Cuando un miembro de nuestra comunidad, un amigo, un familiar o simplemente un conocido tienen problemas, acudimos para tenderles la mano, ponernos a su disposición, para ayudarle en la medida de nuestras posibilidades. Las desgracias nos dejan perplejos y nos unen.
El pueblo de Nueva Guinea, conformado por los campesinos que labran la tierra, los ganaderos, los comerciantes, los trabajadores por cuenta propia, los técnicos y profesionales, es inmensamente solidario. La adversidad ha sido su escuela, han aprendido por los golpes sufridos que dejó una guerra entre hermanos, por huracanes, inundaciones y desbordes de los ríos.
En los últimos días, la desgracia provocada por torrenciales lluvias se hizo presente en la comunidad de Puerto Príncipe, ubicada a unos 45 kilómetros al sureste del casco urbano. El río Chiquito se desbordó, provocando que muchas casas quedaran cubiertas por la furia del agua, y resultaran evacuadas y damnificadas más de doscientas cincuenta familias. El pueblo de Nueva Guinea no se hizo esperar y, mediante un hablatón organizado a la urgencia del caso, apoyó como siempre con víveres, ropa, calzado y otros enseres de uso personal.
El alcalde municipal, Denis Obando, y los miembros que conforman el Comité Municipal de Prevención y Mitigación de Desastres Naturales (COMUPRED) se unieron para atender la emergencia. Allí, en el lugar del desastre, ante la adversidad de la gente, al fin se pudieron reunir las instituciones del Estado que por ley deben integrar esa instancia local, presidida por el alcalde militante del Partido Liberal Constitucionalista (PLC). Al fin pudieron coordinar acciones, sandinistas y liberales con sus aliados, para atender a la población afectada. Es su deber y es de esperarse que lo hagan. Nada tiene de raro, pero en el caso de Nueva Guinea, las instituciones del Estado y el gobierno local, caminan como cuando se encuentran dos enemigos: evitan el encuentro cambiando de acera desde que se divisan en la distancia, sin ni siquiera intercambiar miradas.
Si en condiciones normales, en el quehacer diario, el gobierno local y las instituciones del Estado trabajaran de la misma manera, coordinados, reconociéndose ambos como actores vitales para impulsar el desarrollo económico y social, Nueva Guinea avanzaría por otros senderos. La imagen deseada del municipio, construida por todos y todas, únicamente se puede establecer mediante relaciones de integraciones bilaterales, complementarias, formando con ellas distintos caminos para construir una nueva realidad, un futuro mejor lleno de esperanzas, seguridad, libertad e igualdad.
Nueva Guinea posee el potencial para convertirse en “la luz en la selva” de Nicaragua. Para ello es urgente que los funcionarios de las instituciones del Estado y el gobierno local se quiten la venda partidista que les nubla el actuar, guiados por slogans vacíos de derecha e izquierda.
Los políticos locales tienen un gran desafío. Trabajar unidos por un pueblo que desea el progreso, la paz y el desarrollo. El reto es enorme, pero la próxima contienda electoral por ocupar la silla edilicia nos mostrará quién es quién y podremos elegir al mejor de ellos porque ante las desgracias nos unimos.
Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS.
Viernes, 13 de julio de 2012