jueves, 1 de septiembre de 2011

POBLACIÓN, MIGRACIÓN Y ECONOMÍA TRADICIONAL

Para muchos, el crecimiento poblacional es uno de los retos a superar para lograr el desarrollo del país. Plantean que “hay más pobres en el país porque no se puede reducir la pobreza si se produce más personas que riqueza material, es decir, si el crecimiento poblacional es mayor que el aumento de la producción material”.

Hace más de 200 años, Thomas Malthus postuló la relación entre crecimiento de la población y el agotamiento de los recursos. Dos corrientes cuestionan el problema. Por un lado, quienes plantean la necesidad de urgentes programas de control de la natalidad en los países pobres, que son los que tienen mayores tasas de crecimiento poblacional. Por el otro, los que enfatizan la pasión del consumo, el gasto de energía y recursos en los países más industrializados. La discusión contribuye a centrase en la raíz del problema, siempre y cuando haga referencia a dos términos principales: economía y población.

El fin de la economía es la población y no al revés, siendo la economía un medio para la realización y el desarrollo de la vida humana. El predominio del problema económico lleva a considerar a la población como poco más que un factor de la economía, cuya escasez o abundancia se juzga y evalúa conforme a las exigencias del propio proceso económico. Como ejemplo coyuntural tenemos la migración cíclica de miles de ciudadanos nicaragüenses hacia Costa Rica a cortar café, cuando en nuestro país existe una alta demanda de cortadores en las zonas cafetaleras. Se van porque la economía cafetalera no les garantiza un empleo digno y satisfacción.

La población es el sujeto de la economía, su protagonista y actor, siendo la realidad económica la obra o el actuar de la población. Al mismo tiempo, la economía condiciona el ritmo de crecimiento de la población y su distribución en las diferentes zonas geográficas. Si la población “hace la economía” para su propio beneficio, la construye en un marco definido por las estructuras económicas establecidas que no pueden ser cambiadas por la población, sino a través de procesos lentos y complejos; resulta más fácil controlar a la población para que se ajuste a la economía, que cambiar la economía para que se armonice con las necesidades de una población en rápida expansión.

¿Por qué los pueblos más pobres presentan las tasas de crecimiento demográfico más elevadas? Si las economías pobres no están en condiciones de proporcionar subsistencia y vida satisfactoria a su población, parece contradictorio que en éstas la población se multiplique más aceleradamente, con lo que el problema de la pobreza se agudiza. Para el que observa este comportamiento en base a las estadísticas comparativas, el fenómeno se explica como un comportamiento irracional que surge de la ignorancia, la falta de previsión y la incultura de los pobres. Hay que ser cautelosos antes de atribuir ignorancia, porque detrás de esa irracionalidad opera una racionalidad diferente.

La tendencia a tener un elevado número de hijos responde, desde el punto de vista económico, a una racionalidad determinada porque en condiciones de pobreza los recursos y factores económicos más importantes para asegurar la subsistencia son los propios recursos humanos, la fuerza de trabajo, así como las relaciones de cooperación y solidaridad.

En las economías tradicionales, campesinas, artesanales y populares urbanas, la familia se constituye como unidad de trabajo y producción, antes que como unidad de consumo. Debido a que son formas económicas que no operan con la lógica del capital, del cual carecen, el acceso a la fuerza de trabajo no se realiza a través de su contratación en el mercado, excepto en pequeñas cantidades, sino mediante su reproducción familiar.

Los hijos garantizan su continuidad en el largo plazo y son parte esencial de las estrategias familiares de subsistencia y progreso entre las que sobresale la migración y la transferencia de dinero vía “remesas familiares” desde el extranjero al ser obligados a emigrar por una economía enferma. De igual manera, la pertenencia a comunidades y a redes de integración social resulta decisiva para garantizar la seguridad, particularmente en condiciones como las de nuestro país, donde se pueden prever recurrentes situaciones críticas. A tal pertenencia contribuyen de manera significativa los hijos insertos en familias extensas, tanto dentro como fuera del país.

Lejos de garantizar mejores niveles y calidad de vida para la población, una reducción de las tasas de crecimiento demográfico contribuiría a un mayor debilitamiento económico y agudización de la pobreza. Si la principal fuente de generación de riquezas descansa en este tipo de economías, la lógica indica que hacia ellas se deberían destinar más recursos para fortalecerlas y políticas que premien con diferentes incentivos la inversión de una parte del dinero que entra al país como “remesas familiares” equivalentes a casi la mitad del valor de las exportaciones.

Ronald Hill Álvarez
La Colina
Nueva Guinea, RAAS