lunes, 22 de diciembre de 2025

LA CHICA DEL SWING

 



El swing de su casa era de madera,

anclado al corredor, paralelo al andén,

colgado de gruesos mecates,

ni pequeño ni grande.

Tres cabían en el.

Ella siempre estaba allí,

meciéndose en el viejo swing.

 

El viento venido del Tortuguero,

le refrescaba el rostro mestizo,

y la falda jugaba al vaivén

acariciándole las piernas

como si el aire también supiera amar.

 

A sus pies, libros y sus cuadernos,

los mismos que llevaba en su bultito de cuero

al cruzar la bahía rumbo al colegio

y colgaba a la espalda

al caminar las calles de Bluefields.

 

Nunca conoció de aburrimiento.

El swing era su refugio:

lectura, crochet, bordados,

revistas, Vanidades, fotonovelas.

Siempre allí.

Siempre ella.

 

La miraba al ir y al regresar.

 

Al ir,

desde lejos y cada vez más cerca,

la veía de espaldas,

con el cabello liso y negro

derramado sobre el respaldar del swing.

Hipnotizado,

buscaba sus ojos café miel.

Cuando lograba su atención por segundos,

le decía adiós.

Ella respondía

con una sonrisa nácar, distante.

 

Al regresar,

con el sol cayendo sobre la isla del Venado,

y ardiéndome en el rostro,

miraba el voleo de su falda,

sus piernas rollizas, firmes, bronceadas.

Adiós, decía.

Adiós, respondía.

 

Los fines de semana,

La falda cedía su lugar a un short cortito.

Belleza caribeña sin esfuerzo:

la brisa le rozaba las piernas,

alborotando sus bellos

como a flores de mar.

Olor a señorita recién bañada,

a vida extendida

a lo largo y ancho del swing.

Chinelas en el piso.

La puerta entreabierta del cuarto,

una cama de bronce esperándola.

 

A veces estaba allí con amigos,

sentados en el piso de madera,

riendo, conversando

felices con la inocencia intacta del corazón.

Enamorados no le faltaban.

Unos tocaban guitarra,

otros leían poemas de Neruda

como quien lanza redes al mar.

 

Siempre estuvo allí,

meciéndose en el swing,

hasta que un día

dejó de estar.

 

Uno de sus enamorados,

loco de amor,

la tomó en sus brazos.

Crujieron los resortes de la cama metálica.

El corredor quedó en silencio.

 

Al pasar por el andén,

vuelvo la mirada,

la sigo buscando

en la memoria del vaivén:

la chica del Swing.

 

22 de diciembre 2025.

Foto: Internet.