonito, limpio, lleno de color. Había niños jugando, chavalos en bicicleta, risas, carreras, música a lo lejos. Me senté en una banca bajo un árbol, saqué mi libro y les leí un cuento: El avión amarillo y la lluvia de caramelos. Unos veinte niños me rodearon, escuchaban con asombro, se reían. En sus ojos brillaba algo que reconocí: el alma curiosa de quien quiere soñar. Al concluir, con ayuda de unas madres, les entregamos caramelos y chocolates.

Ahí sentí el contraste. Hoy quedan pocos de los viejos del puerto. Algunos caminan despacio por las calles, otros están muy enfermos y muchos han fallecido. Sus voces se oyen menos, pero sus huellas están en cada rincón. Sin embargo, el Bluff sigue vivo. Late en la alegría de los niños, en la energía de los jóvenes, en esa mezcla de mar y tierra que nunca deja de hablarle a quien quiere escuchar.

Regresé con nostalgia, sí. Pero también con alegría. Porque, aunque el tiempo pase, las raíces siguen firmes. Y mientras haya quien escuche, siempre habrá historias que contar.


Martes, 8 de abril de 2025

Foto Propia: Tumba de abuelos en El Bluff.

miércoles, 2 de abril de 2025

HUELLAS


 

Tus huellas no se borran,

siguen en la cama, en la sala, en el corredor,

latentes en el patio y en el árbol

donde anidó el colibrí errante.

 

Tus pasos resuenan en mis pensamientos,

se hunden en la arena de Corn Island,

se enredan en las ramas del cacao mico

y en los arbustos de uva de mar.

 

Mi piel es un lienzo marcado por ti,

mi espalda, mi pecho, mi rostro,

cada surco es un fuego que aún arde.

 

Huellas aquí, huellas allá,

persisten para no olvidarte,

para encontrarme siempre en ti.


2 de Abril de 2025
Foto: Internet

viernes, 21 de marzo de 2025

PLAYA REMANSO





En Remanso,

la paz danza entre las olas.

El mar revienta susurros en la orilla,

donde ranchos de playa

tejen historias de surfistas

y amantes del sol de la tarde.


Niños y niñas,

con sus risas al viento,

corren tras sus sueños

con patas y colas al compás.


Los instructores,

maestros del agua,

desatan la magia del equilibrio,

mientras las diosas marinas

entran y salen del azul,

esculpiendo la eternidad

con su andar.


El sol,

testigo de todo,

cae suave entre el cerro y el océano,

pintando un cuadro efímero

en la arena del tiempo.


Risas, espuma,

y el arte de los surfistas

sobre las olas inmensas.

Remanso:

un refugio,

un respiro,

un lugar para soñar.


21 de marzo de 2025

San Juan del Sur.

Foto propia. 

lunes, 17 de marzo de 2025

MARAÑONES POR SIEMPRE

 



Cortábamos marañones cerca del parque de La Loma.

Mirábamos el árbol, repleto de frutas,

colgando sobre nuestras cabezas.

Campanas rojas y amarillas

repicaban con nuestra dicha.

Saciábamos la apetencia,

cargábamos la fruta en baldes hasta casa,

y en la época lluviosa los disfrutábamos

en vasos llenos de jalea o conservados en miel.

Las semillas estaban expuestas al sol y al fuego,

para asar las deliciosas cashew seeds.

Han pasado muchos años.

Sigo creyendo que tuvimos buena suerte,

pero estoy convencido de que siempre

llega después de atravesar muchas penas,

para que nunca dejemos de cosechar.

Ese es el milagro: luego de las desgracias,

son las campanas del paraíso.

Con el corazón en pedazos,

recordaremos los marañones por siempre,

cargados en la mochila de la vida,

con la piel flácida, ordinaria y pecosa.

 

17 de Marzo de 2025

Foto: Internet


martes, 4 de marzo de 2025

NUEVA GUINEA: FORJA DE PIONEROS

 



En el corazón del trópico húmedo,

donde la selva respira con aliento de eternidad,

se alzó un pueblo de manos firmes,

de sueños fértiles como la tierra.

 

Llegaron de todos los rincones,

con acentos distintos, con historias propias,

y en la fragua de su encuentro,

forjaron un hogar de mil raíces.

 

Son hombres y mujeres de temple,

obreros del alba, sembradores de futuro,

con el sudor labran la esperanza,

con la honradez levantan sus muros.

 

En las colonias bulle la vida,

mercados rimbombantes despiertan el día,

como feria de asombros y trueques,

donde el país entero se encuentra en sus calles.

 

Sus mujeres, faro y cimiento,

madres y forjadoras de valores,

navegan entre hogar y comercio,

con la firmeza del amor en sus manos.

 

Gente de fe, libre en su credo,

en su anhelo de poseer y crear,

de educar con voz propia a sus hijos,

de construir con justicia su hogar.

 

Aguerridos como los vientos bravos,

que doblan las ramas, pero no las quiebran,

resisten tormentas, desafían abismos,

y renacen más fuertes con cada prueba.

 

Porque en estas tierras de luchas antiguas,

la historia no es sombra, sino antorcha encendida.

Cada 5 de marzo, la memoria despierta,

y en júbilo de fiesta, se abraza la vida.

 

Aquí, el campo y la ciudad se encuentran,

sus manos unidas transforman el suelo,

y con su esfuerzo, su ingenio, su audacia,

siguen labrando un destino nuevo.

 

Nueva Guinea

Capital del trópico húmedo,

estandarte de lucha y esperanza,

hogar de un pueblo que nunca se rinde.

 


Foto: Placa en Museo Comunitario.

En el LX Aniversario de fundación de Nueva Guinea.

4 de marzo de 2025.

La Colina, Nueva Guinea.

RACCS.

martes, 11 de febrero de 2025

UN FONDO PARA LA CORONA

Recibí una invitación para unirme a una reunión por los Bluefields Brothers en la ciudad de Managua. Viejos amigos, compañeros de secundaria, con quienes nos bachilleramos hace... bueno, más tiempo del que nos gustaría admitir. Anteriormente, había participado en encuentros similares con ASELAB (Asociación de Estudiantes Lasallistas de Bluefields), pero de eso ya han pasado muchas lunas y algunas canas de más.

Esta vez, con el 50 aniversario de nuestra promoción acercándose, Martín Ugarte me envió el listado de aquellos que recibimos nuestro título un 24 de noviembre de 1974 y sugirió que nos reuniéramos. Le conté que Emilce, mi esposa, se reúne regularmente con sus compañeros del Instituto Nacional de Chontales y que, casualmente, ellos también celebrarían su 50 aniversario con bombos, platillos y un convivio digno de la nostalgia.

Al parecer, la idea prendió, y algunos de los Bluefields Brothers que viven en Managua se organizaron. De pronto, comenzaron a circular fotos de reuniones pasadas: instantáneas en sepia de los años 90 e inicios de los 2000, donde algunos todavía lucían cabelleras completas y menos redondeces en la cintura. Entre fotos y recuerdos, el tiempo se hacía visible no solo en la moda, sino también en los rostros.

La cita fue el sábado 8 del presente en la ciudad de Managua, en el residencial Bello Horizonte, en un local llamado Morena Bafana. Unos 20 nos congregamos, con el ánimo intacto y la memoria un poco más frágil. Con anticipación, habíamos pedido el tipo de rondón de nuestra preferencia: de pescado, aleta de tortuga o costilla de cerdo ahumada. El ambiente era completamente caribeño, con música reggae de fondo y las paredes decoradas con pinturas de Bob Marley y Lucky Dube, como para recordarnos que, aunque los años pasen, la esencia sigue intacta.

Al llegar, recibíamos un papel con el tipo de rondón solicitado y ordenábamos la bebida de rigor: cerveza, ron o whiskey, porque uno podrá envejecer, pero ciertas tradiciones no se negocian. Los saludos fueron efusivos, algunos con abrazos fuertes, otros con miradas de incredulidad seguidas de un "¡No jodás, vos sos fulano!". Las conversaciones fluían y las mesas se volvieron estaciones de reencuentro; nadie se quedaba fijo, todos nos movíamos de un lado a otro, tratando de ponernos al día con décadas de historias acumuladas.

Después del rondón y con la despedida rondando, hicimos una colecta para ayudar Norman Hooker, uno de los compañeros que llegó de Bluefields, desde el barrio Fátima, y que, con los años, ha ido perdiendo la vista. Una de esas ironías de la vida: cuando por fin nos volvemos a ver, algunos ya no pueden hacerlo del todo.

Antes de cerrar la jornada, algunos tomaron la palabra para agradecer a los organizadores y recalcar la importancia de seguir reuniéndonos. Porque sí, es bonito recordar los años de adolescencia en Bluefields, aunque en el fondo sepamos que ese tiempo ya se nos fue como arena entre los dedos. Yo aproveché para mencionar que en la próxima reunión me gustaría presentar mi libro "Hijos del Tiempo y La Arena – Relatos de El Bluff", a lo que varios respondieron con entusiasmo.

Entonces, Edgard Hooker, con su chispa habitual, se levantó y pidió la palabra. "Yo propongo que, ya que como han dicho, cada vez somos menos, y se nota que pronto otros también se irán, recojamos entre todos para formar un fondo para la corona". Hubo un momento de silencio antes de que alguien soltara una carcajada. La propuesta era tan cruda como realista. Si algo nos estaba quedando claro, era que la vida sigue su curso con o sin reuniones de excompañeros.

La despedida fue tan efusiva como los saludos iniciales, y bajo una tarde lluviosa, el salón de Morena Bafana se fue vaciando poco a poco. La idea del fondo para la corona quedó en el aire, flotando entre bromas y verdades. Al final, lo importante era eso: seguir viéndonos mientras podamos, aunque sea para constatar que, con los años, la memoria puede fallar, pero la amistad sigue intacta.

 

11 de Febrero de 2025

Fotos: Yadira Figueroa Medrano

martes, 4 de febrero de 2025

DESDE MOUNT PLEASANT HILL

 


Dicen que en la mar está la paz,

pero yo sé que también es un abismo,

porque por la mar te fuiste

una tarde de verano,

dejándome en esta isla

de arenas blancas y arrecifes dormidos.

 

Desde Mount Pleasant Hill

vi tu sombra desvanecerse,

esperé que las estrellas emergieran

donde tu figura se hundió en el horizonte,

pero solo quedó el eco

de un adiós que no quise escuchar.

 

Ahora miro al Norte

y te imagino perdida en un mar distinto,

de calles frías y atiborradas,

corriendo tras un sueño

que no sé si aún te pertenece.

 

En la profundidad de la memoria

busco nuestra risa entre los cocoteros,

las canciones que juramos eternas,

y me duele saber

que en poco tiempo todo ha cambiado:

las palabras, las promesas,

las verdades en que creíamos.

 

Aquí sigue el sol,

el viento y las olas,

las estrellas brillando sobre la mar,

pero ya no sé si traen paz

o solo la tristeza de saberte lejos.

 

Es tan tarde ahora,

pero lo es mucho más

en un lugar donde nunca estaré

para verte otra vez.

 

 

4 de Febrero 2025

Foto: Internet


lunes, 27 de enero de 2025

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO POR RECONOCIMIENTO DEL GOBIERNO MUNICIPAL DE NUEVA GUINEA


Estoy profundamente honrado de recibir este reconocimiento.

Este logro no es solo mío, sino de todos aquellos que han

trabajado incansablemente por nuestra rica herencia cultural.

Quiero agradecer a mi familia, en especial a Emilce, testigo fiel

de mis días y primera lectora de mis palabras,

y amigos por su apoyo incondicional.

También agradezco a las comunidades que me han

inspirado con su creatividad, pasión y dedicación al trabajo.

Este reconocimiento es un recordatorio de que

juntos podemos preservar y enriquecer

nuestra cultura para las generaciones futuras.

Así que los insto a todos, juntos, a seguir

trabajando con el mismo entusiasmo para

construir un futuro lleno de paz, arte, música y tradiciones

que reflejen nuestra identidad cultural.

 

Muchas gracias.

 

 

24 de enero de 2025.

Nueva Guinea, RACCS. 

miércoles, 15 de enero de 2025

UNA TARDE GRIS Y LLUVIOSA



Una tarde gris y lluviosa,

en las torres de la iglesia,

las campanas comienzan a doblar

con el inicio del cortejo.

El sonido es insoportablemente fuerte,

tan fuerte que los árboles de acacia

y las palmeras de los alrededores tiemblan.

Él se levanta y camina hacia el corredor.

Siente sus manos y pies entumecidos

por el viento y la lluvia helada.

Respira con fuerza y aceleradamente,

su aliento arde en el ambiente húmedo.

Recuerda las noches de dulzura a su lado.

Su mirada, su risa, su aroma y la manera peculiar

de contarle sus historias.

Si ahora la tuviera recostada en su pecho,

con sus piernas entrelazadas,

¿Qué le diría? ¿Cómo le haría saber lo que está sintiendo?

¿Qué hacer para que ella se dé cuenta que está allí,

adolorido y con el corazón desgarrado, esperando para despedirla?

 

14/01/2025

Foto: Internet. 

martes, 7 de enero de 2025

MELODÍAS AL RITMO DEL COUNTRY

 


Tendido sobre la arena blanca,

las olas masajean mis pies.

El sol se oculta entre los Cayitos de Utila,

mientras Pico Bonito se yergue en la costa.

 

La cordillera majestuosa dibuja su silueta.

La Ceiba reposa bajo su esplendor

y las isleñas con su inglés cantadito

tejen melodías al ritmo del country.

 

Por la noche las calles brillan de luces,

los turistas fluyen entre La Punta y Sandy Bay.

De arriba abajo la fiesta no cesa,

un trozo de mundo en movimiento constante.

 

Con el alba, el muelle celebra su agitación.

El yate llega cargado de vida y provisiones,

mientras rostros entusiastas ansían la aventura,

y los viajeros nocturnos parten con mochilas al hombro.

 

Cuando el día despierta y el viento sopla fresco,

lanchas de buceo zarpan hacia los arrecifes,

y pescadores en sus veloces cayucos

cruzan el faro en busca de la mar azul.

 

07/01/2025

Foto: Ollie Zelaya Hill