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Está cerrado, dijo Emilce. Era Julia con su marido y su hija de unos ocho años que viven en Guinea Vieja. Venimos de visita dijeron y entraron al restaurante. Vamos de regreso a la finca y queremos tomarnos unas cervecitas heladas, dijo Sebastian. Deben de estar calientes, pensé. Pruébelas, no están muy heladas. Están buenas, tráiganos dos y un fresco.
Hablamos de muchas cosas, de la cosecha de frijoles, del precio de la leche, de las cuajadas y de su finca. No nos hace falta nada, al menos nos aseguramos la comida dijo Julia. Tengo una manzana de yuca y voy a sembrar maíz, este año se me ha metido sembrar arroz de secano, viera usted como les da a mis vecinos, primera vez que voy a sembrarlo, dijo Sebastian y pidió otras dos frías.
Así como están las cosas, es una bendición, agradézcale a Dios, dijo Emilce. Si verdad, dijo Julia, todo está carísimo. Deben de pasar tranquilos en la finca, respondió mi mujer. Como hacen con el agua, le pregunté a Sebastian. Tenemos un pozo, respondió Julia. Y hay luz eléctrica, preguntó mi mujer. Desde hace un año tenemos, compramos un panel solar en 17,500 pesos que nos da para cuatro bujías y la grabadora comentó Julia. Debe escuchar las noticias por radio Manantial, dije. Estoy al día, respondió Sebastian y pidió otras dos pero Julia dijo ya no, es suficiente y se hace tarde.
Lo único que me hace falta es tomar cosas heladas, dijo Sebastian viendo a Julia. Usted sabe, hielito, un fresquito heladito, una gaseosa, eso es lo único pero tendría que poner otro panel y comprar un conversor para que levante una refrigeradora. Y para los tragos también, respondí. Si claro, dijo y agregó, déme dos en latas para aguantar las ganas hasta la próxima semana. Al despedirnos, Emilce le regaló a Julia tres bolsas de hielo para el fresquito de Sebastian mientras él sonreía.
Jueves, 21 de abril de 2011