El estuario del río Escondido
se despliega en la bahía,
y ella se abre hacia el mar Caribe.
A veces llenos, otras vacíos;
como yo, cuando estás y cuando te vas.
Un sentimiento imposible de enmarcar,
pero el Caribe sí puede serlo,
sobre todo, cuando en abril
cielo y mar se tiñen de violáceo,
se encuentran, se reconocen, se funden,
renovándose uno al otro.
El delfín nada junto a las olas
que acarician los barcos,
entra y sale alegre del agua
como yo, cuando veo tu silueta
avanzar con pasos atléticos
y el pelo rizado al viento
por la playa de El Bluff.
Dos motonetas llegan
desde la antigua pista
al sendero arenoso, bordeado
por palos de icacos y uvas de mar,
mientras una bandada de pelícanos
cae en picada sobre el cardumen
que busca refugio entre las piedras.
Los niños recogen conchas,
corren, ríen, gritan y nadan
hasta que tu figura lentamente
se desvanece en el horizonte,
provocando en mí la añoranza
de verte una vez más.
14 de abril de 2025
Foto: Internet.