martes, 13 de mayo de 2025

PANTING

 


Es alegre, de conversación rápida.

Su lengua materna canta, embelesa,

y esa cadencia la lleva aún al hablar.

 

Viene de Krasa, un pueblo escondido

en un recodo del río Coco,

a 270 kilómetros al oeste de Waspam,

lejísimos de aquí.

 

Allá dejó su familia materna y paterna.

Combatió a la contra con el Ejército,

y desde 1985 se asentó en estas tierras.

Nunca volvió: le encantan la humedad y el lodo.

 

Ha hecho de todo, que yo sepa:

wachimán, agricultor, cowboy, hacelotodo.

Es buen chambero, pero si uno se descuida,

habla todo el santo día

como si no pasara nada.

 

Se libró de muchas penurias:

hambre y abandono,

del Grissi Signiss y la Liwa Mairen,

esas cosas que su gente carga

aunque él diga que ya es de aquí.

 

Siempre lo veo temprano, por las calles,

saliendo de su trabajo de vigilante;

a veces en el mercado,

el mirador de la plaza,

el parque central, el zonal, o la alcaldía.

 

Es sandinista hasta la muerte —lo dice con orgullo—.

Y cuando nos cruzamos, desde que me divisa,

camina feliz al ritmo de sus pasos rápidos.

“¡Adiós, Waspuc!”, le digo, y se ríe.

 

Siempre lleva algo en su mochila.

Es atento, servicial, de los buenos.

Su nombre es Wilber Panting Wilson,

llamado sencillamente Panting

por sus camaradas, amigos y conocidos.

 

Es una pantera del río

y de la montaña del trópico húmedo.

El implacable tiempo,

simplemente, no le hace nada. 

 

La Colina. 

11 de Mayo de 2025. 

Foto propia.

 


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