Guarón, cususa, joyita, perlita, reposado,
blancos sus elixires preferidos
que se empinan sin hora, sin fecha marcada,
en cantinas, corredores o en los patios vacíos.
De dos en dos, o por racimo completo,
amanecen bajo aguaceros bravos,
ojos vidriosos, garganta espumosa,
las manos temblando como cables pelados.
—La guía, dame para la guía del día—
dicen con fe, sin pena ni medida,
y brindan por la vida con trago zepolero,
que raspe la garganta como machete afilado,
desempolve la mollera, suba los ánimos,
quite la tembladera, el rasquín malcriado,
el dolor del hígado inflamado,
y el ardor de estómago, viejo compañero.
Brindo por los fijos y los de
paso,
los de cuello y corbata, y los mojigatos,
los pirucas valientes que no arrugan la
cara.
Por los borrachos del mercado,
la esquina del movimiento,
de los parques y las gasolineras,
los doblados en tablones de las barreras,
y en las esquinas de los chinamos,
los que amanecen en el ojo de agua,
en las riberas de ríos y quebradas,
y los que salen volando de la oficina
porque el cuerpo les tiembla de tanta
sobriedad.
Todo arranca después de mediodía,
con o sin hielo y boquita de pájaro,
vestidos de traje o al estilo Santa Martha,
nadie se escapa, si no ponés, sos el
coyotepe:
el hace mandados, el busca hielo,
sal y limón, cigarros y lo que falte,
el que reparte y agarra la mejor parte.
Y brindemos por los meros meros,
los que ya no caminan borrachos,
porque van ebrios desde la mochila
con la botella envuelta como santo patrono,
para saborear el trago en los recreos de la
vida:
en la oficina, en la reunión aburrida,
en el emprendimiento desolado,
en el taller de mecánica, en la barbería,
en los billares, en esquinas oscuras de los barrios
al son de la risa y la buena compañía.
Brindo por los borrachos,
por sus ocurrencias, sus piropos de
esquina,
por los bardos etílicos del grupo de wasap,
por los que amaron a sus mujeres
y un día los abandonaron por el hedor,
por ellas, pirucas alegres, que encienden la noche,
por sus camaradas de parrandas y averías,
y los que no fallan en fiestas ni velorios.
Levanto la copa sin hielo para que raspe,
con la botella en alto y el alma contenta,
acompañadas de una chorrera de palabras,
riego el piso con el guaro
nombrando a los compañeros de antes,
los de ahora y los que vendrán.
¡Salud!
18 de julio de 2025.