viernes, 8 de octubre de 2010

VIAJE EN DOS MOMENTOS

I

Llega la panga de Bluefields. Los pasajeros salen de ella frente a un gentío que busca maletas en vez de manos. Andan de prisa y, al salir al muelle flotante, se aglomeran en la confusión de las maletas. Tres soldados salen de su cuartel. Bajan las gradas y cierran el paso ubicándose a lo ancho del camino que va hacia la parada de buses que viajan a Managua. Dos en los extremos y uno al centro. Arriba los observa el jefe.

Los pasajeros suben las inclinadas gradas de acceso al muelle flotante. Caminan de prisa. Llegan frente a ellos. Ponen sus maletas en el suelo. Los soldados van sobre ellas como depredadores sobre una presa. Abren las maletas, meten sus manos, recorren los lados, el centro, los depósitos. Palpan su contenido ante la mirada expectante del dueño quien las cierra. Se produce otra aglomeración, todos están inquietos bajo un sol ardiente.

Unos pasan sin ser revisados. Estoy a la expectativa. He bajado varias gradas, estoy cerca y la cámara fotográfica ha captado varias imágenes. Uno de los soldados me mira con recelos. Regreso hacia arriba. El jefe clava su mirada en mi rostro. Te van a joder por estar tomando fotos me dice Rafael.

Abajo sigue la revisión. Arriba, en la calle, los que no fueron revisados abordan un carro blanco que los espera.

II

Voy hacia El Rama. Llego al muelle municipal y sin bajarme del taxi dos tipos se pelean por mis maletas. Uno de ellos es más rápido y se apropia de ellas. Sin esperarme se las lleva. De prisa lo sigo.  Le han cerrado el paso, discute con otro y no lo dejan entrar. Le quito mis maletas y entro al fondo de la caseta de embarque. Compro mi boleto y, con alivio, me acomodo en unas bancas. Llega un tipo y me dice que debo pagar en la entrada cinco pesos de peaje.

Entro a unos servicios sanitarios. Salgo y un tipo me dice que tengo que pagar dos pesos. Puta, pienso, es un derecho humano orinar. Después de media hora un tipo llama a gritos a formar fila para el registro de maletas. Todos se levantan rápido buscando como ubicarse al inicio de la fila. No tengo prisa, siento nostalgias. Me ubico al final de la línea, una serpiente en movimiento.

Pasa el tiempo, más de media hora y no han comenzado el registro. Regreso a la banca pendiente de las maletas. El mismo gritón comienza a entregar flotadores. Me pasa dejando uno por la banca. Tenemos más de media hora que nos llamaste a formar fila y no comienza el registro, le digo. El resto de pasajeros clava su mirada en él. Se da cuenta y con enojo dice: no es mi culpa hay unos pasajeros que no han venido, hasta que estén todos comienza el registro. Registran las maletas y abordamos la panga.

Todavía falta el registro de El Rama. No se si por la brisa o por la nostalgia de Bluefields, unas lagrimas recorren mi mejilla. Es la brisa, pienso.

La escena de la llegada a El Rama se repite, pero ahora llueve. Hasta a las vacas las palpan en mejores condiciones, las meten en una manga bajo techo y le introducen hasta el codo para ver si están preñadas. Nos merecemos algo mejor que esto, pienso.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Viernes, 08 de octubre de 2010