jueves, 4 de septiembre de 2014

DOCE MESES, DOCE CULTIVOS

Mamón Chino
A las tres de la tarde me dirigí hacia la finca La Flor, propiedad de don Pedro Figueroa; la noche anterior había hablado con él por teléfono para encargarle media docena de frutas de pan que me permitirían cumplir con la promesa de enviárselas a amigos que viven en Juigalpa. “¡No te olvidés de los mamones chinos!”, gritó Emilce cuando me vio salir.

El camino está en buen estado, los pastos de corte muestran colores según sus variedades, desde verde vivo hasta lila oscuro. Los árboles de Teca y Acacia se encuentran florecidos y el río El Zapote fluye intenso, reventando entre piedras, formando un remanso que invita a disfrutar sus aguas al cruzarlo para entrar en la propiedad de don Pedro.

Estacioné el jeep donde el camino de todo tiempo termina. Apurando el paso por una imprudente llovizna, caminé entre piedras, ramas y hojas que cubren la tierra. Me acompañó en el trayecto el canto de chocoyos volando en los alrededores, junto al rojo, verde y amarillo de los árboles cargados de mamones chinos.

Frijoles en vaina
Entré en un pasillo evitando la lluvia y noté manojos de frijoles en vaina colgados, secándose en la pared de la cocina. Di las buenas tardes y no hubo respuesta. En la parte posterior saludé a una mujer chela y joven que hacía cuajadas. Un niño chelito se acercó a mi lado con curiosidad y pregunté por don Pedro. “Anda arrancando frijoles”, dijo. ¡Umm, frijoles en septiembre!, pensé. “No debe tardar, ya van a ser las cuatro”, agregó la mujer.

La llovizna terminó y dije que iba a caminar hacia la parte del molino, la más alta de la finca. Encontré a un hijo de don Pedro montando en un caballo, le conté lo del encargo y respondió que iba a garantizarlo. Me indicó hacia donde debía caminar para ver los cultivos de piña y cacao. Hice el recorrido y cuando regresé don Pedro me esperaba. Estreché su mano; la fuerza y rudeza del hombre que trabaja en el campo se manifestó con la alegría dibujada en su rostro. Le pidió dos sillas a uno de sus hijos y nos sentamos a conversar frente a una troja, bajo la sombra de los árboles.

    Estoy recolectando frijoles —dijo.
    ¿Frijoles en septiembre?, es inusual en Nueva Guinea.
     Sí, pero éste es de una variedad que se adapta bien al trópico húmedo.
    ¿Y qué otros cultivos tiene?
    El año tiene doce meses y yo tengo doce cultivos. Es un gran logro, cuando un productor tiene doce cultivos en el año se autofinancia.
    ¿Cuáles son esos doce cultivos que usted tiene?

Se quitó el sombrero, pajizo por la intemperie, y noté su cabello gris contrastando con el color de la tierra impregnada como manchas en su camisa guayabera. Estiró sus piernas y se reacomodó en la silla.

    Tengo ganado menor y ganado mayor, cacao, café, raíces y tubérculos (yuca, quequisque), granos básicos (maíz y frijol), musáceas, piña,  cítricos, pejibaye y frutales, como mamón chino, aguacate y  granadilla.
    Entonces pasa ocupado todo el año, ¿verdad?
    Todo el año hay que trabajar, yo le digo a los productores que estamos retrocediendo 150 a 200 años atrás.
    ¿Y por qué don Pedro?
    Hay una gran pobreza, pero el hombre sólo trabaja medio día y se va a dormir. Se han creado leyes que atrasan la producción. Mis antepasados, mi abuelo, mi bisabuelo, mi tatarabuelo, ellos se levantaban desde las dos de la madrugada. No compraban el azúcar, el arroz, frijoles, la carne, el jabón, ni las cucharas, ni las tinajas, ni las ollas, todo lo hacían ellos. Ahora todo es descartable, comida, platos, vasos, pañales para niños. Hay un gran vicio, el teléfono celular: el niño más chiquito, usted lo mira que camina con un celular para arriba y para abajo; yo ocupo ese aparato para hacer llamadas y vender mis productos. Eso es parte del gran atraso que tenemos y que nos lleva rumbo a mayor pobreza.

Una nube de chocoyos se posó en los árboles de pejibaye con su canto ensordecedor y la mujer chela se acercó ofreciéndonos con gentileza una taza de café.

   Entonces para usted todo productor debe esforzarse por tener una cosechar al mes. 
   Exacto, esa es mi filosofía. La última cosecha del año que tengo es el café y así llego a autofinanciarme sin tener necesidad de ningún banco. 
   ¿Y en cuánto tiempo llegó a eso? 
  En 28 años de ser destructor, en 20 años de haberme educado y en 20 años de estar al lado del productor animándolo para que maneje su finca como una empresa familiar. En Nueva Guinea, después de 19 años, hemos trabajado sin descanso para cambiar la parte económica pero cuesta demasiado.

Racimos de Pejibaye
Uno de los trabajadores se dirigía hacia el camino y don Pedro le pidió que cargara los sacos que contenían mi encargo: mamones chinos, incontables, y seis frutas de pan. ¿Quiere llevar pejibaye?, dijo don Pedro y caminó hacia un árbol. Al regresar cargaba dos racimos, uno verde y otro rojo, ambos sazones. ¿Puedo llevar estos sacos de frijoles en su jeep?, preguntó y caminamos hasta donde estaba estacionado. Nos despedimos frente a su casa de la ciudad como a las cinco y media de la tarde, al caer el sol.

03/09/14

Nueva Guinea, RAAS.