Controlar una estampida de toros
es casi imposible. Cuando se deciden salen tirados hacia donde se les ocurre. Si
la quieres controlar, debes subirte a un caballo y cabalgar rápido y furioso detrás
de ellos.
Sin embargo, podés influir en la
dirección que tome el rebaño que truena en su recorrido y destruye lo que
encuentra a su paso. Cabalgando a su lado, gritando y aullando, puedes influir
en esta o en aquella dirección. No puedes tramar anticipadamente sus pasos o su
ruta exacta. Solo puedes conseguir que se dirijan de alguna manera a Juigalpa, si
la barrera de esa ciudad es tu final deseado.
Así que la próxima vez que te sientes
a escribir, deja que tus pensamientos corran. Déjalos deambular. Apártate del camino y, solamente de vez en cuando, dales un pequeño grito para que tomen una
dirección deseada. Pero sobre todo, obsérvalos con detenimiento en su recorrido.
Muchas veces lo hago y resulta.