Al inicio, tus caricias me salvaban del
mundo,
yo te miraba y no dudaba: éramos destino,
éramos fuego, canción, refugio… mentira
bendita.
Los años pasaron, y con ellos tus promesas,
cada una más hueca, más blanda, más falsa,
como un abrazo frío con olor a excusa.
Dormíamos espalda con espalda, como
extraños,
nos dolían las mismas cosas, pero en
silencio,
y el amor se pudría en la alacena de los
hábitos.
Un día, entre platos sucios y miradas
rotas,
nos lo dijimos sin rabia, sin lágrimas ni
teatro:
duramos toda la vida… para ya no nos soportarnos.
27 de Mayo de 2025.
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